• Quejarse

Pamuk - El castillo blanco

Aquí puedes leer online Pamuk - El castillo blanco texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 0, Género: Arte. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Pamuk El castillo blanco
  • Libro:
    El castillo blanco
  • Autor:
  • Genre:
  • Año:
    0
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

El castillo blanco: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "El castillo blanco" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Pamuk: otros libros del autor


¿Quién escribió El castillo blanco? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

El castillo blanco — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" El castillo blanco " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
A Nilgün Darvinoglu 1961-1980 buena persona y buena hermana Una galera - photo 1

A Nilgün Darvinoglu (1961-1980),

buena persona y buena hermana

Una galera italiana es prendida en aguas turcas a finales del siglo XVIII . Entre la tripulación se encuentra un joven veneciano astuto e inteligente, que presume de sus estudios en Física, Astronomía e Ingeniería, además de nociones de Letras y Filología, conocimientos que no impedirán que sea vendido como esclavo en el puerto de Estambul. Su comprador será un pintoresco astrónomo turco, el Maestro, con quien guarda un inquietante parecido. Según el Maestro, esa asombrosa semejanza redunda en lo extraordinario de su propia personalidad, que juzga contagiosa; pero la realidad es muy distinta: se trata de un ser torturado, incapaz de disfrutar de los placeres de la vida, aun cuando el destino le lleve a ser el intérprete de los sueños del sultán. El Maestro acude a la llamada del mandatario tras una formidable exhibición de fuegos artificiales; no obstante, llevado por su egoísmo y cansancio proverbial delegará en el esclavo la misión de acudir a las audiencias del sultán. Muy pronto la proximidad entre esclavo y sultán encenderá la ira del Maestro, que emprenderá una campaña de desacreditaciones e injurias contra su pupilo sin importarle que su actitud pueda perjudicar el gran proyecto que lleva años desarrollando junto a él: un arma de destrucción masiva para el líder del Imperio turco.

Orhan Pamuk El castillo blanco ePub r11 Sibelius 020913 Título - photo 2

Orhan Pamuk

El castillo blanco

ePub r1.1

Sibelius02.09.13

Título original: Beyaz Kale

Orhan Pamuk, 1985

Traducción: Rafael Carpintero, 2007

Editor digital: Sibelius

ePub base r1.0

ORHAN PAMUK nació en Estambul Turquía en 1952 Ha realizado estudios de - photo 3

ORHAN PAMUK nació en Estambul Turquía en 1952 Ha realizado estudios de - photo 4

ORHAN PAMUK nació en Estambul (Turquía) en 1952. Ha realizado estudios de Arquitectura y Periodismo, y ha pasado largas temporadas en Estados Unidos, en la Universidad de Iowa y en la Universidad de Columbia. Comenzó a destacar con sus primeras obras, y pronto se erigió en uno de los fenómenos literarios de la nueva literatura turca. Su éxito mundial se desencadenó a partir de los elogios que John Updike dedicó a su novela El castillo blanco. Desde entonces ha obtenido numerosos reconocimientos internacionales, como el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia, el Premio Grinzane Cavour en Italia y el Premio Internacional IMPAC de Dublín, y sus libros ya se han traducido a más de treinta idiomas. En 2005 recibió el Premio de la Paz de los libreros alemanes y en 2006 el premio Nobel de Literatura.

Notas
11

He llegado al final de mi libro. Puede que mis inteligentes lectores lo hayan dejado de lado tras concluir que en realidad mi historia había acabado hace mucho. En tiempos yo pensé lo mismo y guardé en un rincón estas páginas, escritas hace años, con la intención de no volverlas a leer jamás. Por aquel entonces estaba dispuesto a entregar todas las energías de mi mente a las otras historias, a las que inventaba para mi propio placer y no para el sultán, la de un comerciante que se convierte en lobo y se une a su manada, relatos de amor en inhóspitos desiertos y bosques helados en países que nunca había visto; quería olvidar este libro, esta historia. Quizá podría haberlo conseguido, aunque me constaba que no sería fácil después de tantos rumores como había oído y tantas experiencias como había vivido, pero me dejé seducir por las palabras de un huésped que vino a verme hace dos semanas y volví a sacar el libro de donde lo tenía guardado. Hoy sé que, de entre todas mis obras, ésta es la que más me gusta; la terminaré como debe ser, como deseo, como lo he soñado.

