Nathan Ward - Un detective llamado Dashiell Hammett

AGRADECIMIENTOS

Este proyecto empezó por la mejor razón que hay: quería leer un libro que no existía sobre los años que pasó Hammett como un detective de verdad, y sobre cómo exactamente había realizado su famosa transformación de agente operativo de Pinkerton a maestro del relato americano de detectives. Aunque no existía ninguna obra semejante dedicada a este periodo tan brumoso como importante de su vida, muchos perseguidores experimentados de Hammett me ayudaron a intentar crearlo. Mike Humbert publicó mi primera solicitud de material en su soberbio sitio web sobre Dashiell Hammett (http://www.mikehumbert.com/Dashiell_Hammett_OI_Short_Bio.html), que me ayudó a poner el proyecto en marcha. Mike Rogers, mi colega escritor y fan de Hammett, me presentó luego a Rick Layman, biógrafo de Hammett, que me aseguró que para entender cómo un hombre podía pasar de agente de Pinkerton a escritor de fama internacional, tenía que releer los cuentos de Hammett en el orden que los escribió. Layman estaba en lo cierto. Desde el hito que supuso en 1981 su biografía Shadow Man, a lo largo de décadas Layman ha publicado libros que permiten a la gente profundizar en sus lecturas de las novelas y los cuentos, y junto con la nieta de Hammett, Julie M. Rivett, ha editado las cartas de Hammett y publicado antologías de guiones y cuentos inéditos que ponen en tela de juicio la limitada imagen de Hammett que nos dejó Lillian Hellman.

Julie Rivett también tuvo paciencia con mis preguntas de vez en cuando extrañas, empezando por mi primera indagación, sumamente específica: ¿en qué mano tenía alojada Hammett la famosa punta de navaja? (El sitio exacto no se especificaba en ninguna de las biografías). Julie le remitió la pregunta a su madre, la hija menor de Hammett, Jo, autora de Dashiell Hammett: A Daughter Remembers. Cuando Jo contestó que estaba casi segura de que tenía aquella punta de navaja en la mano izquierda, a mis ojos la confirmación hizo salir la cicatriz del ámbito de la leyenda igual que si se hubiera sacado un aro de humo de la nada.

Una serie de expertos en Hammett que conocí por medio de la generosidad de Don Herron, más conocido como el anfitrión tocado con sombrero de fieltro de la visita Dashiell Hammett, pero cuyo animado blog, Up and Down These Mean Streets, funciona como una suerte de reunión en torno a la estufa de aficionados a Hammett, con invitados que de vez en cuando dan conferencias, como el investigador literario Terry Zobeck. En 2012, Terry introdujo el nombre de Hammett en un buscador histórico de Brooklyn llamado Fultonhistory.com, que lo sorprendió brindándole una entrevista caída en el olvido que Hammett concedió al Brooklyn Daily Eagle Magazine en octubre de 1929, nada más mudarse a Nueva York. Los biógrafos recientes habían pasado por alto esta entrevista, de la que aquí he hecho abundante uso.

Don Herron me paseó por San Francisco, incluso me llevó al interior del estudio del 891 de Post Street donde fue escrito El halcón maltés, y compartió su red de fans de Hammett, tan atentos como él, incluido Bill Arney, que describió su experiencia de lo que había sido vivir con el espíritu de la novela de Hammett en el apartamento de El halcón maltés; y Mitch Soekland, quien me lo mostró en nombre de su amable inquilino actual, el escritor Robert Mailer Anderson. Vince Emery, que ha dedicado toda una editorial al estudio y el disfrute de Hammett (Vince Emery Productions/Ace Performer Collection), me dio útiles consejos acerca de cómo documentarme sobre la tuberculosis en la época de Hammett, así como información sobre su carrera de agente operativo en general.

