ENÉADA III
He aquí el contenido de la Enéada tercera del filósofo Plotino:
III 1. | Sobre la fatalidad. |
III 2. | Sobre la providencia, libro I. |
III 3. | Sobre la providencia, libro II. |
III 4. | Sobre el demon al que hemos cabido en suerte. |
III 5. | Sobre el amor. |
III 6. | Sobre la impasibilidad de las cosas incorpóreas. |
III 7. | Sobre la eternidad y el tiempo. |
III 8. | Sobre la naturaleza, la contemplación y el Uno. |
III 9. | Miscelánea. |
III 1 (3) SOBRE LA FATALIDAD
INTRODUCCIÓN
En este tratado escolar y primerizo, el tercero cronológicamente (Vida 4, 26), el autor se enfrenta con el determinismo en sus diversas modalidades: el físico-mecánico de los atomistas y de Empédocles, el astrológico, tan en boga en su tiempo, y el psicofísico de los estoicos; y este último en dos versiones: el radical de Zenón y el mitigado de Crisipo, que intentaba conciliar la existencia de la fatalidad con la del albedrío. Además de los argumentos específicos que Plotino esgrime contra cada una de estas concepciones, la objeción que opone en común contra todas ellas es que, al desconocer la existencia del libre albedrío o al no explicarlo satisfactoriamente, anulan al hombre reduciéndolo a un autómata, un mero conglomerado de átomos, una marioneta de los astros o, en el mejor de los casos, un ser natural y animado pero irracional. Plotino, por su parte, admite la existencia de la fatalidad, la concatenación causal, la adivinación por los astros y, con las debidas reservas, el influjo astral. Pero se niega a identificar la fatalidad con el alma, que es un principio transcendente, no sólo la del cosmos, sino también la individual. En total, pues, tres causas que, tomadas conjuntamente, explican la totalidad de los eventos cósmicos: el Alma del cosmos como responsable de la providencia y coordinadora general, el alma individual como sede del libre albedrío, y la fatalidad concebida como la suma de todos los factores causales extra psíquicos. En este tratado, sin embargo, la primera de estas tres causas, el Alma del cosmos, permanece en la penumbra, quedándose para tratados posteriores la exposición detallada de la actividad providente. El interés del autor en los tres últimos capítulos de III 1 se centra en el estudio de la interacción entre el libre albedrío, que estrictamente reside en el alma superior, y la fatalidad, que propiamente es una causa extrínseca al alma, pero que puede extender su campo de acción al alma inferior a través de apetitos, tendencias y pasiones provocados por agentes externos.
SINOPSIS
I. PLANTEAMIENTO (caps. 1-2)
Hipótesis posibles sobre la causación o no causación de las cosas, tanto de las que «devienen» como de las que «son» (1, 1-8).
Hipótesis verdadera. De las cosas eternas, una es incausada y las otras causadas. De las devenientes, todas son causadas. Los actos variables del alma humana prerrequieren, como móvil, el objeto de la voluntad o del apetito (1, 8-24).
Causas próximas y causas remotas. En las cosas devenientes, las causas próximas son obvias: la decisión, el arte, el acaso y la naturaleza. Pero el filósofo debe remontarse a las causas remotas (1, 24-2, 9).
Teorías sobre las causas remotas. Unos recurren a los átomos o a los elementos; otros, a un Alma única y omnipermeante, identificada con la fatalidad; otros, a los astros, y otros, a la concatenación causal. Otros, en cambio, postulan varios principios (2, 9-40).
II. REFUTACIÓN DE LAS DIVERSAS FORMAS DE DETERMINISMO (caps. 3-7).
Atomistas y Empédocles (cap. 3);
a) Los átomos, aun suponiendo que existan, no explicarían ni el orden cósmico, ni la fatalidad, ni la adivinación, ni los movimientos anímicos ni los géneros de vida (3, 1-29).
b) Los mismos argumentos y otros parecidos valen contra los elementos de Empédocles (3, 29-34).
Estoicismo de Zenón. Es un monismo radical que, por lo mismo, además de ser incompatible con la concatenación causal que introduce, anula al hombre como individuo (cap. 4).
