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Introducción
Antes de poder detallar a fondo lo que este trabajo contiene es necesario hacer una acotación respecto al nombre de este libro. En uno de mis trabajos anteriores, Breve historia de los aztecas de esta misma casa editorial, aclaré en algunas de sus páginas una serie de aspectos respecto al gentilicio de esta civilización, es decir, el nombre con el que internacionalmente se le conoce a esta cultura, azteca trae algunos problemas muy añejos que deben ser comentados para el lector. Por un lado la palabra azteca y por otro el término mexica que tienen connotaciones muy parecidas pero no necesariamente es lo mismo. Sin intención de generar polémica o desarrollar a fondo la viabilidad del uso de uno u otro término, me veo en la necesidad de retomar algunas líneas del trabajo anterior para poder esclarecer al lector lo que en realidad debe ser el nombre de este pueblo.
¿Pero cómo debemos llamar a este pueblo? Aztecas, mexicas, tenochas, tlatelolcas, o nahuas. Realmente son un poco de todo como veremos a lo largo de este recorrido. Son aztecas por su estrecha relación con un pueblo del que ya no tenemos más noticia y al cual se encontraban sometidos, también son aztecas por proceder de la tierra de Aztlán, el ‘lugar de la blancura’. Sin embargo, deben ser llamados mexicas ya que son el pueblo protegido del dios Huitzilopochtli, conocido también como Mexi. A lo largo de su peregrinaje, los aztecas quienes realmente por las razones antes comentadas se autonombraban mexicas se dividieron en dos pequeños grupos: los mexica-tenochas y los mexica-tlatelolcas quienes a su vez fundarían respectivamente México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco. Finalmente los mexicas formaron parte de un grupo muy extenso de culturas, la mayoría habitantes de la Cuenca de México, quienes tenían por lengua el náhuatl, de ahí a todos los hablantes de este idioma se les denomina genéricamente como nahuas.
Breve historia de los aztecas, Marco Cervera
Por ese motivo y a lo largo de las siguientes líneas el nombre real que se debe dar a este pueblo y que es el que tomaremos es el de mexica y no azteca , pero por tradición hemos considerado denominar a este libro Guerreros aztecas.
La intención del presente trabajo se concentra en los siguientes objetivos: primero, proporcionar al lector, sobre todo al de habla hispana, un libro que le permita acercarse al problema de la guerra durante la época del llamado Imperio mexica y en segundo lugar, que quizá sea el objetivo más dífícil, es el de ofrecer a los lectores un estudio general alrededor del tema de la guerra en el mundo mexica, por lo menos en lengua castellana, ya que el trabajo de Ross Hassig, Aztec warfare: imperial expantion and political control, es una obra que desde muchas perspectivas encontramos insuperable, aunque sin embargo, no es definitiva. A ello sumamos el ya clásico trabajo de José Lameiras, Los déspotas armados, un espectro de la guerra prehispánica que junto con el libro de Isabel Bueno, La guerra en el Imperio azteca, expansión, ideología y arte , se vienen a integrar en la pequeña línea bibliográfica que se ha generado sobre el militarismo mexica.
Desgraciadamente, el estudio de este tema en México está algo estancado por diversos motivos: primero, la falta de investigadores que sigan esa línea de trabajo y, por otro, algunos postulados de los especialistas de la materia pecan de imprudentes, impidiendo avances significativos en la materia. Tal vez el propósito de mi obra puede juzgarse como pretenciosa, pero soy consciente de que ningún libro puede ser definitivo en materia alguna.
Este trabajo es, también, el fruto de varios años de investigación, pero sobre todo de la maduración de una serie de postulados y teorías derivadas de la arqueología e historia militar europea. Desde hace algunos años he sido criticado por aquellos que no han entendido este proceso de análisis en México. Sabemos de antemano que la arqueología militar, entendida esta como el conocimiento de los conflictos armados del pasado a través de sus restos materiales, ha sido abordada por investigadores de gran parte del mundo en fechas más bien recientes, pero en el caso mexicano es por demás inexistente.
Comprender los diversos factores en los que se ve involucrado un conflicto armado, en este caso en la Antigüedad, hablar de guerra no es simplemente una referencia a dos grupos humanos que se están enfrentando bajo una violencia profesionalizada, sino que implica muchos componentes que hipotéticamente están reflejados tanto en los restos materiales como en las evidencias históricas.
Por ello, la interpretación correcta de muchos factores, como pueden ser: la estructura del ejército; el avituallamiento; las tácticas militares; el uso de las armas, entre muchos otros temas, presentan al investigador no especializado problemas de análisis que, sin duda, llevan en no pocas ocasiones a desarrollar interpretaciones contradictorias de la realidad que, en ocasiones, resultan absurdas y sobre todo fantasiosas. Bien se dice que «para saber nadar, hay que meterse al agua y no mirar el estanque desde afuera», con ello no quiero decir que para poder conocer la guerra en el mundo precolombino sea necesario alistarse en la Marina o en el Ejército, pero sí tener nociones claras de lo que implica un combate real.
México, hasta donde sabemos, no ha tenido experiencia en este campo y el problema de interpretación de la guerra en el México antiguo, es que muchas veces no pasa de los datos sobre dioses y sacrificio humano. No obstante, se han logrado algunos avances en estos años en materia de arqueología experimental de armas, reconstrucción histórica y exposiciones, e incluso se llevó a cabo en el año 2008 el Primer Coloquio sobre la Guerra en el México antiguo en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y algunos otros como el Seminario Permanente de Iconografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) el cual se dedicó al tema de la guerra en el año 2009.
En vista de estos últimos esfuerzos en la materia, la redacción de este libro implica una importante responsabilidad, ya que además trataré, hasta donde sea posible, de sintetizar esta labor, sacando a la luz algunos temas inéditos en el estudio del México antiguo y proponiendo las líneas a futuro para su investigación.
Por otro lado, expondré temas que seguramente el lector haya escuchado en sobradas ocasiones aunque con visiones muy reduccionistas y con una falta de razonamiento más esclarecedor de los problemas.
La elaboración de este trabajo fue, en realidad, producto de mi segundo viaje a España, la iniciativa de un servidor que nuevamente fue bien acogida por la editorial Nowtilus y una amable y magnífica persona, su director Santos Rodríguez, con quien entablamos charlas académicas, editoriales y hasta personales tanto en Madrid como en México con cervezas y comida mexicana. Así que una vez más debo decir que muchas veces los mexicanos no siempre somos profetas en nuestra tierra y se ve más el apoyo de las instituciones extranjeras para el desarrollo de estos proyectos que el interés que cabe esperar por parte de las editoriales o instituciones nacionales.