Los tiempos adelantan que es una barbaridad. Si a un sufrido marinero participante en la batalla de Trafalgar se le hubiera dicho que, pocos años después, los navíos de línea no tendrían otro futuro a medio plazo que la leña o el desguace, se hubiera reído de nosotros, incrédulo. Sin embargo, con la Revolución Industrial del siglo XIX iba a llegar un cambio tan radical como la extinción de los buques de remo, imperantes desde la antigüedad, tras la batalla de cabo Celidonia de 1616: la aparición de la fragata acorazada Gloire , en 1862, hizo que los navíos de línea veleros tuvieran que ceder su puesto de preeminencia a los acorazados de vela y vapor. Pero esto no sucedió de un día para otro: el cambio se extendió una larga época, que tuvo su arranque con el advenimiento del acorazado como síntesis entre el navío de línea a vapor y las baterías acorazadas. La transición duró unos cuantos años; los primeros buques blindados, a pesar de contar con máquinas de vapor, no prescindieron de mástiles y velas; por debajo de la coraza, sus cascos seguían siendo de madera. Y los cañones continuaban donde habían estado siempre, en las cubiertas de batería. La táctica ancestral de combatir en fila india —línea de batalla— mostrando el costado al enemigo, permanecía invariable.
Sin embargo, todo había cambiado. Las forjas y altos hornos proveyeron pronto a los astilleros de planchas metálicas con las que blindar el buque y construir su casco, y así los acorazados pasaron a ser embarcaciones metálicas. Se crearon potentes máquinas alternativas, capaces de moverlos tan rápido que mástiles y velas resultaban un estorbo. Además, las fábricas de artillería aumentaron el tamaño, calibre y capacidad destructiva de los cañones; algunos eran tan grandes que necesitaban una instalación giratoria específica llamada barbeta; para protegerla, se convirtió en torreta giratoria, como la de los carros de combate actuales. Los acorazados empezaron a evolucionar rápidamente, y se convirtieron en máquinas grises, humeantes, ciegas y peligrosas capaces de disparar proyectiles que estallaban al impactar contra el enemigo. Pero también fueron víctimas de su propio y rápido progreso: si los viejos navíos de línea podían aguantar noventa años o más en listas, un acorazado con más de quince se consideraba anciano, y alcanzaba antes la obsolescencia que el fin de la vida útil. Era el precio que las escuadras pagaron con tal de disponer de los últimos adelantos al precio que fuera; entraban así potencias rivales en las famosas carreras de armamentos que solo los Tratados Internacionales conseguían detener.
Con los nuevos buques de guerra la guerra naval cambió, puesto que eran capaces de empeñarse en combate a varios kilómetros, no a pocos centenares de metros como los antiguos navíos. El marino romántico de la época clásica, rudo y sufridor de avatares, pasó a ser técnico eficiente, capaz de entender, manejar y reparar las nuevas máquinas, o trabajador entrenado para acarrear carbón a las calderas, disparar los enormes cañones o realizar las mil y una tareas que una gigantesca bañera metálica necesita para ser arma eficiente. Seis diferentes generaciones de buques blindados se fueron relevando: fragatas blindadas (1860-1870), acorazados de torres y reducto central (1870-1880), acorazados policalibre predreadnought (1880-1905), acorazados monocalibre dreadnought (1906-1915), superdreadnought (1916-1925), super acorazados monocalibre (1925-1945). La cuarta generación (dreadnought) incorporó un tipo de buque de guerra, el battlecruiser — crucero de combate o crucero de batalla— nacido en 1908 a partir del crucero acorazado. Con la debida licencia lo consideraremos un integrante más del mundo acorazado, que sería imposible entender sin su presencia.
La historia del acorazado a través de sucesivas conformaciones llevó consigo la disputa de veintitrés batallas navales en todos los océanos del globo. Pero existen tres ocasiones únicas, trascendentes y fundamentales, en las que el enfrentamiento entre acorazados adquirió tal importancia —por las repercusiones bélicas, políticas y económicas— que invadieron la propia Historia humana. Fueron la batalla de Tsushima, librada con la tercera generación de buques acorazados en 1905, la gran batalla naval de Jutlandia, disputada en el mar del Norte 11 años después con la cuarta generación de acorazados dreadnought, y el combate del estrecho de Dinamarca, en primavera de 1941, combate de superacorazados de sexta y última generación. Ello no significa que el resto de familias acorazadas no tuvieran su ocasión, es decir, su cita con la fama y la gloria: la primera tuvo la batalla de Lissa, la segunda el combate de Angamos, y la Quinta (paradójicamente anacrónica) la batalla del estrecho de Surigao, en 1944, último enfrentamiento entre acorazados. Tras erigirse el buque blindado en componente principal de las flotas e instrumento para la hegemonía política y militar, terminada la Segunda Guerra Mundial sería destronado por el portaviones.
En estas páginas repasaremos las batallas que enfrentaron a acorazados de medio mundo contra los del otro medio, conociendo los ingenieros que diseñaron buques tan asombrosos y los pundonorosos marinos que los llevaron a la guerra haciendo frente al destino. Pero, antes de nada, una pequeña nota introductoria al lenguaje acorazado: si los cañones de épocas anteriores se conocían por el peso (en libras) de la bala disparada, los de los acorazados se caracterizan por el diámetro —en pulgadas o milímetros— de la boca del cañón. Las extrañas medidas de calibre en milímetros (152, 203, 305 o 406) vienen así porque, dado el predominio naval británico durante el siglo XIX , se medían en pulgadas, siendo, respectivamente, 6, 8, 12 o 16 pulgadas (1 pulgada son 2,54 cm). Con el tiempo, los acorazados llevaron protección lateral en los costados y también horizontal en las cubiertas además de las torres de artillería. Como regla general se considera que una coraza es capaz de resistir proyectiles disparados por un cañón de calibre igual a su espesor. De esta forma, la ancestral competencia entre el cañón y la coraza quedó resuelta con salomónico veredicto: las tablas.
Víctor San Juan
- Bata lla de los Empalletados (Gibraltar) (1782). Baterías flotantes derrotadas en el decimocuarto asedio de Gibraltar
- Bata lla de Sinope (1853). Escuadra turca aniquilada por escuadra rusa
- Bata lla de Hampton Roads (1862). Fragata blindada Merrimack confederada contra escuadra unionista
- Comb ates de Papudo y Abtao (1865-66). Escuadra española del Pacífico contra las de Perú y Chile
- Bata lla del Callao (1866). Escuadra española del Pacífico bombardea puerto del Callao
- Bata lla de Lissa (1866). Escuadra italiana contra escuadra austríaca del Adriático
- Comb ate de Ilo (1870). Monitor acorazado peruano Huáscar contra flotilla británica
- Comb ate de Iquique (1879). Monitor acorazado peruano Huáscar hunde corbeta Esmeralda chilena
- Comb ate de Angamos (1879). Monitor acorazado peruano Huáscar capturado por escuadra chilena
- Bata lla del Yalú (1895). Escuadra china derrotada por escuadra japonesa
- Bata lla de Cavite (1898). Escuadra española de Filipinas derrotada por Escuadra americana del Pacífico
- Bata lla de Santiago de Cuba (1898). Escuadra española del Caribe derrotada por flota del Atlántico estadounidense
- Bata lla de Port Arthur (1904). Flota rusa del Pacífico acosada por escuadra japonesa