Juan Carlos Herrera Hermosilla - Breve historia del espionaje
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- Libro:Breve historia del espionaje
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2012
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Breve historia del espionaje: resumen, descripción y anotación
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Los modernos servicios secretos españoles: del CSID al CNI
Durante la campaña presidencial estadounidense de 1984 que enfrentó a Ronald Reagan y al candidato demócrata Walter Mondale, los republicanos emitieron un spot en el que aparecía un enorme oso merodeando por un bosque. Mientras tanto, la voz en off de un narrador emitía el siguiente mensaje: «Hay un oso en el bosque. Para algunos el oso es fácil de ver. Otros no lo ven en absoluto. Algunas personas dicen que el oso es dócil. Otras dicen que es violento y peligroso. Como nadie puede estar realmente seguro de quién tiene razón, ¿no es inteligente ser tan fuerte como el oso, si es que hay un oso?».
En la campaña de George W. Bush de 2004, los electores estadounidenses pudieron ver un anuncio en el que aparecía una manada de lobos en lo profundo de un bosque. La voz en off de la narradora emitía un mensaje contundente: «En un mundo cada vez más peligroso, incluso después del primer ataque terrorista contra América, John Kerry y los liberales del Congreso votaron reducir las operaciones de inteligencia de América en seis mil millones de dólares. Recortes tan profundos podrían debilitar las defensas de América. Y la debilidad atrae a aquellos que están esperando para hacer daño a América». Durante la emisión de estas palabras, los lobos, acercándose a la cámara, con las miradas fijas en el objetivo, parecen iniciar el ataque contra los espectadores. El spot termina con un corte a una nueva escena, en la que aparece George W. Bush en su despacho hablando por teléfono: «Soy George W. Bush y he aprobado este mensaje».
En ambas campañas electorales, los republicanos echaron mano del miedo como recurso político. En el año 1984 ese temor estaba representado por el oso, como símbolo del poder soviético, de la antigua URSS. En plena Guerra Fría, cuatro años después del boicoteo de los Estados Unidos a la Olimpiada de 1980 en Moscú, debido a la invasión de Afganistán por las tropas soviéticas, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas seguía siendo el enemigo a combatir, el responsable del «terror rojo». Como enemigo único, el bloque socialista estaba representado por un oso solitario, al que había que vigilar, porque según unos es fácil de observar en el bosque, pero otros no pueden verlo nunca en la espesura. Esta visión del mundo bipolar, como hemos analizado anteriormente, tenía su reflejo en la labor de los servicios secretos de ambas potencias: el espionaje mutuo, que se extendía a los demás países bajo sus respectivas influencias políticas. Sin embargo, el mundo del año 2004 era distinto: el muro de Berlín había caído en el año 1989, la URSS se había disuelto y sólo quedaban reductos comunistas; China había abierto lentamente sus puertas al capitalismo y había extendido sus redes económicas globalizadoras por el planeta. Pero el cambio fundamental, el punto de inflexión del siglo XXI, iba a llegar, como hemos visto, al comienzo del nuevo siglo, el 11 de septiembre de 2001, con los atentados del World Trade Center de Nueva York. El nuevo terror ya no podía ser simbolizado por un solitario oso; ya nadie podía pensar que el nuevo terror (o al menos su símbolo) fuera dócil. Ahora estaba simbolizado por una manada de lobos, porque el horror del siglo XXI era así: múltiple, disperso, silencioso, oculto. No se erguía como el oso, amenazante, al atacar. Este enemigo golpeaba ocultamente, camuflado, protegido por el oscuro follaje del bosque. Como el lobo, los nuevos enemigos de los EE. UU. atacan en conjunto, coordinados, aunque los actos terroristas se realicen individualmente y el atacante muera en la acción. Por ello, el énfasis en la campaña electoral y en su publicidad está en la crítica de los republicanos al recorte presupuestario propuesto por los demócratas para los servicios de inteligencia, puesto que sólo con el trabajo metódico de estos, con su adaptación a los nuevos peligros, los gobiernos serán capaces de acabar con las nuevas amenazas terroristas.
De la misma manera que los servicios secretos estadounidenses han ido transformándose, cambiando de piel para adaptarse a los nuevos tiempos y a los nuevos objetivos, los servicios de inteligencia españoles han ido cambiando desde el comienzo de la democracia española hasta la actualidad.
