PROCEDENCIA DE LOS TEXTOS
El presente volumen es una antología de los grandes textos de Albert Einstein. Para su elaboración se ha procurado acudir a traducciones castellanas ya existentes. Sólo cuando alguno de los ensayos era inédito en castellano, se ha traducido ex professo desde el original inglés. En consecuencia, el lector debe tener en cuenta que cada sección funciona de forma aislada; en este sentido, las equivalencias y estilos que se utilizan, sobre todo en la nomenclatura y la presentación de fórmulas, son válidas dentro de cada uno de los textos y con independencia del resto. Los títulos originales de los artículos se ofrecen a pie de página de cada sección; la información general sobre las distintas procedencias se detalla a continuación:
Los textos incluidos en la primera parte (E L PRINCIPIO DE LA RELATIVIDAD ) han sido traducidos por Javier García Sanz en distintas ocasiones: «Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento», en John Stachel, ed., Einstein 1905: un año milagroso, Crítica, Barcelona, 2001, pp. 111-144; «¿Depende la inercia de un cuerpo de su contenido de energía?», en John Stachel, ed. citada, 2001, pp. 145-150; «Sobre la influencia de la gravitación en la propagación de la luz», en S. Hawking, ed., A hombros de gigantes. Las grandes obras de la física y la astronomía, Crítica, Barcelona, 2003, pp. 1055-1062; «El fundamento de la teoría de la relatividad general», en S. Hawking, ed. citada, pp. 1062-1106; «El principio de Hamilton y la teoría de la relatividad general», en S. Hawking, ed. citada, pp. 1106-1111; «Consideraciones cosmológicas sobre la teoría de la relatividad general», en S. Hawking, ed. citada, pp. 1111-1119; «¿Desempeñan los campos gravitatorios un papel esencial en la estructura de las partículas elementales de la materia?», en S. Hawking, ed. citada, pp. 1120-1126.
La segunda parte (R ELATIVIDAD : LA TEORÍA ESPECIAL Y GENERAL ) reproduce la obra Sobre la teoría de la relatividad especial y general publicada por Alianza, Madrid, 1999 (20064), pp. 7-146, en traducción castellana de Miguel Paredes Larrucea.
El artículo «Geometría y experiencia» incluido en la tercera parte (O TRAS CONSIDERACIONES SOBRE LA RELATIVIDAD ) ha sido traducido por primera vez en castellano por Javier García Sanz. El texto «El éter y la teoría de la relatividad» reproduce, en cambio, el publicado en José Manuel Sánchez Ron, ed., Albert Einstein, Crítica, Barcelona, 2005, pp. 135-145, según traducción castellana de Mercedes García Garmilla.
También el ensayo «El espacio y el tiempo en la física pre-relativista» incluido en la parte cuarta (E L SIGNIFICADO DE LA RELATIVIDAD ) se publica aquí por primera vez en castellano en versión de Javier García Sanz.
Los textos de la parte cuarta («Campo y relatividad» y «Los cuantos») proceden de la versión castellana publicada en Albert Einstein y Leopold Infeld, La evolución de la física, Salvat, Barcelona, 1993, páginas 99-198 y 199-239, respectivamente.
Las «Notas autobiográficas» que constituyen la parte sexta de este volumen se extraen de José Manuel Sánchez Ron, ed., Albert Einstein, Crítica, Barcelona, 2005, pp. 43-83, traducción castellana de Adriana Castelar.
Finalmente, uno de los textos («Física y realidad») incluidos en la última parte de este volumen (M IS ÚLTIMOS AÑOS ) reproduce la versión de Ana Goldar incluida en Mis ideas y opiniones, Bosch, Barcelona, 1980, pp. 261-291. El resto («La teoría de la relatividad», «E=Mc2», «¿Qué es la teoría de la relatividad?», «Los fundamentos de la física teórica», «El lenguaje común de la ciencia», «Las leyes de la ciencia y las leyes de la ética», «Una derivación elemental de la equivalencia de masa y energía») se han traducido por primera vez por Javier García Sanz.
INTRODUCCIÓN
Hace un par de años, el mundo celebró el centenario del año milagroso de Einstein, año en que el científico revolucionó la física al publicar una serie de nuevas ideas asombrosas que trajeron consigo cambios profundos en la manera en que los físicos contemplaban el universo. La intuición humana nos dice que el espacio es un estado en el cual se desarrollan los acontecimientos de nuestras vidas y que el tiempo está gobernado por un reloj universal. Pero en 1905 y durante la siguiente década, Einstein demostró que espacio y tiempo no tienen significados idénticos para un observador sentado en una silla que para quien está volando en un avión. Tampoco para los que orbitan con nosotros alrededor de la Tierra, respecto de los que están tomando un té en el Cúmulo de Virgo o los que están siendo engullidos por un agujero negro.
Hubo una vez en que las ideas de Einstein dejaron estupefactos a los físicos. Hoy esas ideas se incorporan automáticamente a las ecuaciones y formalismos que aprenden los estudiantes de física. Tal como Einstein escribió en uno de los artículos de esta colección, si sus planteamientos se adoptaban como algo válido, los alemanes lo llamarían un «sabio alemán» y los ingleses un «judío suizo». Pero si un día sus ideas fueran desacreditadas, se convertiría automáticamente en un «judío suizo» para los alemanes y en un «sabio alemán» para los ingleses. Hoy quedan pocos físicos que recuerden a Einstein como un vivaz, agudo e ingenioso ser humano. Hoy sus ideas de espacio y tiempo entrelazados están integradas en la cultura popular, incluso descritas por diversos autores a lo largo de generaciones posteriores. Pero el más lúcido, por no decir entretenido, defensor de las ideas de Einstein ha sido siempre el propio Einstein.
Tal y como se describe en este volumen, la teoría de Einstein de la relatividad especial de 1905 creció a partir de una simple observación. Las leyes del electromagnetismo descubiertas por James Clerk Maxwell en la década de 1860 mostraban que si uno se acerca a un haz de luz o se aleja de él, la luz siempre se le aproxima a la misma velocidad. A partir de nuestra experiencia diaria, esto no resultaría cierto. Si corres alejándote de un tren sobrevivirás durante unos pocos segundos más que si corres acercándote a él (asumiendo que no tienes intención de saltar hacia un lado). En el primer caso, la velocidad a la que se aproxima el tren será la diferencia entre su velocidad y la tuya (en referencia a la vía). En el segundo caso, la velocidad a la que se aproxima será la suma de las dos velocidades. Lo mismo, según las leyes de Maxwell, no se aplica a la luz emitida por el faro del tren. ¿Cómo es posible que la velocidad de la luz no parezca más lenta en el primer caso que en el segundo