Victor San Juan - Breve historia de las batallas navales de la Antigüedad

ALSAR, Vital. ¿Por qué imposible? Las balsas. Barcelona: Editorial Pomaire, 1978.

ANÓNIMO. Sagrada Biblia. La Editorial Católica, 1973.

ASIMOV, Isaac. Historia de los egipcios. Madrid: Ediciones del Prado, 1993.

DE LA SIERRA, Luis. La guerra naval en el Atlántico. Barcelona: Editorial Juventud, 1974.

DURRELL, Lawrence. Las islas griegas. Barcelona: Ediciones Folio, 2004.

FERNÁNDEZ, F. J.; GARCÍA, M. V.; MELERO, A. y TSIOLIS, V. Grecia Clásica. Historia de la Humanidad. Madrid: Arlanza Ediciones, 2000.

FIELDS, Nick. Termópilas. La leyenda de los 300. Madrid: RBA Editores, 2011.

FULLER, J. F. C. Batallas decisivas del mundo occidental. Madrid: Ediciones Ejército, 1985.

GASKILL, Gordon. Los asombrosos «yates» de Calígula. Pleasantville, Nueva York: Selecciones del Reader’s Digest, febrero de 1977.

GONZÁLEZ, C.; MARTÍNEZ, J. y MONTERO, S. Persas e hititas. Historia de la humanidad. Madrid: Arlanza Ediciones, 2000.

GRANGE BOOKS. The gatefold book of the world’s great warships. Roman Trirreme. London: Brown Books; Novara: De Agostini; Torino: Orbis Publishing, 1994.

HEARDER, Harry y WALEY, Daniel Philip. Breve historia de Italia. Madrid: Editorial Espasa Calpe, 1966.

HEIKELL, Rod. Greek waters pilot. Cambridgeshire, Inglaterra: Imray Laurie Norie y Wilson, 1998.

HESSELBERG, Erik. «Kon-tiki» y yo. Barcelona: Editorial Juventud, 1984.

HEYERDAHL, Thor. La expedición de la «Kon-tiki». Barcelona: Editorial Juventud, 1971.

—, Las expediciones «Ra». Barcelona: Editorial Juventud, 1972.

—, La expedición «Tigris». Barcelona: Editorial Juventud, 1981.

JONES, Tristan. El increíble viaje. La odisea de un insólito navegante. Barcelona: Editorial Juventud, 1999.

LARA PEINADO, Federico. La civilización sumeria. Madrid: Historia 16, Información e Historia S. L., 1999.

LLEGUET COLOMER, Márius. Técnica y arqueología submarinas. Barcelona: Editorial Planeta, 1976.

MARTÍNEZ-HIDALGO, José María. Del remo a la vela. Barcelona: Editorial Juventud, 1980.

MASSIE, Allan. Marco Antonio, el triunviro. Barcelona: RBA Editores, 2000.

MASSIMO MANFREDI, Valerio. Aléxandros, los conquistadores. Barcelona: Grijalbo Mondadori, 1999.

MAZEL, Jean. El secreto de los fenicios. Barcelona: Editorial Bruguera, 1976.

MONTANELLI, Indro. Historia de Roma. Barcelona: Plaza y Janés Editores, 1969.

—, Historia de los griegos. Barcelona: Plaza y Janés Editores, 1995.

MOURE ROMANILLO, Alfonso y SANTOS YANGUAS, Juan. Historia de España. Prehistoria y primeras civilizaciones. Madrid: Espasa Calpe, 1999.

NOAH KRAMER, Samuel. La historia empieza en Sumer. Barcelona: Ediciones Orbis, 1985.

NIEVES, José. «Los señores del mar». En: Dominical Diario ABC, 1995.

PICAZO, M.; FERNÁNDEZ, F. J.; MELERO, A. y TSIOLIS, V. El nacimiento de Grecia. Historia de la humanidad. Madrid: Arlanza Ediciones, 2000.

PONTI, Valery. Historia de las comunicaciones. Transportes marítimos. Pamplona: Salvat Editores, 1965.

ROLDÁN, J. M. y SANTOS YANGUAS, Juan. Historia de España. España romana. Madrid: Espasa Calpe, 1999.

ROLDÁN, J. M.; GONZÁLEZ, Cristóbal y BENDALA, Manuel. Roma republicana. Historia de la humanidad. Madrid: Arlanza Ediciones, 2000.

SEVERIN, Tim. El viaje del «Brendan». Barcelona: Editorial Pomaire, 1980.

—, El viaje de Simbad. Barcelona: Ediciones del Bronce, 2000.

SUETONIO, Cayo. Los doce césares. Madrid: Sarpe Editores, 1985.

TAILLIEZ, Philippe. Nuevas exploraciones submarinas. Barcelona: Editorial Juventud, 1974.