La conmoción que produjo en el mundo la revuelta de Mayo del 68, que desde Francia se extendió por toda Europa y Estados Unidos, no tuvo la misma repercusión en España; con todo, no faltaron los movimientos sociales y estudiantiles de oposición a la dictadura franquista, que se materializaron en huelgas y manifestaciones de estudiantes universitarios. Esta situación llevó al subsecretario de Educación, Alberto Monreal Luque, a solicitar, el 27 de septiembre de 1968, al jefe del Alto Estado Mayor ayuda para evitar la subversión en la universidad española. El Estado Mayor crea para tal fin la Organización Contrasubversiva Nacional (OCN), bajo el mando del entonces comandante José Ignacio San Martín López, pero desvinculada, en apariencia, del Alto Estado Mayor, pues se puso al servicio del Ministerio de Educación y Ciencia. A partir de 1969, la OCN pasó a denominarse Servicio Central de Documentación (SECED). Las funciones de dicho organismo fueron ampliadas a partir de 1971; además de la sección dedicada al campo universitario, se organizaron dos secciones más: una que investigaba el mundo laboral, infiltrándose en los movimientos sindicales, y otra que se ocupaba del sector intelectual, cuya misión principal era investigar toda actividad ideológica que pusiera en peligro el régimen del general Franco. Ya en 1971, el SECED pasó a depender del Ministerio de la Gobernación, cuyo titular era Tomás Garicano Goñi. Santiago de Crüilles de Peratallada Bosch, a la sazón subsecretario de Gobernación, fue el encargado de los operativos de dicho organismo en marzo del mismo año. El 3 de marzo de 1972, al jefe del SECED se le asigna el cargo de director general, cuyo titular es el antiguo jefe de la OCN, José Ignacio San Martín López. El SECED se presenta como un organismo de inteligencia civil, al depender del Ministerio del Interior, pero que ha sido creado por militares, con una estructura militar, cuya misión es vigilar a los ciudadanos civiles dentro de España. Este servicio venía a unirse a los propios de la Guardia Civil, a los del ejército y a los de la Brigada de Investigación Social o Brigada Político-Social de la Policía. Aunque se intentó, fracasaron todos los intentos de crear un organismo que coordinara en solitario todos los demás servicios de inteligencia que operaban en España en esos tiempos.
La muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 y el paso de la dictadura a la democracia tuvieron su repercusión en la organización de los servicios de inteligencia. En primer lugar, se les privó a la Fuerzas Armadas de la competencia en tareas de inteligencia interior y se simplificó la multiplicidad de servicios para lograr una mayor capacidad. Fue así como nació en 1977 el Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) de la mano del entonces vicepresidente del Gobierno y ministro de Defensa, el general Manuel Gutiérrez Mellado. Antes de las elecciones generales legislativas de las Cortes el 15 de junio de dicho año, Mellado convocó a Andrés Casinello, el director del SECED, y a Manuel Vallespín, el jefe de la división de inteligencia del Alto Estado Mayor, y les comunicó la decisión del Gobierno, liderado por su presidente Adolfo Suárez González, de unir sus dos organizaciones en una sola, con el fin de conseguir una mayor eficacia. Así, el 2 de noviembre se estableció la primera regulación del CESID.
La «Casa», como suele denominarse al CESID, ha sufrido dos etapas a lo largo de su existencia, que se corresponden con los años 1977-1982 para la primera etapa, momento en el que España ingresa en la OTAN, y desde el año 1982 hasta su sustitución por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el 6 de mayo de 2002. En estas dos etapas, las misiones del CESID van a variar. Su prioridad inicial fue la información militar para evitar las eventuales intentonas golpistas por parte de los más recalcitrantes inmovilistas. Tras el conato de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, los objetivos del CESID se amplían. Además de ocuparse de la inteligencia militar, su cometido abarca la obtención, evaluación y difusión de la información relativa a las actividades de carácter terrorista. Asimismo, entre sus atribuciones están las tareas de contrainteligencia, con el fin de contrarrestar el espionaje y las actividades de los servicios de inteligencia extranjeros que pudieran atentar contra los intereses españoles. Aunque el antiguo CESID dependía del Ministerio de Defensa también trabajaba para el presidente del Gobierno. Por ello se fue conformando paulatinamente en un organismo mixto, con naturaleza militar y civil, tal como se desprende de los tipos de tarea de inteligencia que tenía asignadas. Por un lado, era el órgano de información del presidente del Gobierno; por otro, lo era también del ministro de Defensa. Y, por último, coordinaba la acción de los distintos organismos en relación con los procedimientos de cifrado y criptografía. En cuanto a su estructura, el director general era el cargo más elevado dentro de su organigrama; de él dependía la Secretaría General, al mando de un secretario general, a cuyo cargo había cuatro unidades de inteligencia distintas: Inteligencia exterior, Contrainteligencia, Inteligencia interior y Economía y tecnología.
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