Peter Tremayne
La Serpiente Sutil
Nº04 Serie Fidelma
Para Penny y David Durell de Beál na Carraige, Beara, West Cork,
en agradecimiento por su cálida y generosa hospitalidad
y por los consejos de Penny.
La serpiente era el más sutil de todos los animales del campo que Dios había hecho.
Génesis 3, 1
Los Annála Ulaidh (Anales de Ulster) son una de las grandes crónicas de Irlanda, y fueron compilados en 1498 por Cathal Mac Magnusa, arcediano de Clogher, basándose en fuentes anteriores. Otros escribanos continuaron los anales hasta el siglo XVII, cuando la crónica se utilizó como una de las fuentes principales para la recopilación de los Annála Ríoghachta Éireann, en la actualidad más conocidos como los «Anales de los cuatro maestros», recopilados entre 1632 y 1636 por varios historiadores bajo las órdenes de Micheál Ó Cléirigh.
La entrada correspondiente al mes de enero de 666 d.C. comienza: «Una mortandad en Irlanda. La batalla de Áine entre los Arada y los Uí Fidgenti…».
Ésta es la historia de los acontecimientos que desembocaron en ese conflicto en Cnoc Áine, en la actualidad Knockainey, dos millas al oeste de Hospital, Co. Limerick, y del papel que desempeñó Fidelma en ellos.
Las historias anteriores han mostrado algunas de las diferencias entre la Iglesia irlandesa en el siglo VII, que en la actualidad se conoce en general como la Iglesia celta, y Roma. La mayor parte de la liturgia y las filosofías eran diferentes. También ha quedado claro que el concepto de celibato entre los religiosos no era popular en aquellos tiempos, ni en la Iglesia celta ni en la romana. Hay que recordar que en la época de Fidelma, muchas casas religiosas albergaban con frecuencia a personas de ambos sexos y que, a menudo, éstas se casaban y educaban a sus hijos en la fe. Incluso los abades y obispos podían casarse y así lo hacían en ese período. El conocimiento de este hecho resulta esencial para entender el mundo de Fidelma.
Dado que la mayoría de lectores encontrará que la Irlanda del siglo VII resulta un lugar muy desconocido, he proporcionado un mapa del reino de Muman. He conservado este nombre en lugar del término anacrónico que se formó al añadirse la palabra nórdica stadr ('lugar') a Muman en el siglo IX d.C. y que dio lugar al nombre moderno de Munster. Como también algunos antropónimos irlandeses del siglo VII pueden resultar desconocidos, he incluido, para que sirva de ayuda, una lista de los personajes principales.
Para finalizar, los lectores recordarán que Fidelma aplica el antiguo sistema social irlandés con sus leyes, las leyes del Fénechus, más popularmente conocidas como las leyes brehon (de breaitheamh, un juez). Es una abogada experta en tribunales, una posición que no era en absoluto inusual para una mujer en la Irlanda de aquellos tiempos.
Sor Fidelma de Kildare, dálaigh o abogada de los tribunales de Irlanda en el siglo VII.
Hermano Eadulf, monje sajón de Seaxmund's Ham, en la tierra de South Folk.
Ross, capitán de un barc costero o velero.
Odar, su timonel.
En la Abadía de El Salmón de los Tres Pozos
Abadesa Draigen
Sor Síomha, rechtaire o administradora de la abadía
Sor Brónach, doirseór o conserje de la abadía
Sor Lerben, hermana de la comunidad
Sor Berrach, hermana minusválida de la comunidad
Sor Comnat, bibliotecaria
Sor Almu, ayudante de la bibliotecaria
En la fortaleza de Dún Boí
Adnár, bó-aire o magistrado local
Hermano Febal, anam-chara o alma amiga de Adnár
Olcán, hijo de Gulban Ojos de Lince, jefe de los Beara
Torcán, hijo de Eoganán, príncipe de los Uí Fidgenti y huésped de Adnár
Beccan, jefe brehon o juez de los Corco Loígde.