La astrología. Al atribuir a los astros una causalidad omnímoda, anula al hombre, confunde presagios con influjos, desconoce la existencia de otros factores causales y empaña la santidad de los astros divinos (caps. 5-6).
Estoicismo de Crisipo. Pretende conciliar la concatenación causal con el albedrío, pero en vano: las causas antecedentes serán determinantes de las representaciones, y éstas, de las tendencias; el hombre quedará reducido al nivel de los seres irracionales y aun al de los inanimados (cap. 7).
III. POSICIÓN DE PLOTINO (caps. 8-10).
Se requiere una causa adicional: el alma, no sólo la del cosmos, sino también el alma individual (8, 1-8).
Dos estados del alma: cuando está fuera del cuerpo, es totalmente libre; cuando está en el cuerpo, lo es menos, y el alma inferior menos que la superior (8, 9-20).
Dos clases de actos del alma: los no voluntarios, cuando el alma obra compelida por circunstancias externas; los voluntarios y libres, cuando obra por sí misma y tomando por guía a la razón (cap. 9).
En conclusión, hay dos clases de causas: el alma y la fatalidad, concebida ésta como causa externa; y dos clases de hombres: los virtuosos, que obran acciones nobles y libres, y los restantes, que, ocasionalmente, pueden obrar también acciones nobles sólo con que no se vean impedidos (cap. 10).
TEXTO
HENRY-SCHWYZER | NUESTRA VERSIÓN |
1, 23 | ἐκίνησεν· ἤ, εἰ μηδὲν | ἐκίνησεν· ἤ < οὐδ᾽ ἂν ὅλως ἐκινήθη > , εἰ μηδὲν transposui |
1, 24 | [ ἢ ] οὐδ᾽ ἂν ὅλως ἐκινήθη | [ ἢ οὐδ᾽ ἂν ὅλως ἐκινήθη ] delevi. |
4, 5 | εἱμαρμένην | εἱμαρμένην < εἶναι > ORELLI. |
4, 6 | διοίκησιν | διήκουσαν KIRCHHOFF. |
5, 50 | ἡ ἐπὶ ἑκαστου σχέσις τῶν | ἡ ἑκαστου σχέσις ἐπὶ τῶν códices. |
5, 56 | άμα ζψά τε | άμα < γίνεσθαι > ζώά τε transposui. |
5, 57 | ἅμα γίνεσθαι | [ ἅμα γίνεσθαι ] delevi |
6, 4-5 | τοῖς γινομένοις | τοῖς γειναμένοις SLEEMAN. |
10, 11-12 | σπουδαίους πράττειν | σπουδαίους < τὰ καλὰ > πράττειν HENRY-SCHWYZER nunc |
10, 12 | τὰ καλὰ πράττειν | [ τὰ καλὰ πράττειν ] HENRY-SCHWYZER nunc. |
Las cosas que devienen y las que son o ninguna con causa; o, a la inversa, las que son, todas con causa y, de las que devienen, unas con causa y otras sin causa o ninguna de ellas con causa.
Pues bien, en el caso de las cosas eternas, no es posible referir las Primeras a otras causas, puesto que son Primeras.
Ahora bien, al originarse todas las cosas en virtud de alguna causa, es fácil captar las causas próximas de cada una y referir ésta a aquéllas. Así, por ejemplo, la causa de ir a la plaza es la idea de que hay que ver a alguien o que hay que cobrar alguna deuda.
Ahora bien, el detenerse tras haber llegado hasta estas causas y negarse a seguir más arriba, es propio quizás del indolente y de quien no da oídos a los que se remontan hasta las causas primeras y transcendentes. En efecto, ¿por qué, al producirse unos mismos fenómenos, por ejemplo la aparición de la luna, uno roba y otro no? ¿Por qué, siendo similares los influjos provenientes del entorno, uno enferma y otro no? ¿Por qué de unos mismos negocios uno sale rico y otro pobre? Y la diversidad de comportamientos, caracteres y suertes nos obliga a dirigirnos hasta las causas remotas.
Y así es como proceden los filósofos sin detenerse jamás. Unos y supone que todas las cosas provienen de ellos, somete los seres a la servidumbre de la forzosidad impuesta por dichos cuerpos.