Desde nuestra vieja mesa, a la que me he sentado para acabar el libro, veo un pequeño velero que navega desde Cennethisar a Estambul, un molino entre los olivos lejanos, niños que juegan dándose empellones entre las higueras en la parte baja del huerto y el polvoriento camino que va de Gebze a Estambul. En invierno, con la nieve, no hay muchos viajeros, en primavera y verano veo las caravanas que se dirigen al este, a Anatolia, hacia Bagdad y Damasco; sobre todo pasan esos destartalados carros de bueyes que avanzan tan despacio, y a veces me emociono al ver a un jinete cuyas ropas no puedo distinguir, aunque, cuando se aproxima, comprendo que el viajero no viene a verme: en los últimos tiempos nadie viene y sé que ya nadie vendrá.

Pero no me quejo; para mí no existe la soledad: en los años en que ejercí de gran astrólogo ahorré mucho dinero, me casé y tengo cuatro hijos. Dejé el empleo en el momento más adecuado, quizá intuyendo los desastres que se avecinaban con el sexto sentido que me había hecho ganar el ejercicio de mi profesión: me refugié aquí, en Gebze, mucho antes de que los ejércitos del sultán fueran a Viena, de que con la rabia de la derrota ordenara que decapitasen a los bufones que le rodeaban y al gran astrólogo que me sucedió, de que nuestro soberano, tan aficionado a los animales, fuera destronado. Construí este caserón y me instalé en él con mis amados libros, mis hijos y dos de mis hombres. Mi esposa, con la que me casé siendo todavía gran astrólogo, es mucho más joven que yo, entiende mucho de asuntos domésticos y es ella quien se encarga de toda la casa y de otros asuntos insignificantes, dejándome solo en este cuarto todo el día para que yo, que tengo un pie en la setentena, escriba mis libros e imagine lo que quiera. Así puedo pensar en Él cuanto desee para encontrar un final adecuado a mi historia y a mi vida.

Sin embargo, en los primeros años procuraba no hacerlo. Cuando el sultán me preguntó por Él un par de veces, pudo ver que no me gustaba en absoluto aquel tema de conversación. Supongo que se quedó satisfecho con aquello, simplemente sentía curiosidad, pero nunca pude averiguar qué era lo que se la provocaba ni hasta qué punto. Al principio me decía que no debía avergonzarme porque Él me hubiera influido, por haber aprendido de Él. Sabía desde un primer momento que todos aquellos libros, calendarios y profecías que le había ido presentando a lo largo de años los había escrito Él; de hecho, también a Él se lo había comentado mientras yo estaba en casa afanándome con los bocetos de nuestra arma, que acabó encallada en la ciénaga; y sabía que me lo había contado, de la misma manera que yo le contaba todo a Él. Puede que por aquel entonces ninguno de nosotros hubiera perdido todavía la mesura, pero yo notaba que el sultán tenía más los pies sobre la tierra. Por entonces empecé a pensar que el sultán era más inteligente que yo, que sabía todo lo que había que saber y que jugaba conmigo para tenerme en un puño. Quizá hubiera en aquello cierto influjo del agradecimiento que sentía hacia el sultán por haberme salvado de aquella derrota que acabó encallada en la ciénaga y de la ira de los militares, rabiosos por los rumores de la maldición. Porque algunos soldados pidieron mi cabeza en cuanto supieron que el infiel se había fugado. Si en aquellos primeros años el sultán me lo hubiese preguntado abiertamente, creo que se lo habría contado todo. Por aquel entonces todavía no habían surgido rumores de que yo no era yo y me habría gustado hablar con alguien, le echaba de menos.

El hecho de vivir solo en la misma casa que habíamos habitado juntos durante tantos años me crispaba aún más los nervios. Tenía los bolsillos rebosantes de dinero y me acostumbré a ir al mercado de esclavos; estuve yendo y viniendo hasta que encontré lo que buscaba. Por fin compré a un pobrecillo que en realidad no se parecía demasiado ni a Él ni a mí y lo traje a casa. Esa noche le asusté de veras cuando le dije que me enseñara todo lo que sabía, que me hablara de su país y su pasado, aún peor, que me expusiera todos sus pecados, y finalmente cuando hice que se plantara ante el espejo. Fue una noche terrible, y el pobrecillo me dio pena: por la mañana lo manumitiría; pero me ganó la avaricia, lo llevé al mercado de esclavos y lo revendí. Luego hice saber por el barrio que había decidido contraer matrimonio. Vinieron muy alegres pensando que por fin acabaría pareciéndome a ellos, que por fin llegaría la tranquilidad a mi calle. Yo también estaba contento de parecerme a ellos, me sentía optimista y pensaba que se acabarían los rumores y que podría vivir en paz durante años inventándome historias para mi sultán. Seleccioné a mi esposa con sumo cuidado; por las noches incluso tocaba el laúd para mí.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «El castillo blanco»

Mira libros similares a El castillo blanco. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «El castillo blanco»

Discusión, reseñas del libro El castillo blanco y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.