• Quejarse

Brandon Sanderson Robert Jordan - Torres de medianoche

Aquí puedes leer online Brandon Sanderson Robert Jordan - Torres de medianoche texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2010, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Brandon Sanderson Robert Jordan Torres de medianoche

Torres de medianoche: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Torres de medianoche" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

La Última Batalla ha comenzado. El sol de la tercera era inicia el declive hacia el ocaso. Los Capas Blancas, un asesino de lobos y las responsabilidades del liderazgo acosan a Perrin Aybara. Debe buscar respuestas en el Telaranrhiod a fin de superar estos obstáculos y controlar al lobo que lleva dentro y no perder para siempre su condición humana. Entre tanto, Matrim Cauthon se dispone a afrontar el reto más difícil de su vida: los seres del otro lado de los marcos de piedra, los alfinios y los elfinios. Confiaba en que ésta sería la última confrontación, pero la Rueda gira según sus designios. Se acerca el momento en que tendrá que vérselas de nuevo con las serpientes y los zorros, y participar en un juego en el que nunca se gana. La Torre de Ghenjei espera y sus secretos revelarán el destino de una persona amiga que lleva perdida mucho tiempo. Dovieandi se tovya sagain. Es hora de lanzar los dados.

Brandon Sanderson Robert Jordan: otros libros del autor


¿Quién escribió Torres de medianoche? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Torres de medianoche — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Torres de medianoche " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
PRÓLOGO

Distinciones

Los cascos de Mandarb marcaban un ritmo familiar en el terreno accidentado. Lan Mandragoran cabalgaba hacia su muerte. El aire seco le provocaba escozor en la garganta y el suelo estaba salpicado de cristales de sal que salían a la superficie después de desecarse bajo tierra. La infección se hacía patente en las manchas de unas formaciones rocosas de color rojizo que se alzaban hacia el norte. Eran marcas de la Llaga, provocadas por un oscuro liquen que se iba propagando.

Siguió cabalgando hacia el este, en paralelo a la Llaga. Todavía estaba en Saldaea, donde su mujer lo había dejado cumpliendo así —por un mínimo margen— su promesa de llevarlo a las Tierras Fronterizas. La calzada por la que marchaba se extendía ante él desde hacía mucho tiempo. Le había dado la espalda veinte años atrás, cuando había accedido a ir con Moraine, pero siempre supo que regresaría. Eso era lo que significaba llevar el nombre de sus padres, la espada que le colgaba de la cintura y el hadori ceñido a la frente.

Aquella parte del norte de Saldaea se conocía como Landas de Proska, y era un sitio lúgubre por el que viajar, un lugar donde no crecía una sola planta. Soplaba un viento del norte que arrastraba consigo un hedor repulsivo, como el de una profunda y sofocante ciénaga henchida de cadáveres. En lo alto, el cielo tormentoso estaba oscuro, encapotado.

«Esa mujer», pensó Lan al tiempo que meneaba la cabeza. Qué deprisa había aprendido Nynaeve a hablar y pensar como una Aes Sedai. El hecho de que estuviera cabalgando hacia su muerte no lo afligía, pero saber que ella temía por su suerte... Eso sí que dolía. Muchísimo.

Hacía días que no veía a nadie. Los saldaeninos tenían fortificaciones más al sur, pero la zona que atravesaba estaba surcada por barrancos quebrados que dificultaban los asaltos a los trollocs, y éstos preferían atacar en las cercanías de Maradon. Lo cual no era motivo para relajarse. Uno no debía bajar nunca la guardia estando tan cerca de la Llaga. Se fijó en la cumbre de una colina; aquél sería un buen sitio para tener un apostadero. Lo observó con atención, pendiente de cualquier indicio de movimiento. Sin apartar la mano del arco, dio un rodeo a una depresión del terreno, en prevención de que hubiera atacantes emboscados. Cuando estuviera viajando un poco más hacia el este, cortaría a través de Saldaea y cruzaría Kandor por las estupendas calzadas que había por allí. Después...

Un poco de grava rodó ladera abajo en alguna colina cercana.

Con mucho cuidado, Lan sacó una flecha de la aljaba que llevaba colgada en la silla de montar. ¿De dónde provenía el sonido?

«De la derecha», decidió para sus adentros. Del sur. De la colina que se encontraba en aquella dirección; alguien se aproximaba por detrás del cerro.

Lan no frenó a Mandarb, porque hacer cambiar el ritmo de los cascos sería tanto como poner sobre aviso a quien se acercaba. Notando el sudor de los dedos dentro de los guantes de piel de cervato, alzó el arco sin hacer movimientos bruscos. Encajó la flecha y tensó la cuerda a la par que la subía hasta la mejilla, aspirando el olor a resina y a plumas de ganso...

Alguien apareció rodeando la falda de la colina. El hombre se quedó petrificado, y el viejo rocín de carga que lo seguía —con la crin enmarañada— llegó junto a él, lo sobrepasó, y sólo se detuvo cuando el ronzal que lo sujetaba por el cuello se puso tirante.

