Hellmuth von Mücke - Emden

El crucero ligero SMS Emden, el más famoso y temido corsario alemán de la Primera Guerra Mundial, navegó en 1914 por los Océanos Pacífico e Índico causando tales pérdidas a los Aliados que llegó a convertirse en una leyenda. El teniente de navío y segundo oficial a bordo, Hellmuth von Mücke, nos relata este increíble viaje desde el comienzo de la guerra hasta el épico final del Emden.

Las hazañas del Emden han provocado la admiración del mundo entero, tanto entre sus amigos como entre sus enemigos, y han sido rememoradas en muchos libros.

Hellmuth von Mücke

Las hazañas del famoso crucero alemán en los mares de Oriente (1914)

ePub r1.2

Rob_Cole 29.06.2018

Título original: Emden

Hellmuth von Mücke, 1915

Traducción: Carlos Salas

Diseño de portada: Joselin

Editor digital: Rob_Cole

Primer editor: Joselin (r1.0)

ePub base r1.2

HELLMUTH VON MÜCKE (Zwickau, Sajonia, 25 de junio de 1881 - Ahrensburg, Alemania, 30 de julio de 1957). Marino alemán, con el grado de capitán de corbeta, perteneciente a la Kaiserliche Marine, posteriormente fue escritor y un político renegado del nazismo. Su padre era un oficial del Ejército. En 1900 Mücke, cuando contaba 18 años, ingresó en la Armada graduándose como teniente de corbeta en septiembre de 1903. Su primer destino fue a bordo del SMS Nymphe, un moderno crucero ligero.

Después de diferentes destinos en mar y tierra fue ascendido a capitán de corbeta incorporándose al SMS Emden en calidad de jefe de navegación, convirtiéndose en su segundo comandante en junio de 1914. Tras el hundimiento de SMS Emden, protagonizó a bordo de Ayesha una travesía de más de 11 000 km para regresar a Alemania.

En 1915 escribió sendos libros sobre sus experiencias: Emden y Ayesha a los que siguieron, posteriormente, diversos manuales de navegación. Continuó en servicio en la marina, retirándose, con la graduación de capitán de navío, en agosto de 1919.

A raíz de un manifiesto publicado en 1931, fue confinado, por breve tiempo, en campos de concentración por su enfrentamiento con el régimen Nazi. Desde 1939 se le prohibió publicar ningún escrito. Durante la Segunda Guerra Mundial perdió a su hijo mayor en el frente ruso.

Terminada la guerra se convirtió en un defensor de la paz y opuesto al rearme de Alemania. Murió a los 76 años de edad.

[1] Hellmuth von Mücke las ha descrito con su magistral estilo, formando con ellas otro libro de gran interés narrativo y documental, titulado El «Ayesha», la odisea del equipo de desembarco del «Emden».

[2] El 4 de noviembre de 1914, S. M. el Emperador de Alemania concedió al comandante del «Emden» la Cruz de Hierro de I y II clase, y a todos los demás oficiales y subalternos, así como a cincuenta suboficiales y marineros la Cruz de Hierro de II clase.

[3] El Ayesha, navegó 1600 millas por el océano, sin víveres apenas y sin agua. El interesante libro titulado «Ayesha», la odisea del equipo de desembarco del «Emden», ha sido publicado, profusamente ilustrado, en esta misma colección.

[4] De la obra escrita por el príncipe Francisco José de Hohenzollern.

El presente libro pertenece a la ya numerosísima bibliografía de la guerra mundial. Pero no es uno de tantos. No es, sobre todo, uno de ésos que explotando una ideología pacifista de esclavos resignados, han tratado simplemente de obtener un éxito de librería momentáneo, de hacer un negocio lucido pero pasajero. Pues del inmenso número de libros que alrededor de la guerra se han escrito, la mayoría desaparecerán de la vida intelectual sin dejar rastro, y sólo unos pocos, los que han tenido el acierto de reunir al mayor verismo la trágica o la épica belleza de un episodio singular, tienen probabilidades de vivir largamente. Y en este caso se encuentra nuestro libro.

