Colección dirigida por
Ricardo M. Rojas
e Ignacio Pablo Rico Guastavino
ADRAMIS RUIZ
LA
FILOSOFÍA
POLÍTICA
DE
JORGE LUIS
BORGES
Prólogo de
Martín Krause
Diseño de cubierta: Pablo Jiménez Recio
© 2015 Adramis Ruiz
© 2015 UNIÓN EDITORIAL, S.A.
c/ Martín Machío, 15 • 28002 Madrid
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ISBN (página libro): 978-84-7209-665-3
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Para Olga, porque sin ti mi vida sería un caos, porque solo a tu lado cualquier cosa es posible.
Para mis padres, Adela y A. Guillermo, por su increíble amor y paciencia, por mostrarme el verdadero valor de la educación.
Y para mi hermano, Guio, por su impagable amistad.
Tú sabes, y hasta un ciego debería percibirlo con su bastón, en quién pienso cuando hablo de heroísmo a mis oyentes.
Victor Klemperer
Pero el padre omnipotente (puesto que ningún dios puede anular lo que otro ha hecho), a cambio de la vista perdida le concedió la facultad de conocer el futuro, aliviando así su pena con ese honor.
Ovidio
ÍNDICE
SIGLAS UTILIZADAS DE LAS OBRAS
DE JORGE LUIS BORGES
BO Borges oral
CF Cartas del fervor
CC Cuentos completos
D Discusión
LBA El lenguaje de Buenos Aires
TE El tamaño de mi esperanza
HE Historia de la eternidad
OCC Obras completas en colaboración
OI Otras Inquisiciones
PC Poesía completa
TRI Textos recobrados. 1919-1929
TRII Textos recobrados. 1931-1955
EA Un ensayo autobiográfico
Prólogo
POLÍTICA Y FILOSOFÍA POLÍTICA
por Martín Krause
Es difícil escribir un prólogo a un libro sobre Borges, porque el intento me recuerda al libro de prólogos de este mismo autor, muchos de los cuales superan al libro comentado ( Prólogos con un prólogo de prólogos , Alianza Editorial, 1998). No será este el caso: el libro de Adra mis Ruiz es completo, bien documentado y sólido en sus argumentos.
Se ubica a Borges en el contexto de las situaciones locales e internacionales vividas y en la evolución de su pensamiento, que en verdad tuvo una sola escala, desde una simpatía a la Revolución Rusa —más bien basada en la rebeldía anarquista recibida de su padre— a una que Ruiz cataloga acertadamente de liberal, clásica, para diferenciarla de distintas interpretaciones que recibe esta palabra en otros tiempos o lugares.
No pienso reseñar el libro porque espero que lo lean. Me atrevo a plantear dos temas que surgieron en mí a partir de su lectura. El primero es este: ¿es distinta una posición política de una filosofía política? Y en tal caso, ¿puede una ser diferente o contraria a la otra? El segundo es: ¿el problema que Borges nos presenta es el mismo que sufrieron todos los liberales argentinos? Y, ¿era esto en cierta forma inevitable?
Adelanto mi conclusión, luego presentaré el argumento. Creo que sí, que se puede tener una filosofía política pero luego asumir posiciones políticas ante cierta circunstancia coyuntural que no son compatibles o no se acomodan a los principios de tal filosofía. Y creo, además, que el problema de Borges, tal vez inevitable, fue compartido por otros liberales argentinos, y esto podría explicar el rechazo de gran parte de los argentinos a las ideas liberales.
Adoptar una visión del mundo, una filosofía política, implica asumir una serie de principios, y en el caso de la filosofía liberal estos consisten en la prioridad de la libertad por sobre otros valores, el énfasis en el individualismo, aunque no reñido con la cooperación en sociedad, sino más bien de tipo metodológico; un rechazo a la coerción por sobre un determinado mínimo, al estado omnipresente, a la democracia ilimitada. Adramis Ruiz documenta con solvencia la preferencia borgiana por estos valores en la Segunda Parte del libro.
La Primera Parte, por otro lado, repasa ciertas posiciones políticas que Borges adoptó, algunas de las cuales parecen reñidas o cuestionables desde la perspectiva de la filosofía política liberal. ¿Cómo es que se puede tener ciertos principios pero luego aplicarlos defectivamente? No parece difícil encontrar una explicación: eran situaciones tremendamente conflictivas, gobiernos militares dictatoriales que habían reemplazado a democracias totalitarias; era fácil pensar en términos del «mal menor», más que en términos de principios. Todo esto en medio de un mundo agitado por grandes pasiones, revoluciones, violencia y guerras.
Dicen que la política es el ámbito de lo posible, pero puede ser que una elección en ese entorno termine minando el corazón de los argumentos. Más difícil sería esto aún para quien estaba alejado de la política e incluso de las mismas noticias, y en quien pesaba también una visión épica de los militares, parte de una herencia familiar heroica.
Se pueden encontrar explicaciones, pero no se pueden evitar las consecuencias. Estos errores tuvieron un alto coste para Borges, en particular el premio Nobel de Literatura. No fue el coste de sostener ciertos principios, fue el coste del error. Demasiado castigo para un genio literario de tal magnitud. Y desbalanceado, desde otra perspectiva, cuando otros han recibido el premio pese a su abierto apoyo a regímenes totalitarios, claro, de izquierda (¿hay que volver a recordar la «Oda a Stalin», de Neruda, o los elogios de García Márquez a Fidel Castro?). Comenta Borges que al aceptar la invitación de Pinochet no pensó que la selección de un premio como el Nobel estuviera influenciada por consideraciones de esa naturaleza; luego admite su error, y se queda sin el premio, pero la vergüenza queda en la Academia Sueca.
El segundo tema no está tratado en el libro pero es una pregunta más general que surge no ya de divagar sobre este autor, sino sobre su país. Es la pregunta que todo el mundo se hace para buscar una respuesta a décadas de decadencia luego de haber alcanzado los altos podios del progreso. ¿Qué explicación puede encontrarse? Como en todos los fenómenos complejos, no habrá una sola respuesta, no será uno solo el factor que haya determinado tal resultado. Hay cuestiones económicas (el impacto de la crisis de los años 30), sociológicas (el temor a la creciente inmigración y la dificultad de generar una identidad «nacional»), políticas (el predominio de ideas totalitarias en Europa) y otras. No obstante, ellas también afectaron a otros países, que pudieron atravesarlas.
La respuesta que pretendo ensayar fue que ante esos dilemas, los liberales argentinos reaccionaron como Borges, es decir, erraron. Desde los años 1930 se vieron tentados a apoyar golpes militares, cayeron en las redes del keynesianismo, menospreciaron la importancia de las instituciones y del respeto irrestricto a los derechos individuales, mantuvieron una defensa de la libertad económica basada en la eficiencia pero no en su superioridad moral, perdieron en toda la línea la discusión sobre el papel redistribuidor del estado, no supieron cómo enfrentar política e ideológicamente al populismo. El último gran fracaso no pudo verlo Borges, la profunda crisis de fines del 2001, asignada dramáticamente al neoliberalismo y cualquier otra cosa que se le parezca, tal como el liberalismo clásico, el de Borges, por cierto bastante lejano de ese neologismo.
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