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Peter Tremayne - Nuestra Señora De Las Tinieblas

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Nuestra Señora de las tinieblas, sor Fidelma se enfrenta a una auténtica carrera contra el tiempo de cuyo resultado depende la vida de su compañero Eadulf, declarado culpable del brutal asesinato de una joven y pendiente sólo de que se cumpla la sentencia a muerte. Nunca una investigación había implicado tan personalmente a alguien cercano a Fidelma, pero aun así deberá mantener la sangre fría para desentrañar una escabrosa historia de sexo, ignominia y muerte. Fidelma es incapaz de creer en la culpabilidad de su buen amigo, pero a medida que avanzan sus pesquisas, para las que sólo cuenta con veinticuatro horas, el puzzle al que creía enfrentarse empieza a tener más piezas de las que ella (y el lector) esperaban; ¿o quizá el puzzle es mayor de lo que parecía inicialmente? La combinación de fidelidad histórica, potencia de las tramas y pulso narrativo hacen de Tremayne uno de los grandes escritores de ficción histórica de nuestro tiempo.

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Peter Tremayne Nuestra Señora De Las Tinieblas N 9 Serie Sor Fidelma Para - photo 1

Peter Tremayne

Nuestra Señora De Las Tinieblas

Nº 9 Serie Sor Fidelma

Para Michael Thomas, agente literario,mentory amigo, que me guió a lo largode mis primeros años de escritor profesional.

Las tinieblas no tanto disipancuantosacan a la luz nuestros temores.

Lucio Anneo Séneca

(el Joven, hacia 4a. C. – 65 d. C.).

Nota histórica

Los misterios de sor Fidelma se desarrollan durante la mitad del siglo VII d. C.

Sor Fidelma no es simplemente una religiosa, otrora miembro de la comunidad de Santa Brígida de Kildare. Es además una cualificada dálaigh, o abogada de los antiguos tribunales de justicia de Irlanda. Dado que muchos lectores no estarán familiarizados con estos antecedentes, este prólogo proporcionará algunos puntos de referencia fundamentales, de manera que cada historia se comprenda sin ningún problema.

En el siglo VI d. C, Irlanda estaba compuesta por cinco reinos provinciales; de hecho, la palabra irlandesa que se emplea en la actualidad para «provincia» sigue siendo cúige, que literalmente significa «una quinta parte». Los cinco reyes provinciales -de Ulaidh (Ulster), de Connacht, de Muman (Munster) y de Laigin (Leinster)- juraron ser leales al Ard Rí o rey supremo, que reinaba desde Tara, en la quinta provincia «real» de Midhe (Meath), que significa «provincia central». Incluso entre estos reinos provinciales había una descentralización del poder en reinos menores y territorios gobernados por clanes.

En esta historia, el lector encontrará referencias al conflicto que se desarrolló entre Muman y Laigin por las tierras fronterizas del subreino de Osraige (Ossory), cuyo dominio ambos reivindicaban. Los detalles de dicho conflicto aparecen en el misterio de Fidelma Sufrid, pequeños.

La ley de la primogenitura, que concedía el derecho de sucesión al hijo o a la hija mayor, era un concepto desconocido en Irlanda. El parentesco, desde el jefe del clan inferior al rey supremo, sólo era hereditario en parte y, sobre todo, electoral. Cada gobernante era elegido por el derbhfine de su familia, un mínimo de tres generaciones reunidas en cónclave. Si un gobernante no buscaba el bienestar del pueblo, se le acusaba de no desempeñar debidamente sus funciones y se le destituía del cargo. Así pues, el sistema monárquico de la antigua Irlanda tenía más cosas en común con una república actual que con las monarquías feudales de la Europa medieval.

En el siglo VII d. C, Irlanda se regía por un sistema de leyes sofisticadas, conocidas como las Leyes de los Fénechas (cultivadores de la tierra), que a la larga se conocerían popularmente como las Leyes Brehon, a raíz de la palabra breitheamh, juez. Según la tradición, estas leyes se promulgaron por primera vez en el año 714 a. C. por orden del rey supremo Ollamh Fódhla. Sin embargo, en 438 d. C. el rey supremo Laoghaire nombró una comisión de nueve eruditos para estudiar, revisar y verter las leyes a la nueva escritura en caracteres latinos. Una de aquellas personas fue Patricio, el que luego se convertiría en santo patrón de Irlanda. Tres años después, la comisión ya tenía un texto escrito de las leyes, la primera codificación que se conoce.

Los primeros textos íntegros de las leyes antiguas de Irlanda que han sobrevivido se conservan en un manuscrito del siglo XI en la Royal Irish Academy de Dublín. La administración colonial de Inglaterra en Irlanda no suprimió el uso del sistema de Leyes Brehon hasta el siglo XVII, cuando poseer siquiera una copia de los libros de la ley se castigaba a menudo con la pena de muerte o con la deportación.

El sistema legal no era estático, ya que cada tres años, en el Féis Temhrach (festival de Tara) abogados y administradores se reunían para analizar y revisar las leyes a la vista de una sociedad cambiante y de sus necesidades.

Bajo estas leyes, las mujeres ocupaban un lugar excepcional. Las leyes irlandesas concedían más derechos y protección a las mujeres que cualquier otro código legal occidental de aquella época, o de los que se les han concedido desde entonces. Las mujeres podían aspirar -y aspiraban- a cualquier cargo y profesión en igualdad de condiciones con los hombres. Podían ser dirigentes políticas, podían estar al mando de su pueblo en combate como guerreras, podían ser médicos, podían ser jueces locales, poetas, artesanas, abogadas y magistradas. En la actualidad conocemos muchos nombres de mujeres magistradas de la época de Fidelma: Bríg Briugaid, Áine Ingine Iugaire, o Darí, entre tantos otros. Por ejemplo, Darí no solamente fue juez, sino autora de un célebre texto jurídico, redactado en el siglo VI d. C. Las leyes protegían a las mujeres del acoso sexual, de la discriminación, de la violación; tenían derecho a divorciarse de sus maridos en igualdad de condiciones gracias a leyes de separación equitativas, y podían exigir parte de la propiedad de éstos como un acuerdo de divorcio; tenían derecho a poseer y heredar tierras y propiedades, así como a recibir un subsidio por enfermedad si enfermaban o eran hospitalizadas (en la antigüedad, Irlanda albergaba el sistema de hospitales más antiguo conocido en Europa). Desde la óptica actual, las Leyes Brehon permitían conservar un entorno idóneo para las mujeres.

Este contexto histórico, así como la marcada diferencia de Irlanda con sus vecinos, deben tenerse en cuenta para comprender la función de Fidelma en los hechos que se relatan.

Fidelma nació en Cashel, capital del reino de Muman (Munster), en el suroeste de Irlanda, en el año 636 d. C. Fue la hija menor de Faílbe Fland, el rey, que falleció un año después de nacer su hija, por lo que fue criada bajo el consejo de un primo lejano, el abad Laisran de Durrow. Cuando Fidelma cumplió la «edad de elegir» (los catorce años), considerada la edad a la que las mujeres alcanzaban la madurez, ingresó en la escuela barda del brehon Morann de Tara, como era costumbre entre muchas jóvenes de su edad. Tras ocho años de estudio, Fidelma obtuvo el título de anruth, solamente un grado por debajo del título superior que se otorgaba antiguamente tanto en las universidades bardas como en las universidades eclesiásticas de Irlanda. El título de mayor grado era el de ollamh, palabra que todavía hoy se emplea en irlandés moderno para «profesor». Fidelma estudió derecho y, en concreto, el código penal del Senchus Mór y el código civil del Leabhar Acaill. Por tanto, obtuvo el título de dálaigh o abogada de los tribunales.

Su función principal podría equipararse en la actualidad a la de un juez suplente de un distrito en Escocia, cuya labor consiste en recopilar y evaluar las pruebas con independencia de la policía, a fin de averiguar si una acusación tiene fundamento o no. La denominación moderna de «juez de instrucción» encierra una función similar. No obstante, en ocasiones Fidelma se ve obligada a participar en procesos en los tribunales de justicia o, como sucede en la presente narración, a defender, e incluso a dictar sentencias, en casos menores y a falta de un brehon.

En aquella época, buena parte de las clases profesionales e intelectuales eran miembros de las nuevas órdenes religiosas cristianas, del mismo modo que en siglos anteriores los profesionales e intelectuales eran los druidas. Fidelma ingresó en la orden religiosa de Baldare, fundada a finales del siglo v d. C. por santa Brígida.

Si bien el siglo VII d. C. ha sido considerado en Europa como parte de la Edad de las tinieblas, para Irlanda, en cambio, constituyó una auténtica «Edad de Oro». Estudiantes de todas partes de Europa acudían a las universidades irlandesas para formarse, incluso los hijos de muchos reyes anglosajones. Hay constancia de que en la universidad de Durrow había, al menos, dieciocho naciones de aquella época representadas entre los estudiantes. Al mismo tiempo, misioneras y misioneros irlandeses partían a ultramar para reconvertir al cristianismo a una Europa pagana, fundando iglesias, monasterios y centros de estudio por todo el continente hasta Kiev (Ucrania) por el este, las islas Feroe por el norte y Tarento por el sur, en Italia. Irlanda era sinónimo de alfabetización y educación.

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