¿Qué leyes naturales gobiernan los cielos? ¿Puede decirse que el Universo tiene un centro? ¿Dónde se sitúa la tierra en relación con ese centro? ¿Cómo se mueven los planetas? ¿Qué los mantiene en órbita? Miles de años llevan los seres humanos tratando de responder a estas preguntas. En A hombros de gigantes, el gran físico teórico Stephen Hawking explica cómo los grandes hombres de la ciencia como Copérnico, Galileo, Kepler, Newton y Einstein construyeron sus teorías a partir de las geniales contribuciones de sus predecesores y cómo nos han legado, en conjunto, un tesoro de conocimientos científicos que nadie puede ignorar. En este libro sin par se reúnen por primera vez en la historia de la edición las cinco mayores obras de la física y la astronomía precedidas por breves ensayos de Stephen Hawking en los que explica quiénes fueron los genios que las escribieron, los grandes retos que tuvieron que afrontar y su perenne contribución a la cultura universal. Hallamos en él, en efecto, escritos originales de Albert Einstein publicados por primera vez en El principio de relatividad y los libros siguientes: Sobre las revoluciones de las esferas celestiales, de Nicolás Copérnico; Diálogos sobre las dos ciencias, de Galileo Galilei; el libro quinto de Armonías del mundo, de Johannes Kepler y los Principia de Isaac Newton.
Título original: The Illustrated On The Shoulders of Gigants. The Great Works of Physics and Astronomy
El universo según Ptolomeo, uno de los astrónomos griegos más influyentes de su tiempo (c. 165 d. C.). Ptolomeo propuso la teoría geocéntrica en una forma que prevaleció durante 1400 años.
NOTA A ESTA EDICIÓN
David Jou ha traducido la Introducción a esta obra, así como las presentaciones a la «Vida y obra» de Copérnico, Galileo, Newton y Einstein. Suya es también la versión española que actualiza la anotación de la obra de Copérnico, Galileo y Newton.
Respecto a los textos de los científicos aquí reunidos, nuestra edición parte de traducciones directas de sus respectivos originales, editados pensando en un público amplio. Los fragmentos que omitimos se señalan en el texto mediante tres puntos asteriscos (∗∗∗). Detallamos a continuación otros datos relevantes:
Sobre las revoluciones de los orbes celestes, de Nicolás Copérnico, se editó por vez primera en 1543 bajo el título De revolutionibus orbium coelestium. La versión castellana que reproducimos se debe a Carlos Mínguez y Mercedes Testal y fue publicada con anterioridad por Editora Nacional en Madrid, 1982.
La primera impresión del Diálogo sobre dos nuevas ciencias, de Galileo Galilei, a cargo de Louis Elzevier apareció en Leiden en 1638 bajo el título Discorsi e Dimostrazione Mathematiche intorno a due nuove scienze. Nuestra edición sigue la que, elaborada por Carlos Solís y Javier Sádaba, fue publicada por Editora Nacional (Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, Madrid, 1976).
De Las armonías del mundo, de Johannes Kepler, se ha seleccionado aquí el Libro V. La obra fue impresa en 1619 bajo el título Harmonices Mundi. La traducción castellana del original latino ha sido llevada a cabo por José Luis Arántegui Tamayo.
Los Principios matemáticos de la filosofía natural, de Isaac Newton, fueron publicados en 1687 bajo el título Philosophicae naturalis principia mathematica. La traducción castellana reproduce aquí la elaborada por Eloy Rada García y publicada por Afianza (Madrid, 1987).
De la obra de Albert Einstein se han seleccionado cuatro ensayos de la colección de artículos publicada en alemán bajo el título Das Relativitätsprinzip y recogida en The Principies of Relativity: A Collection of Original Papers on the Special Theory of Relativity, obra que reúne los trabajos de H. A. Lorenz, A. Einstein, H. Minkowski y H. Weyl (Teubner, Leipzig, 1922). La traducción castellana ha sido llevada a cabo por Javier García Sanz. El primer artículo reproduce la publicada previamente por Crítica en 2001. Sus respectivos títulos originales, así como sus datos editoriales, pueden hallarse en nota a pie de página al inicio de cada uno de ellos.
Los editores
Aunque la visión ptolemaica del Sol, los planetas y las estrellas hace tiempo que ha sido descartada, algunas de nuestras percepciones son todavía herederas de su legado. Así, para ver amanecer miramos hacia el este (cuando, en relación con la Tierra, el Sol es estacionario), nos parece ver moverse los cielos sobre nosotros y hablamos de direcciones norte, sur, este y oeste, ignorando el hecho de que nuestra Tierra es un globo.
INTRODUCCIÓN
«Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes», escribió Isaac Newton a Robert Hooke en 1676. Aunque se refería a sus descubrimientos en óptica más que a sus trabajos, más importantes, sobre la gravitación y las leyes del movimiento, el comentario de Newton refleja adecuadamente cómo la ciencia, y de hecho el conjunto de la civilización, consiste en una serie de pequeños progresos, cada uno de los cuales se alza sobre los alcanzados anteriormente. Este es el tema de este volumen fascinante, que utiliza textos originales para trazar la evolución de nuestra imagen del firmamento desde la revolucionaria propuesta de Nicolás Copérnico de que la Tierra gira alrededor del Sol a la no menos revolucionaria de Albert Einstein de que el espacio y el tiempo son curvados y deformados por la masa y la energía. Es una historia impresionante, porque tanto Copérnico como Einstein han contribuido a cambiar profundamente la manera de ver nuestro lugar en el orden cósmico. Pasó nuestro lugar de privilegio en el centro del universo, pasaron la eternidad y la certidumbre, y pasaron el espacio y el tiempo absolutos, sustituidos por láminas elásticas.
No sorprende que ambas teorías chocaran con una encarnizada oposición: la Inquisición en el caso de la teoría copernicana y el nazismo en el caso de la relatividad. Actualmente, tendemos a menospreciar como ingenua la antigua visión del universo de Aristóteles y Ptolomeo, en la cual la Tierra estaba en el centro del universo y el Sol giraba a su alrededor. Sin embargo, no deberíamos desdeñar demasiado su modelo, que no era en absoluto estúpido. Incorporaba la idea aristotélica de que la Tierra es una esfera y no una placa plana, y resultaba razonablemente preciso en su función principal, la de predecir las posiciones aparentes de los cuerpos celestes en el firmamento, con finalidades astrológicas. De hecho, resultaba casi tan preciso como la herética sugerencia formulada por Copérnico en 1543 de que la Tierra y los planetas giran en órbitas circulares alrededor del Sol.
Galileo encontró convincente la propuesta de Copérnico, no porque concordara mejor con las observaciones de las posiciones planetarias, sino por su simplicidad y elegancia, que contrastaban con los complicados epiciclos del modelo ptolemaico. En los Diálogos sobre dos nuevas ciencias los personajes de Galileo, Salviati y Sagredo presentaban argumentos persuasivos a favor de la teoría de Copérnico. Pese a ello, su tercer personaje, Simplicio, aún podía defender a Aristóteles y Ptolomeo y sostener que en realidad la Tierra estaba en reposo y el Sol giraba a su alrededor.