Hermano Cillín de Mullach
Máil, guerrero de los Loígde
Barr, un granjero
El gong sonó doce veces, y su vibración despertó a sor Brónach de su meditación. Luego volvió a oír una vez más el gong; una sola nota, clara y aguda. Exhaló un suspiro al darse cuenta de lo avanzado de la hora y, arrodillada ante la estatua del Cristo Doloroso, se puso rápidamente en pie e hizo una genuflexión. Fue un movimiento automático, hecho deprisa, sin pensar, luego se giró y salió de la duirthech, la capilla de madera de la abadía.
Se detuvo en el pasillo enlosado situado en el exterior de la capilla, pues percibió el curioso chancleteo de unas sandalias con suela de cuero sobre las piedras. Desde la esquina lejana, por el lóbrego pasillo iluminado con candiles de grasa humeantes sujetos a las paredes con receptáculos de hierro, se acercaba una procesión de personas encapuchadas y con hábitos oscuros, caminando de dos en dos. Las figuras encapuchadas de las hermanas, conducidas por la matriarca de la orden, alta e imponente, parecían una fila de espectros rondando por el sombrío pasillo. Las hermanas de la comunidad de El Salmón de los Tres Pozos, un eufemismo para nombrar a Cristo, avanzaban arrastrando los pies con las cabezas gachas; ninguna de ellas alzó la mirada al pasar ante sor Brónach, que se encontraba junto a la puerta abierta de la capilla. Ni siquiera la abadesa Draigen se dio cuenta de su presencia. Las hermanas se dirigieron, sin hablar, hacia el interior de la capilla para realizar las oraciones del mediodía. La última de las hermanas se detuvo para cerrar la puerta tras la procesión.
Sor Brónach había esperado, con las manos cruzadas delante y la cabeza respetuosamente inclinada, mientras pasaban ante ella. Sólo cuando la puerta de la capilla se cerró suavemente con un ruido sordo detrás de la procesión, levantó la cabeza. Resultaba evidente por qué tenía ese nombre sor Brónach. Su contención era, ciertamente, triste. La religiosa de mediana edad nunca sonreía. De hecho, no demostraba nunca emoción alguna, sus rasgos parecían grabados permanentemente con arrugas de afligida meditación. Corría un dicho irreverente entre sus compañeras religiosas: si Brónach la Triste sonriera sería el anuncio de la «segunda venida» del Salvador.
Brónach llevaba cinco años de doirseór, conserje, de la comunidad que había sido fundada por santa Necht la Pura hacía tres generaciones. La fundación se encontraba encaramada en una solitaria península al sur de Muman, uno de los cinco reinos de Éireann, situado en el sudoeste. Estaba al pie de las montañas, en una cala pequeña y boscosa. Brónach había ingresado en la comunidad cuando era una mujer joven, tímida y poco emprendedora, hacía treinta años. Había buscado refugio en la comunidad simplemente para huir de la vida dura y difícil de su pueblo, ubicado en una isla apartada. Ahora, alcanzada la mediana edad, sor Brónach seguía siendo tan tímida y carente de iniciativa como siempre; se contentaba con dejar que su vida se viera gobernada por el sonido del gong procedente de la pequeña torre, donde se hacían guardias para vigilar el reloj de agua de la comunidad. Ésta tenía fama en todo el reino por su extraordinario respeto del horario. Al oír el gong, sor Brónach tenía que llevar a cabo alguna tarea propia de su cargo como conserje de la comunidad. Su cargo, doirseór, tal vez suene trascendente, pero no era más que un título para una criada para todo. Sin embargo, sor Brónach parecía satisfecha con su suerte en la vida.
El gong acababa de dar la hora del mediodía, momento en que sor Brónach tenía la obligación de sacar agua del pozo y llevarla a los aposentos de la abadesa Draigen. Después de las oraciones y la comida de mediodía, a la abadesa le gustaba bañarse con agua caliente. Por tanto, en lugar de asistir a los servicios con el resto de las hermanas, Brónach se retiraba para sacar el agua.
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