No se trata, en efecto, de la obra de un poeta o de un escritor que con unos cuantos datos no muy exactos, unas cuantas sugestiones y muy atento, sobre todo, a cómo piensa el vulgo que le rodea, endilga unos cientos de páginas tendenciosas donde la fantasía quiere disfrazarse con el plumaje de una falsa realidad. No, el «Emden» está escrito por un protagonista de una de las más hermosas epopeyas de la guerra, por un oficial de marina que sabe contar con modestia y con un risueño humorismo los variados incidentes de su aventura, que hace su lectura tan deleitosa como si se tratara, no de la descripción de hechos verídicos, sino del más encantador libro de fantasía.

En este libro lo que predomina es lo episódico. Durante todo el transcurso de la lectura ni una sola vez se encoge nuestro corazón o se frunce nuestra frente; tan luminosa es la gesta de estos heroicos marinos que consiguen causar el mayor daño material a su adversario sin derramar una gota de sangre, sin sacrificar una vida humana, a no ser cuando en combate arriesgadísimo echan a pique un crucero ruso y un cañonero francés. Así es, que al llegar al final, cuando el «Emden» sucumbe, defendiéndose hasta el último momento, bajo la aplastante superioridad de su adversario, sentimos una tristeza infinita, algo semejante a la que nos embarga al ver en el Ocaso de los dioses a Sigfrido, el héroe luminoso que no derramó más sangre que la de un dragón y la de un malvado nibelungo, sucumbir al dardo alevoso de un siniestro y pérfido enemigo.

Lo enorme, lo singular de la aventura presta al libro el carácter de una gesta inmortal, gesta a la moderna, donde los protagonistas con sencilla modestia, sin vanos alardes, animados de un heroísmo práctico, que pudiéramos decir, agotan las posibilidades que de realizar su objetivo se les presentan, y que cuando al fin les llega la hora de morir saben hacerlo con la prestancia de héroes antiguos.

Por un verdadero azar, el autor no estaba a bordo del «Emden» cuando tuvo lugar el combate definitivo. Su suerte le sustrajo a las terribles contingencias del trágico desenlace porque le tenía reservada otra singular aventura: la inesperada odisea a bordo del «Ayesha» que el autor describe en otro libro. La agonía del «Emden» sólo pudo presenciarla a lo lejos, y por ello la descripción que de ella hace es harto somera y más pudiéramos decir que es la descripción de su propia angustia, de su emoción insuperable, al ver sucumbir al heroico navío. Por esta razón, el editor, a fin de no privar al libro de la más grandiosa página con que puede engalanarse, con excelente criterio, lo ha enriquecido con unas páginas donde se relata ese combate supremo, así como la suerte que después de él corrieron los heroicos supervivientes de esa gesta sin igual de los tiempos modernos. Esas páginas están inspiradas en auténticos relatos de testigos presenciales.

C. SALAS

De cuantos alemanes han tenido que sufrir las consecuencias del odio desencadenado contra su país por las apasionadas campañas de Francia y sus aliados, somos nosotros, prisioneros de guerra, quienes hemos de saborear los más amargos frutos de esa incomprensión casi universal. Desde el momento que sólo ven en nosotros unos «bárbaros», los representantes de una raza que, al decir de ellos, se ha manchado con los crímenes más horrendos contra la humanidad y el derecho de gentes, no podemos tener esperanza de que nos adjudiquen un trato benévolo ni mucho menos. Y eso que la aureola de heroísmo y caballerosidad que los mismos ingleses nos reconocen es de suponer nos haya servido a los tripulantes del «Emden» para captarnos un poco más de consideración de la que se tiene con la mayoría de los prisioneros. Y eso, además, que estamos en poder de hermanos de raza, de ingleses, que más desapasionados y más parecidos a nosotros no sienten, individualmente al menos, esa feroz animadversión con que nos distinguen nuestros vecinos los franceses. Es posible, en efecto, que por nuestras especiales circunstancias y por tener la suerte de estar entre ingleses hayamos tenido un cautiverio algo más «dulce». Pero entonces sólo nos resta estremecernos ante lo que habrán tenido que sufrir, por ejemplo, los desgraciados «boches» prisioneros en Francia, ya que nosotros, los privilegiados, he de decirlo al fin, hemos soportado un verdadero martirio material y moral.