Las ideas de Karl Marx son probablemente las que más han influido en el mundo después de las de Jesucristo. En esta apasionante y en ocasiones muy divertida biografía se nos presenta por primera vez a Karl Marx en su faceta más humana. Un apasionado agitador, que pasó casi toda su vida encerrado en la sala de lectura del Museo Británico; un hombre sociable y simpático que, sin embargo, acabó enemistado con casi todos sus amigos; un abnegado padre de familia que dejó embarazada a la criada; un intelectual profundamente serio al que le gustaba beber, contar chistes y fumar puros y un hijo pródigo al que su madre le dijo: «Habría preferido que reunieras un capital en vez de escribir sobre él». La vida y las ideas de Marx, su encanto y su cólera, se muestran en toda su complejidad y contradicción: la de un brillante y provocador filósofo que vivió, como en los libros de Dickens, los tiempos difíciles de un caballero venido a menos.
Francis Wheen
Karl Marx
ePub r1.0
Spleen 23.06.15
Título original: Karl Marx
Francis Wheen, 2012
Traducción: Rafael Fontes Muñoz
Prólogo: César Rendueles
Editor digital: Spleen
ePub base r1.2
A Julia
FRANCIS WHEEN (Reino Unido, 1957) es un escritor y periodista británico, ganador del premio al columnista del año por sus artículos en el Guardian. Colabora en la revista satírica Private Eye y ha escrito varios libros, entre otros esta imprescindible biografía de Marx, traducida a más de veinte idiomas, el exitoso How Mumbo Jumbo Conquered the World y La historia de El Capital, así como una antología de sus artículos, Hoo-Hahs and Passing Frenzies. Obtuvo el premio George Orwell en 2003. Todos sus libros han tenido un extraordinario recibimiento tanto por la crítica como por el público.
Notas
En las notas se utilizan las siguientes abreviaturas:
MECW: Karl Marx, Frederick Engels, Collected Works (47 volúmenes publicados desde 1975 por Progress Publishers, Moscú, en colaboración con International Publishers Co. Inc., Nueva York, y Lawrence & Wishart, Londres).
RME: Reminiscences of Marx and Engels, Moscú, Foreign Languages Publishing House, sin fecha de edición.
KMIR: Karl Marx: Interviews and Recollections, David McLellan, ed., Londres, Macmillan, 1981.
Cuando en la traducción se han podido encontrar referencias, estas por lo general se han tomado de la siguiente dirección de internet en ingléshttp://www.marxists.org/archive/marx:, que luego se han contrastado con la siguiente en castellano de la Universidad Complutense de Madridhttp://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/index.htm:.
En este caso, se citan solo los nombres de las obras y los capítulos, únicas referencias para buscar en la red, omitiéndose el número de página.
Otras indicaciones sobre las fuentes se incluyen en las propias notas.
Prólogo
En los años noventa, en lo más crudo de la posmodernidad, yo estudiaba en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense. Entre otras cosas, me interesaba lo que, a grandes rasgos, se podría denominar la tradición materialista: un conjunto de autores de muy distintas disciplinas —desde la historia a la teoría literaria, pasando por la economía— que se consideraban a sí mismos afines al legado intelectual y político de Marx.
En aquel momento era un área de estudios crepuscular. El juicio unánime sobre la economía marxista era que se trataba de un cadáver conceptual que solo interesaba a un puñado de académicos que lo mismo podían haberse dedicado a discutir sobre los epiciclos ptolemaicos. La sociología de Marx, se decía, no recogía ni la complejidad de las relaciones laborales del capitalismo postindustrial ni la autopercepción de la mayor parte de la gente, que se veía a sí misma como de clase media. En términos políticos, el marxismo parecía incompatible con los nuevos movimientos sociales relacionados con la identidad cultural, el género o el medio ambiente. Y, por supuesto, para la mayor parte de los filósofos se trataba de una doctrina groseramente esencialista que había quedado superada tras el fin de los grandes «metarrelatos».
Así que, básicamente, uno tenía que estar disculpándose todo el rato por estudiar a Marx. Por ejemplo, Jacques Attali comenzaba su biografía de Marx justificando su interés por un pensador al que «casi nadie estudia» y es considerado «responsable de algunos de los mayores crímenes de la Historia». Incluso entre los marxólogos se consideraba de mal tono hablar de sus obras más conocidas y energéticas, como el Manifiesto comunista. En cambio, se preferían textos oscuros y supuestamente filosóficos, como los Grundrisse. La idea era que hurgando en el caos bibliográfico de la obra de Marx uno iba a encontrar una piedra de Rosetta que modulara su herencia teórica para adaptarla al medioambiente intelectual posmoderno.
En la segunda década del siglo XXI, las cosas han cambiado muchísimo. Tras el estallido de la crisis económica en 2008, Marx ha retornado a las bibliografías universitarias y a los anaqueles de las librerías con mucha fuerza. En 2010, el diario Público regalaba con el periódico el resumen clásico de El capital de Gabriel Deville. En la Feria del Libro de Madrid de 2012, el libro más vendido fue una edición ilustrada del Manifiesto comunista. El filósofo vivo más conocido del mundo, Slavoj Zizek, es un materialista dialéctico experto en ideología. El ensayo más comentado de 2014 ha sido un libro titulado El capital en el siglo XXI…
Este proceso de muerte y resurrección del marxismo no es, en realidad, tan novedoso. La presencia de Marx siempre ha sido muy guadianesca. El marxismo se ha ido transformando, apareciendo y desapareciendo a lo largo de la historia del capitalismo. Por supuesto, su declive a finales del siglo pasado tuvo mucho que ver con la vertiginosa e inesperada descomposición del bloque soviético a partir de 1989. Durante cincuenta años, casi un tercio de la humanidad vivió en países en los que una versión espuria y degradada del pensamiento de Marx se consideraba la «filosofía oficial». Su rostro barbudo era ubicuo en billetes de banco, monumentos públicos o instituciones oficiales. Así que no es de extrañar que el derrumbe del socialismo real arrastrara consigo el interés por el materialismo histórico al menos en Europa del Este. El marxismo occidental, por su parte, se había distanciado de forma generalizada de la ideología soviética a costa de convertir la crítica del capitalismo en una exquisita obra de orfebrería conceptual, sin duda sofisticada pero carente de punch político e incapaz de interpelar a una mayoría social.
Los neoliberales recorrieron exactamente el camino contrario. Después de la Segunda Guerra Mundial, el liberalismo radical se había convertido en una escuela marginal, una extravagancia académica que sobrevivía en unos cuantos departamentos de economía. Tres décadas después, en el contexto de la crisis de los estados del bienestar de los años setenta, los defensores del mercado libre iniciaron el asalto a los centros de poder político y económico occidentales e impulsaron una revolución ideológica que cambió la manera de pensar de millones de personas. Grandes masas de votantes de clase trabajadora apoyaron con entusiasmo políticas que apenas unos años antes hubieran considerado un atentado evidente contra sus intereses materiales más inmediatos.