Marion Lennox
El Castillo del Amor
El castillo del amor (2007)
Título Original: The heir's chosen bride (2006)
Serie: Castillo en Dolphin Bay 02
Se solicita información sobre el paradero de Dougal Douglas (o descendiente directo), hermano del lord Angus Douglas, barón de Loganaich. Por favor, póngase en contacto con el bufete Baird y O’Shannasy, en Dolphin Bay, Australia, para obtener más información.
– Señor Douglas, ha heredado usted el título de barón.
Hamish lanzó un gruñido. Llevaba muchas horas de retraso. El comité de la empresa Harrington llegaría en media hora y su nueva secretaria lo estaba volviendo loco.
– Por favor, dame el correo importante.
– Pero en esta carta dicen que es usted un barón. Tiene que leerla…
– Como leo las cartas que llegan de Nigeria ofreciéndome miles de dólares. Lo único que tengo que hacer es enviar el número de mi cuenta bancaria. Jodie, por favor, deberías ser un poco más espabilada.
– Oiga, que yo no soy tonta -replicó ella, indignada.
Pero le perdonaba. ¿Quién no lo haría? Hamish Douglas era el jefe más guapo del mundo. Jodie se había puesto a dar saltos de alegría cuando Marjorie se había retirado, dejándole el puesto a ella.
A sus treinta y tres años, Hamish era alto, moreno y guapísimo de morirse. Tenía el pelo ligeramente rizado, con el que se peleaba a menudo, unos ojos castaños siempre burlones y una sonrisa increíble. Cuando sonreía, que no era a menudo.
Hamish era uno de los corredores de Bolsa con más futuro de Manhattan, pero no parecía disfrutar de la vida.
Quizá sonreiría al saber que era un barón.
– Esto es, diferente -insistió-. En serio, señor Douglas, tiene que leer esta carta. Si es usted quien esta gente cree que es, ha heredado ciertas posesiones. Y «ciertas posesiones» en palabras de un abogado deben de querer decir una fortuna.
– No he heredado nada. Es una tomadura de pelo.
– ¿Qué es una tomadura de pelo? ¿Jodie te está molestando con el correo otra vez?
Jodie iba a levantarse, pero en cuanto se abrió la puerta del despacho volvió a dejarse caer sobre la silla. Marcia Vinel era la prometida de Hamish. Un problema. Jodie la había oído decirle en más de una ocasión que debería despedirla.
– Es una secretaria temporal. No tiene experiencia.
– Pero me cae bien -había replicado Hamish para alegría de Jodie-. Es inteligente, intuitiva y organizada. Además, me hace reír.
– Tu secretaria no está aquí para hacerte reír, Hamish -había replicado Marcia.
No, pensó Jodie, guardando la ofensiva carta en una carpeta. La vida era algo demasiado serio como para reírse. En la vida lo único importante era ganar dinero. Para ellos.
– ¿Qué dice la carta? -preguntó Marcia-. ¿Es uno de esos timos en los que sólo caen los tontos?
Jodie se puso a teclear en el ordenador, como si el asunto no fuera con ella.
– ¿Dónde está la carta? -insistió la novia de su jefe.
– Es una de ésas en la que te ofrecen millones -suspiró Hamish-. Y Jodie no me está molestando. Venga, Marcia, tengo mucho trabajo.
– He venido a decirte que la delegación de Harrington llegará dos horas más tarde de lo previsto. Su vuelo se ha retrasado, así que puedes relajarte.
– Voy a cambiar las reuniones que tenía para esta tarde -dijo Jodie entonces, levantándose-. Pero creo que debería leer la carta.
No le gustaba Marcia, pero Marcia lo obligaría a echarle un vistazo.
– Jodie, por favor. Una carta en la que dicen que tengo un titulo nobiliario y que he heredado una fortuna… eso son cosas de niños.
– Pero no piden los datos de su cuenta bancaria. Sólo dicen que se ponga en contacto con un bufete de abogados en Australia. Puede comprobarlo si quiere.
– Déjame ver -dijo Marcia entonces, como Jodie había supuesto. Marcia era abogada y trabajaba para la misma empresa que Hamish. Ella era el cerebro, él el dinero decían algunos…
Pero Hamish había ganado el dinero usando su cerebro. En fin, eran un buen equipo, desde luego.
