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Liz Fielding - La Proposicion Perfecta

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¿Acaso no era una auténtica locura con su secretaria sólo para que su hija tuviera una madre? No era eso lo que Jane pensaba. La secretaria de Mark llevaba años enamorada de su jefe, pero quería que aquel matrimonio fuera por amor y no por conveniencia…

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Liz Fielding La Proposicion Perfecta La proposición perfecta 2002 Historia - photo 1

Liz Fielding

La Proposicion Perfecta

La proposición perfecta (2002)

Historia corta incluida en el dueto El efecto compromiso.

CAPITULO 1

MARK, ¿qué ha pasado? Tenía que reunirse a las nueve con los topógrafos. Me han llamado desde la obra.

– Jane… -la voz de Mark Hilliard sonaba como si estuviese infinitamente cansado-. Lo siento. Debería haber llamado. Discúlpate en mi nombre, ¿de acuerdo? Tengo una pequeña crisis en casa.

– ¿Crisis? -a Jane Carmichael le dio un vuelco el corazón-. ¿No estará enferma Shuli?

– No, está bien, pero acaba de despedir a otra niñera. ¿Shuli había «despedido» a la niñera?

– No me diga que una niña de tres años ha sentado a la señora Collins en el sofá y le ha dicho que sintiéndolo mucho tenía que prescindir de sus servicios.

– La señora Collins se despidió hace un mes -confesó el señor Hilliard-. Dijo que tenía «problemas familiares». La agencia ha estado mandándome sustitutas desde entonces, pero a Shuli cada vez se le da mejor espantarlas. Esta mañana no ha dejado de gritar hasta que la pobre mujer ha abandonado la casa.

– Quizá debería preguntarle a Shuli qué quiere ella. Puede que se sintiera más a gusto con una niñera interna.

– Puede que ella sí, pero yo no.

Ya lo habían comentado otras veces, y él estaba claramente en contra de tener viviendo en su casa a una desconocida, pero la felicidad de Shuli era más importante que sus pequeñas manías, y él tenía que reconocer que su hija era una persona con sentimientos propios.

– ¿Ya se ha calmado?

– Como cualquier mujer, Jane, ahora que se ha salido con la suya está feliz -bromeó él-. La agencia está intentando encontrar a otra niñera, y casualmente mi madre está en no sé qué conferencia y mi hermana se mudó a Estrasburgo el mes pasado. Creo que tendré que trabajar desde casa hasta que encuentre una solución, al menos durante el resto de la semana. ¿Te importaría traerme todo el material que hay en mi mesa? ¿Y el correo?

– Por supuesto -dijo Jane-. Estaré allí antes de mediodía.

Llamó a los topógrafos para aplazar la reunión y se sentó un momento para alzar su propia coraza protectora. Shuli no era la única que ansiaba recibir las atenciones de Mark Hilliard. Y su amor. Pero ella tenía veinticuatro años, y no podía tirarse al suelo y llorar hasta que él le hiciese caso. Era Jane, la secretaria perfecta e infalible en la que siempre se podía confiar.

Mark Hilliard era irresistible. Desde la primera vez que lo había visto, recién enviudado, con el rostro marcado por el dolor, con su hija pequeña en un cochecito a su lado, había sabido que no debía quedarse allí. Pero momentos después de comenzar la entrevista de trabajo él había recibido una llamada urgente, y ella había tomado en brazos a la pequeña,que no dejaba de llorar, y había estado jugando con ella en recepción hasta que él había terminado. Acto seguido Mark había salido a buscarla y le había anunciado que el trabajo era suyo.

– Pero no sabe nada sobre mí -objetó ella.

– Sé que sabe lo que hay que hacer y lo hace. Para mí es suficiente. ¿Puede empezar ahora mismo?

Jane sabía que no era nada bueno enamorarse del jefe, y menos a primera vista. Antes o después encontraría otro trabajo, un trabajo en el que su corazón no estuviera sufriendo cada minuto de cada día. Pero Mark parecía desesperado, y Shuli se había aferrado a ella como a una tabla de salvación. Y así había pasado ya más de dos años y medio en el estudio de arquitectura de Mark Hilliard, descubriendo lo que había que hacer y haciéndolo sin esperar a que se lo ordenaran.

Reunió las carpetas que Mark le había pedido, tomó su ordenador portátil y dio instrucciones en recepción para que redirigieran las llamadas a su casa. Al pasar por el espejo del vestíbulo observó que sus cabellos seguían escapándose del pulcro moño que según su peluquera se mantendría en su sitio en medio de una fuerte galerna.

Tenía que prestar más atención a su apariencia, aunque por suerte o por desgracia Mark no habría notado nada aunque se hubiera puesto una minifalda por encima del ombligo. Y a Jane le partía el corazón, pero la verdad era que él no la veía como a una mujer.

– Papá, léeme un cuento.

– Estoy ocupado, Shuli -respondió Mark con cierta irritación. Su hija parecía feliz desde que se había ido la nueva niñera.

La pequeña le puso un libro sobre el regazo. Era un libro Viejo y muy desgastado,

– Quiero leer este -insistió ella. Al ver lo inútil de su negativa, Mark tomó el libro en sus manos.

– ¿De dónde ha salido esto?

– Me lo dio Jane -exclamó ella orgullosa-. Jane es muy buena. Quiero mucho a Jane.

– Sí, sí, lo sé -dijo él con una sonrisa. Abrió el libro y vio que en la primera página había algo escrito con letra infantil: «Este libro pertenece a Jane Carmichael». Era uno de los libros que Jane había llevado a la oficina para los días en que él no tenía donde dejar a Shuli y ella cuidaba de la niña. Quizá era eso lo único que quería su hija, ver a Jane. Echó un vistazo al reloj. ¿Por qué estaría tardando tanto?

– Léemelo, papá-insistió Shuli saltando a su regazo,

– Por favor -la corrigió él automáticamente.

– Por favor, papá… -dijo ella sonriente. Era la viva imagen de su madre. En los oídos de Mark resonó su voz suplicante. «Por favor, Mark, déjame…»

El sonido del coche que se detuvo frente a la casa lo liberó del doloroso recuerdo, mientras Shuli corría a la entrada. El la siguió y abrió la puerta, y su hija se lanzó a los brazos de Jane.

– ¿No te interesaría cambiar de trabajo? -preguntó Mark con una sonrisa-. Serías la niñera mejor pagada del país,

– No, gracias -repuso Jane con la niña en brazos mientras dejaba las carpetas y su ordenador sobre la mesa-. Además, Shuli no necesita una niñera, sino una madre. Siento haber tardado tanto. El tráfico estaba terrible. Me vendría bien un café.

– Adelante. Ya sabes dónde está todo. Yo también tomaré otro.

– ¿Vienes conmigo? -preguntó Jane a la pequeña.

– Yo también quiero café -dijo Shuli imitando a su padre.

– Oh, ¿café de naranja o café de manzana? -preguntó Jane muy seria. Shuli se echó a reír.

– Estaré en el estudio -dijo Mark, y salió de la habitación sacudiendo la cabeza.

– En un momento estaremos con usted.

Jane dejó la bandeja del café sobre el escritorio e instaló a la niña con un cuaderno y lápices de colores en otra mesa.

– Papá y yo vamos a estar ocupados un rato. Ahora quiero que me hagas un dibujo muy bonito para ponerlo en la oficina, ¿quieres?

– Vale.

– Buena chica- dijo Jane sonriente. Mark la miraba con admiración. Sirvió el café y revisaron rápidamente el correo de la mañana-. Ya lo he despachado casi todo.

– Como siempre. ¿Eso es todo?

– No -dijo ella. Había llegado la hora de la verdad-. Queda esto -con el corazón en un puño le tendió una hoja de periódico con un papel grapado.

– ¿Contactos? -preguntó él desconcertado-, ¿Qué es esto?

– Eso mismo, una sección de contactos. Le he preparado un anuncio para que lo revise.

– «Viudo, 34 años, con una hija pequeña, busca mujer cariñosa, N/F, SH, para RLP» -leyó Mark en voz alta. Levantó la vista del papel y dirigió a su secretaria una mirada interrogante.

– No fumadora -explicó ella alzando una ceja-, con sentido del humor, para relación a largo plazo.

– Jane, por favor, esto no irá en serio.

– ¿Por qué no? Su hija ha rechazado a cuatro niñeras expertas y altamente cualificadas en el mismo número de meses. Está intentando decirle de la única manera que puede que necesita algo más de lo que usted le da. Una madre. Y usted es la única persona que puede dársela.

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