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La Proscrita Marciana
—No derrames agua por pesar, Tanit.
Las palabras del enorme dinosaurio inteligente que está a mi lado no habrían tenido efecto de no haber sido porque la garra de mi co-hembra se apoya en mi hombro, y Tara se agacha hasta que su cara está rozando la mía.
—Tiene razón, Art’Ana . No lo pienses más.
Art’Ana . En cierto modo, esa palabra hace que reaccione. Soy la matriarca del nido. No puedo mostrar debilidad. Si yo me pierdo, toda nuestra familia está en peligro. Pero aún así, a pesar de que comienzo a enjugarme las lágrimas, no puedo dejar de llorar.
—¡Matará a mi madre!
El nuevo gobernador militar del mundo que mi padre descubrió, Harrigan, me ha declarado una traidora a la humanidad. Porque impedí que intentase exterminar a dos razas inteligentes que mi madre había descubierto en el planeta. Porque me negué a darle el secreto que yo descubrí, el cómo viajar de forma casi instantánea entre las estrellas. Planeaba viviseccionar a mi familia extraterrestre para que yo cediese. Estaba dispuesto a torturar a mi madre, que se ha quedado atrás para proteger a los Urgh y los Laarneis. Y para colmo hemos destruido la nave estelar en la que llegó, dejándole atrapado en el mismo planeta que mi madre.
—No, no lo hará —oigo decir a la suave voz de Irina, la IA que es el cuarto miembro de nuestro rarísimo matrimonio.
Vuelvo a pasarme la mano por los ojos, intentando en vano enjugarme las lágrimas.
—¿Por qué piensas eso?
La voz de la computadora suena casi petulante, aunque Irina por supuesto no puede ser eso. Creo. Claro que ella es una IA muy peculiar.
—Amenazaste con volver con una flota alienígena para destruir a la humanidad si no le mataban en caso de que hiciera daño a tu madre. Su instinto de preservación evitará que le haga nada. Es lógico.
Vuelvo a pasarme la mano por los ojos.
—¿Y si no me cree? ¿Si piensa que sólo es un farol?
Parece dudar.
—No veo la relación con un dispositivo que da luz.
Suspiro. Aunque Irina ya sabe español, supongo que no conoce esa expresión.
—Quiero decir, si piensa que estoy mintiendo.
—Entonces hay que hacer que piense que tiene mucho que perder si le hace daño a tu madre.
—¿Pero cómo?
—Continuando con el plan original. Haciendo que la Tierra se entere de que los extraterrestres existimos y que el gobierno terrestre está intentando exterminar a los Urgh.
—¡Pero si el dron que iba a hacer eso ha sido destruido! —me exaspero—. Y si no lo ha sido, ¡no podrá volver con el Hijo del Trueno , puesto que hemos destrozado sus motores!
Groar enseña sus dientes en lo que en su raza es una sonrisa.
—Pero nosotros sí podemos hacerlo. Vayamos allí y emitamos tu libro y la grabación que hicisteis tu madre y tú.
Me quedo con la boca abierta. ¿Ir nosotros al Sistema Solar?
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto que habla en serio —interviene Tara—. