J D Robb
Afines en la Muerte
Eve Dallas – 35
Bienvenidas, tristezas afines!
Horrores simpáticos, salve!
– James Thomson
Una mentira que es la mitad de una verdad es
Siempre la más negra de las mentiras.
– Tennyson
Se había muerto e ido al cielo. O mejor aun, porque quién sabe si realmente había buen sexo y mañanas perezosas de fiesta en cielo. Ella estaba viva y coleando.
Bueno, viva de de cualquier manera. Un poco dormida, muy satisfecha y feliz de que el final de las guerras urbanas -casi cuarenta años antes- hubiera dado lugar a la fiesta del Día de la Paz Internacional.
Tal vez el domingo de junio había sido seleccionado de manera arbitraria, y ciertamente simbólica-y tal vez los restos de esa fea época todavía cubrían el panorama mundial, incluso en el 2060-, pero se suponía que las personas tenían derecho a sus desfiles, comidas al aire libre, discursos al viento, y fines de semana de largas borracheras.
Personalmente, ella estaba feliz de tener dos días libres consecutivos por cualquier motivo. Especialmente cuando un domingo se iniciaba como éste.
Eve Dallas, policía de homicidios y pateadora de culos, tumbada desnuda sobre su marido quien le había dado un pequeño vistazo del cielo. También pensó que le había dado e él un buen vistazo mientras yacía debajo de ella, con una mano perezosa acariciando su trasero, y su corazón latiendo como un martillo turbo.
Ella sintió el golpe en la cama de su gato regordete, Galahad, uniéndose a ellos ahora que el espectáculo había terminado.
Pensó: Nuestra pequeña familia feliz en una mañana de domingo. ¿Y no era eso una cosa asombrosa? Ella tenía una pequeña familia feliz -una casa, un hombre absurdamente hermoso y fascinante que la amaba, -y sin ser exagerada- realmente buen sexo.
Por no mencionar el día libre.
Ronroneó casi con tanto entusiasmo como el gato, y acarició la curva del cuello de Roarke.
– Bien -dijo ella-.
– Por lo menos.- Sus brazos la abrazaron, un abrazo agradablemente tierno. -¿Y qué te gustaría hacer ahora?
Ella sonrió, amando el momento, la cadencia de Irlanda en su voz, el roce de la piel del gato contra el brazo cuando la embistió con la cabeza en un intento por llamar la atención.
O más probable, por el desayuno.
– Casi nada-.
– Nada puede ser arreglado.-
Sintió moverse a Roarke, y oyó aumentar el ronroneo del gato, cuando las manos que recientemente le habían dado placer a ella lo rascaron.
Ella se apoyó para mirarle la cara. Sus ojos se abrieron.
Dios, eso la mató, aquellos ojos azules, brillantes, de oscuras y espesas pestañas y la sonrisa en ellos, eran solo de ella. Sólo de ella.
Inclinándose, tomó la boca mágica con la suya en un beso profundo, de ensueño.
– Bien, eso esta lejos de ser nada.-
– Te amo.- Ella lo besó en las mejillas, un poco ásperas por el crecimiento de la barba durante la noche. -Tal vez porque eres tan guapo.-
Lo era, pensó, cuando el gato los interrumpió moviendo su cabeza bajo el brazo y metiéndose entre ellos. Los labios esculpidos, ojos agudos de hechicero, y los huesos definidos, todo ello enmarcado por la seda negra de su pelo. Cuando se añadía al conjunto, un cuerpo largo y desgarbado, hacía un maldito paquete perfecto.
El se las arregló para eludir el gato y atraerla hacia sí para darle otro beso, y luego siseó.
– ¿Por qué diablos no bajas y molestas a Summerset por el desayuno?- Roarke movió el brazo para apartar al gato, que frotaba sus patas y garras, dolorosamente, sobre su pecho.
– Yo iré a buscarlo. Quiero café de todos modos. -
Eva se levantó de la cama, caminó -delgada y desnuda-, al AutoChef del dormitorio.
– Tú me costaste otra, bola de pelo-, murmuró Roarke.
Los ojos bicolores de Galahad brillaron, tal vez divertidos, antes de revolverse en la cama.
Eve programó la cafetera, y como era un día de fiesta, un plato de atún. Cuando el gato se abalanzó sobre el con hambre, programó dos tazas de café fuerte y negro.
– Pensé en bajar para tener un poco de entrenamiento, pero una persona se ocupó de eso ya.- Ella tomó el primer sorbo mientras regresaba a la plataforma y al lecho del tamaño de un lago. -Voy a tomar una ducha.-
– Voy a hacer lo mismo, entonces te puedo agarrar.- Él sonrió mientras le entregaba su café. -Un segundo entrenamiento, debo decir. Muy saludable. Quizá sigamos con un irlandés completo. -
– Tú eres un irlandés completo.-
– Yo estaba pensando en el desayuno, pero puedes tener ambas cosas.-
¿No se veía feliz, y -pensó- deliciosamente descansada? Ese cabello marrón revuelto sobre la cara, los grandes ojos oscuros llenos de diversión. La abolladura pequeña en la barbilla que adoraba se profundizaba un poco cuando sonreía.
Había algo en el momento, pensó, en momentos como este cuando estaban tan en sintonía, que le parecía un milagro.
La policía y el ex-criminal que se reformó, reunían las condiciones necesarias, y era tan normal como la ensalada de papas de día de Acción de Gracias.
Él la estudió por encima del borde de su taza, a través de la bocanada de vapor fragante. -Estoy pensando que deberías usar ese traje con más frecuencia. Es uno de mis favoritas. -
Eve ladeó la cabeza, bebió más café y dijo -Estoy pensando en que quiero una ducha muy larga.-
– ¿No es curioso? Creo que quiero lo mismo-.
Ella tomó un último sorbo. -Entonces será mejor que empecemos. -
Más tarde, demasiado perezosa para vestirse, se colocó una bata mientras Roarke programaba más café y un desayuno completo irlandés para dos personas. Era todo tan… hogareño, pensó. El sol de la mañana golpeaba en las ventanas de la habitación, más grande que el apartamento en el que había vivido dos años antes. El próximo mes harían dos años de matrimonio, pensó. Él había entrado en su vida, y todo había cambiado. Él la había encontrado, ella lo había encontrado, -y todos aquellos lugares oscuros dentro de los dos se habían vuelto un poco más pequeños y un poco más brillantes.
– ¿Qué quieres hacer ahora?- Le preguntó.
Lo miró cuando cargó los platos y el café en una bandeja para llevarlos a la sala de estar.
– Pensé que el programa era no hacer nada.-
– Puede no ser nada, o puede ser algo. Por ejemplo ayer, hubo mucho de nada. Probablemente hay algo en las reglas del matrimonio que puedas escoger para hoy. -
– Ah, sí, las reglas.- Bajó la bandeja. -Siempre un policía.-
Galahad no quitaba los ojos de los platos como si no hubiera comido en días. Roarke apuntó con un dedo de advertencia hacia él, así que el gato volvió la cabeza con disgusto y comenzó a lavarse.
– Mi elección entonces, ¿no?- El cortó sus huevos, pensándolo. -Bueno, vamos a pensar. Es un bonito día de junio. -
– Mierda-.
Levantó la frente.
– ¿Hay algún problema con junio, o con los días hermosos?-
– No. Mierda. Junio. Charles y Louise. -Frunciendo el ceño, mordió el tocino. -La boda. Aquí-.
– Sí, el próximo Sábado por la noche, y hasta donde yo sé, eso está todo bajo control.-
– Peabody dijo que, debido a que soy la amiga más antigua de Louise- la madrina de honor o lo que sea-, se supone que debo estar en contacto con Louise todos los días esta semana para asegurarme de que no necesita que yo haga algo.- El ceño de Eve se oscureció cuando pensó en Peabody, su pareja. -Eso no puede ser correcto, ¿verdad? Todos los días? Es decir, Jesús. Además, ¿qué diablos podía ella necesitar que yo haga? -
– ¿Mandados?-
Ella dejó de comer, entrecerró los ojos en él. -¿Mandados? ¿Qué quieres decir con mandados? -
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