Hubo un silencio mientras Marcia leía la carta. Y tampoco ella parecía pensar que era un engaño. Podía verlo en su cara.
– Hamish, ¿tienes un tío que se llama Angus Douglas? ¿En Australia?
– No -contestó él-. Bueno, creo, que no…
– ¿No conoce a sus tíos? -preguntó Jodie.
– Mi padre emigró desde Escocia cuando era un niño. Hubo una pelea familiar… no sé. Nunca le habló de mi familia a mi madre y murió cuando yo tenía tres años.
– ¿Y nunca te has interesado por tu familia? -preguntó Marcia, sorprendida.
– ¿Para qué?
– Para saber quiénes son. Para saber si tu padre pertenecía a una familia adinerada…
– No, mi padre no tenía dinero. Emigró después de la guerra, cuando todo el mundo salía huyendo de Europa. Cuando se casó con mi madre no tenía nada -contestó Hamish, pensativo-. Lo único que sé es…
– ¿Qué?
– En la universidad, mi compañero de habitación estudiaba Historia Contemporánea. Una vez miré un libro sobre la historia de los emigrantes escoceses para ver si podía encontrar… Por lo visto, mi padre salió de Glasgow en 1947, en el Maybelline. No había otro Douglas en la lista de pasajeros, así que tenía que ser él.
– A lo mejor emigró al mismo tiempo que su hermano -opinó Marcia-. Y a lo mejor su hermano se marchó a Australia. Cariño, en esta carta dice que ese hombre se llamaba Angus Douglas, barón de Loganaich, y que murió hace seis semanas en Australia. Están buscando a su hermano, Dougal Douglas, o algún descendiente directo. Tu padre se llamaba Dougal, ¿no?
– Sí.
Hamish hizo una mueca y Marcia sonrió. Jodie conocía bien esa sonrisa. Significaba que empezaba a oler dinero.
– No creo que haya muchos Dougal Douglas -murmuró Hamish-. Y en la lista de pasajeros del Maybelline, la dirección de mi padre era un sitio llamado Loganaich, Escocia. Miré en el mapa y es un pueblo pequeñísimo. Pensé que algún día iría a visitarlo, pero…
– Pero tenías mucho trabajo -terminó Marcia, la frase por él.
Desde luego que sí. Hamish había sido uno de los alumnos más jóvenes en conseguir el título de Comercio en la Universidad de Harvard. Después de eso, enseguida encontró trabajo en una prestigiosa firma de Bolsa en Nueva York y había escalado puestos con la velocidad del rayo. A los treinta y tres años, era socio de la empresa y multimillonario. No había tenido tiempo de volver a Escocia para buscar a su familia.
– Esto es genial -sonrió Jodie-. En la carta dicen que no están seguros de que sea usted la persona que buscan, pero podría ser. Su padre era uno de los tres hermanos Douglas que emigraron de Escocia en 1947. Los otros dos se fueron a Australia y su padre vino a Estados Unidos.
– Puede leerla él mismo -le espetó Marcia, tan encantadora como siempre, dándole la carta a su prometido.
– Será un engaño.
– Léela.
– Seguramente no será nada -insistió él, pero leyó la carta de todas maneras-. Esto de Loganaich… quizá debería echar un vistazo.
– Yo me informaré sobre el bufete -dijo Marcia-. De hecho, voy a hacerlo ahora mismo.
– No hace falta…
– Claro que sí -interrumpió Jodie-. Señor Douglas, en la carta dicen que es usted un barón y que ha heredado un castillo y todo. Un barón escocés. A lo mejor tiene que ponerse una falda escocesa.
– No pienso enseñar mis rodillas -sonrió Hamish.
Entonces sonó el teléfono y llegó el fax que había estado esperando toda la mañana, de modo que volvieron a trabajar.
Los castillos y los títulos tendrían que esperar.
– Creen que lo han encontrado.
Susie Douglas, de soltera McMahon, estaba sentada en la alfombra, frente a la chimenea del gran salón del castillo de Loganaich, jugando con su hija, Rose Douglas, de catorce meses, que empezaba a quedarse dormida.
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