El hombre vestía una camisa marrón claro cerrada con lazos y unos pantalones polvorientos. Llevaba espada a la cintura y tenía los brazos fuertes y musculosos, pero su aspecto no era amenazador. De hecho, a Lan le resultaba familiar.

—¡Lord Mandragoran! —exclamó el hombre, que echó a andar con premura y tiró del ronzal del caballo para que lo siguiera—. Por fin os encuentro. ¡Había dado por hecho que viajaríais por la calzada de Kremer!

—¿Te conozco? —inquirió Lan, que bajó el arco e hizo parar a Mandarb.

—¡Traigo víveres, milord! —El cabello oscuro y la piel curtida del hombre sugerían que tenía ascendencia fronteriza. Siguió adelante, en exceso ansioso y dando tirones al sobrecargado jamelgo con la mano de gruesos dedos—. Imaginé que no llevaríais suficiente comida. Y tiendas, traigo cuatro, por si acaso. También algo de agua. Forraje para los caballos, y...

—¿Quién eres? —inquirió Lan con brusquedad—. ¿Y cómo sabes quién soy yo?

El hombre se frenó en seco.

—Soy Bulen, milord. De Kandor, ¿recordáis?

De Kandor... A Lan le vino a la memoria la imagen de un joven y desgarbado chico de los recados. Para su sorpresa, advirtió el parecido.

—¿Bulen? ¡De eso hace veinte años, hombre!

—Lo sé, lord Mandragoran, pero en palacio corrió la voz de que la Grulla Dorada ondeaba de nuevo y supe lo que tenía que hacer. He aprendido a manejar bien la espada, milord. Vengo para cabalgar con vos y...

—¿Dices que la noticia de mi viaje ha llegado hasta Aesdaishar?

—Sí, milord. El'Nynaeve se presentó ante nosotros, ¿sabéis? Y nos contó lo que habíais hecho. Hay más gente reuniéndose, pero yo me adelanté porque sabía que necesitaríais provisiones.

«Condenada mujer», pensó Lan. ¡Y encima le había hecho jurar que aceptaría a aquellos que quisieran cabalgar con él! Bien, pues, si ella hacía malabarismos con la verdad, él también sabía hacerlos. Había dicho que aceptaría a quien deseara "cabalgar" con él; ese hombre no iba montado y, en consecuencia, no incumplía su promesa si rechazaba su compañía. Una diferencia insignificante, pero los veinte años pasados con las Aes Sedai le habían enseñado un buen número de cosas en cuanto a ser prudente con lo que uno decía y cómo lo decía.

—Regresa a Aesdaishar y explícales que mi esposa se equivocó, que no he enarbolado la Grulla Dorada —declaró.

—Pero...

—No te necesito, hijo. Vete.

Lan tocó con los talones los ijares de Mandarb para que reanudara la marcha, y dejó plantado al hombre en la calzada. Durante unos segundos creyó que éste obedecería su orden, aunque eludir un juramento le producía remordimientos de conciencia.

—Mi padre era malkieri —dijo Bulen a su espalda.

Lan no se detuvo.

—Murió cuando yo tenía cinco años —añadió Bulen, alzando la voz—. Se casó con una kandoresa. Los dos murieron a manos de unos forajidos. Apenas los recuerdo, pero sí me acuerdo de que mi padre me dijo que algún día lucharíamos por la Grulla Dorada. Eso es todo cuanto me queda de él.

Lan miró atrás sin poder evitarlo, aunque no frenó a Mandarb. Bulen sostenía en alto una fina tira de cuero, el hadori que llevaba ceñido a la frente cualquier malkieri comprometido bajo juramento a luchar contra la Sombra.

—Me pondría el hadori de mi padre —prosiguió Bulen, que alzó más aún la voz—, pero no tengo a quién preguntarle si puedo. Tal es la tradición, ¿verdad? Alguien ha de darme permiso para llevarlo. Bien, pues, lucharé contra la Sombra mientras viva. —Bajó la vista hacia el hadori y después levantó de nuevo los ojos y gritó—: ¡Combatiré contra la oscuridad, al'Lan Mandragoran! ¿Vais a decirme que no puedo?

—Ve con el Dragón Renacido —contestó Lan—. O con el ejército de tu soberana. Cualquiera de ellos te aceptará.

—¿Y vos? ¿Pensáis hacer todo el recorrido hasta las Siete Torres sin provisiones?

—Las buscaré.

—Con el debido respeto, milord, ¿habéis visto la zona en la actualidad? La Llaga avanza más y más hacia el sur. No crece nada, ni siquiera en las tierras que antaño eran fértiles. Apenas queda caza.

Lan vaciló y tiró de las riendas para frenar a Mandarb.

—En aquellos años casi no sabía quién erais —continuó Bulen, que echó a andar seguido por el animal de carga—. Aunque sí sé que perdisteis a alguien de entre nosotros muy importante para vos. Durante años, me he maldecido por no haberos servido mejor y me juré que algún día combatiría a vuestro lado.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Torres de medianoche»

Mira libros similares a Torres de medianoche. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Torres de medianoche»

Discusión, reseñas del libro Torres de medianoche y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.