Books In Spanish: Easy Stories to Practice Your Spanish 4 Books Bundle
B1 Intermediate Level
Mariana Ferrer
Published by Frank Sagan Media, 2016.
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BOOKS IN SPANISH: EASY STORIES TO PRACTICE YOUR SPANISH 4 BOOKS BUNDLE
First edition. December 12, 2016.
Copyright © 2016 Mariana Ferrer.
ISBN: 978-1540189912
Written by Mariana Ferrer.
10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
EL ULTIMO POEMA
Primera Parte
L EÍ QUE ALDOUS HUXLEY , dijo que el verdadero viajero encuentra que el aburrimiento es más bien agradable que molesto. Es el símbolo de su libertad –su excesiva libertad-. Él acepta su aburrimiento, cuando viene, no como mero principio filosófico sino casi con placer. Yo por ende supuse que la libertad que nos dan los viajes era algo que podía sacarme de mi constante aburrimiento, y con 18 años esa liberación era toda una necesidad que debía satisfacer cuanto antes.
Como estudiante de literatura y francés, dedicaba muy poco tiempo a cosas que atraían a las otras chicas pero que yo creía un tanto superficiales. Para mí la verdadera vida estaba dentro de los libros y la pasión, en la excitación desesperada que me provocaba la poesía. O por lo menos eso es lo que creía antes de viajar como parte de mis estudios a una importante feria del libro en la ciudad de México.
Llegué a la capital del país con emoción, y ya sin tanto aburrimiento. Conocí el Palacio de Bellas Artes en mi primer día en la ciudad, y caminé por ese hermoso centro del Distrito Federal, anonadada por los libros de viejo y el impactante Museo Nacional de Arte de México.
Con mi poco dinero y un deseo fuerte por abalanzarme sobre los nuevos libros a conocer, dediqué gran parte de mi segundo día en la ciudad a recorrer la impresionante Feria del libro en el Palacio de Minería, y a comprar un par de ejemplares.
Fue viendo libros de literatura infantil, álbumes ilustrados para ser precisa, que, de forma totalmente inesperada, un extraño se me acercó poco a poco. Como se te acerca cualquier persona en un lugar público. Yo no percibí sus intenciones, pero sí su presencia que inesperadamente estaba al lado mío.
— ¿Cómo te llamas?
— ¿Perdona? —. Dije con una intriga que más bien era una sorpresa, porque justo unos minutos antes había visto de reojo al joven que me hablaba. Para mí él era guapo, me recordaba a Keaton Henson.
— Te preguntaba cómo te llamas.
— Ana, me llamo Ana.
Esperé escuchar su nombre, pero lo único que tuve como señal de respuesta fue una mirada tranquila que cambió mi sorpresa a lo que realmente fue desde un principio, una atracción inmediata hacia ese joven alto y de barba descuidada como su atuendo.
Fue raro para mí sentirme tan atraída por alguien que apenas miré de reojo y que me hablaba de forma súbita, tan directo, tan incómodamente. Sin embargo, él apartó de mi mente los libros y me dejó preguntándome sobre cuál era su nombre. Yo quería saber su nombre. Aun así, me aparté de él para reanudar mi camino por la feria.
Caminando lentamente para alejarme de esa situación incómoda para mí, me repetía una y otra vez que lo mío no era sentirme atraída por un extraño, que lo mío no era creer en cosas tan cursis como el amor a primera vista... aunque sabía que no era amor. Pero no dejaba de imaginarlo siguiendo mis pasos, preguntando de nuevo algo, lo que fuera, simplemente quería escuchar su voz de nuevo, sentir sus ojos calmos sobre mis ojos un poco asustados.
Me sentí así sólo por un momento, ya que sin pensarlo demasiado me di media vuelta y me dirigí a buscarlo. Porque aun sabiendo que eso no era lo mío, quería dejar de estar aburrida en mi vida. Estaba interesada y curiosa, no tanto por ese extraño pese a encontrarlo atractivo, sino que me intrigaba la situación y lo que traería a mi vida, a ese día en específico.
L O ENCONTRÉ EN LA SECCIÓN infantil, no se había movido de ahí y entre sus manos tenía un álbum ilustrado al que apenas vi el nombre “ El sueño de Pablo ”.
— Hola Ana —. Dijo, y trazó una leve sonrisa en su rostro.
— ¿Puedo saber cómo te llamas?, porque bueno — dije nerviosa—. Tú sabes mi nombre, pero yo no sé el tuyo —. Sentía que me confundía un poco más con cada palabra que salía de mi boca.
— Pablo, como el chico de este libro —. Dijo señalando la portada del álbum ilustrado.
— Qué gran casualidad...
Algo me hizo pensar que en realidad su nombre no era Pablo, que me mentía por alguna razón o una diversión que yo desconocía, pero con todo y mis instintos no dudé en pedirle un café.
— Sabes Pablo, hay una zona donde venden café, sería bueno tomar uno ¿no lo crees?
— Claro, suena bastante bien un café.
Dejó el libro sobre la mesa junto a varios tomos exactamente iguales y sin decir algo más, tomó mi mano. Me sorprendí apretando también su mano. Estaba cada vez más curiosa sobre todo lo que estaba pasando y sobre la familiaridad con la que mi palma había adoptado la palma de Pablo, la familiaridad con la que su nombre ahora rondaba por mi cabeza.
— Quiero salir Ana, he pasado todo el día en la feria.
Dudé un poco, mi acento revelaba mi procedencia, yo no era de ciudad capital y para una chica en mi posición las cosas podían ser peligrosas. Además, estaba ahí por un viaje escolar, pese a no tener amigos en mi grupo, un par de compañeros podrían extrañarme un poco, notar que yo no estaba.
— No sé — dije insegura—. En realidad, debo permanecer cerca del centro, mi hostal está entre Bolívar y Salvador.
— Entre Calle de Bolívar y Avenida República del Salvador — dijo corrigiéndome —. No pasa nada, estaremos rondando esa área. No quiero que te pierdas en una ciudad como esta —dijo Pablo, mientras me conducía a la salida de La Feria del Libro.
La ciudad era hermosa pese a su evidente caos, Pablo conocía el centro a la perfección, o por lo menos así me pareció por la forma en la que dirigía mis pasos por cada calle y por cada esquina.
Tomamos un café en un sitio moderno, aluzado y con objetos de decoración. En realidad, se trataba de un lugar con nulo atractivo. Quizá por eso charlamos poco.
Comparamos los libros que habíamos comprado, todo en oferta, y hablamos de nuestros autores favoritos. A él también la gustaba J.M. Coetzee, y lo había visto dar una conferencia sobre El Quijote en Buenos Aires. También había visitado el Museo Botero, en Bogotá, y el MoMa, en Nueva York. Pablo me emocionó, él conocía lugares que yo quería visitar.