THUBRON, Colin. Los antiguos marinos. Barcelona: Ediciones Folio, 1995.

VÁZQUEZ, Ana María. Antiguo Egipto. Historia de la humanidad. Madrid: Arlanza Ediciones, 2000.

WAGNER, Carlos G. Fenicios. Historia de la humanidad. Madrid: Arlanza Ediciones, 2000.

WARNER, Rex. César imperial. Barcelona: Editorial Planeta, 1998.

WILLIS, William. Solo en mi balsa. Barcelona: Editorial Juventud, 1976.

Service Hidrographique et Océanographique de la Marine. Carte de la Mer Ionienne. París: septiembre 1972, edición n.º 6 (publicada en 1879 con modificaciones en 1953 y 1970).

Sumerios, babilonios y asirios

Si está pensando en salir hoy a la calle, puede que no fuera mala idea llevar el paraguas; no se trata de ningún pronóstico meteorológico, sino de un presagio, pero no íntimo ni personal, sino bíblico nada menos. En efecto, al consultar el libro de los libros, la Biblia –que con justicia debe abrir este trabajo– leemos que como la Tierra estaba toda corrompida ante Dios y llena de violencia a causa de los hombres, decidió aquel exterminarlos; la fórmula sería ahogarlos a todos en un Diluvio incontenible. Así pues, y vista la situación actual del planeta, puede no ser mala idea tomar precauciones.

No obstante, el implacable Dios del Antiguo Testamento decidió hacer una excepción: había un agricultor, un tal Noé, que halló gracia a sus ojos y, por tanto, se salvaría de la quema si se atenía estrictamente a singulares instrucciones divinas: construir una embarcación descrita en la Biblia hasta cierto punto. Teniendo en cuenta que un codo son 42 centímetros, tendría 126 metros de eslora, 21 de manga y 12,6 de puntal, con un tambucho en el combés que los costados debían remontar un codo al menos, salvaguardándolo. Interiormente, se pensó con tres cubiertas: sollado, primera batería y segunda batería, como un navío de 74 cañones. Pero, desde el punto de vista marinero, contemplamos con estupor que Noé recibió la consigna de abrir una enorme puerta en el costado como acceso al interior. En fin, puede que la cosa no fuera tan grave teniendo en cuenta que este bajel (bautizado universalmente como el Arca de Noé) no estaba destinado en absoluto a navegar, sino sólo a flotar y llevar a bordo a Noé, sus tres hijos y consortes respectivas, machos y hembras de las especies impuras y dos septenas de las puras. En otras palabras, en realidad el Arca era un atestado zoológico flotante carente de propulsión, por lo que, con suerte –si no fallaba la estanqueidad de la puerta ni la del tambucho–, flotaría a la deriva en medio de la catástrofe que se avecinaba.

Así sucedió. A pesar de que Noé no debía estar para muchos trotes, pues tenía seiscientos años, emprendió animoso la tarea encomendada, para la que Dios le concedió un plazo de sólo una semana, transcurrida la cual, «se rompieron todas las fuentes del abismo, se abrieron las cataratas del cielo y estuvo lloviendo sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches». El Arca flotó sin mayores problemas, afortunadamente, puesto que el agua llegó quince codos por encima de los montes más altos. De ser esto cierto y teniendo en cuenta la altitud del Everest, la inundación alcanzaría un nivel calculado en 8888,3 metros sobre el nivel medio actual del mar, lo que no está nada mal. Como es lógico, desahogada la ira divina, las aguas tardaron mucho en bajar; ciento cincuenta páginas del cuaderno de bitácora después, la cumbre del Everest volvió a surgir sobre la lámina de agua, y el Arca, al albur de vientos y corrientes, fue a parar a los montes Ararat, donde tocó fondo de nuevo tras su increíble peripecia. La edad hace al hombre prudente, así que Noé estuvo lejos de abrir la polémica puerta inmediatamente; tal vez, quién sabe, le había cogido afecto al barco salvador, pues no abrió el Arca hasta cuarenta días después, y lo hizo no sin precauciones. Soltó entonces un cuervo, que no fue muy útil; así pues, liberó una paloma, que volvió rápidamente a bordo mostrándole que la inundación aún imperaba. Una semana después volvió a soltarla y la paloma trajo una ramita de olivo, hallazgo esperanzador. Por fin, otra semana más tarde, la paloma partió de exploración y ya no regresó, lo que se interpretó como el mejor de los síntomas. Noé sacó del Arca a su familia y a los animales, hizo un altar donde sacrificó algo indeterminado y Dios, gustándole el olorcillo (así lo dice la Biblia), consintió en hacer las paces con el hombre y concertar con él una alianza, con el bello símbolo del arcoíris, antes de decirle aquello de «llenad la Tierra, procread y multiplicaos». Estas nuevas instrucciones, es sabido, se han cumplido casi al pie de la letra.