Estoy sumamente agradecido a David Fechheimer, detective de San Francisco y erudito en Hammett, por su perspicaz asesoramiento en torno a su esquivo héroe, y por sus entrevistas originales, que han demostrado ser esenciales para la idea que cualquiera puede formarse de Hammett. Por fortuna, en verano de 1976, después de que una noche se lo prestara un contacto durante la cena, Fechheimer copió el historial médico de Hammett, que ha desaparecido de todas las secciones habidas y por haber de la Administración de Veteranos. Fechheimer leyó ante una grabadora todo el documento birlado, y luego, cuando abandonó los planes de escribir su propio libro sobre Hammett, le envió la cinta y la transcripción a Richard Layman, que tuvo el detalle de compartirlas conmigo. Buena parte de lo que aparece en todas y cada una de las biografías de Hammett de las últimas cuatro décadas procede de la investigación que publicó Fechheimer en el número del 4 de noviembre de 1975, centrado en Hammett, de la revista City of San Francisco, de Francis Ford Coppola. Espero que si alguna vez se jubila de su trabajo de detective, Fechheimer acabe por escribir su propio libro.

Mi amigo Allen Barra, autor cuyos profundos bolsillos de experiencia van de los pistoleros y gánsteres al fútbol en Alabama pasando por Albert Camus, también es aficionado a Hammett desde hace mucho tiempo, y me ofreció su breve y práctico estudio de las diversas encarnaciones cinematográficas de Cosecha roja: de Roadhouse Nights a El bueno, el feo y el malo; Muerte entre las flores (que está a medio camino entre Cosecha roja y La llave de cristal) y Deadwood.

Este proyecto me brindó muchos placeres, sobre todo la lectura de los libros en sí y las visitas por el San Francisco de Hammett, pero también el tiempo que pasé en los archivos Pinkerton de la Biblioteca del Congreso en Washington, donde estuve días enteros dichosamente rodeado de cajas de recuerdos relacionados con la investigación detectivesca: manuales medio desmenuzados, carteles de forajidos fugitivos e informes operativos sobre la violencia en el siglo XIX captada en una caligrafía desconcertantemente hermosa.

La pericia de Ellen Crain, directora de los espléndidos Archivos Públicos de Butte-Silver Bow, me fue de gran utilidad a la hora de investigar el asesinato de Frank Little, la historia minera de la zona y las posibles experiencias de Hammett en esa fascinante ciudad. El personal de la librería Second Edition Books de Butte también fue atento y paciente con mis preguntas; me recomendaron unas cuantas obras útiles sobre la historia de Montana.

Laura Wellen y Paul A. Gansky me ayudaron con mis dudas de documentación en los archivos Harry Ransom de la Universidad de Texas (Austin). Mientras que la Biblioteca Bobst de la Universidad de Nueva York me ofreció en microfilm su colección de periódicos y antiguos libros de detectives en su departamento de Colecciones Especiales, la Sociedad Histórica de Brooklyn tenía afortunadamente un ejemplar de la historia familiar de los Dashiell.

Durante estos últimos años, Dashiell Hammett parecía estar presente en nuestra casa igual que un tío de visita, y debo reconocer que pese a las pilas de libros que mi sofisticado huésped dejaba por todas partes, mis maravillosos hijos siguieron tan alegremente con su vida, preguntando solo alguna que otra vez cuánto tiempo pasaría con nosotros. Agradezco a mis hijos, Nick y Nina, su apoyo, y tengo una eterna deuda de gratitud con mi esposa, Katie Calhoun, por su amor y paciencia, así como por acogerme en su familia, los Calhoun, que me permitieron conocer Montana. También merece agradecimiento especial la hermana mayor de Katie, Patty Calhoun, embajadora de todo aquello que tenga que ver con el Oeste, por varias excursiones relacionadas con Hammett que hicimos a Butte y Anaconda.

Este libro empezó con un almuerzo organizado por George Gibson, editor de Bloomsbury USA, con mi agente y amigo Ed Breslin. George vio de inmediato el potencial en la idea de un libro sobre «Hammett como detective», y la propuesta se derivó de la animada discusión en grupo durante este almuerzo. Mi profundo agradecimiento a estos dos hombres de la literatura por los civilizados inicios del libro, y a George por su paciencia, sus perspicaces correcciones y su asesoramiento entusiasta a medida que iba tomando forma.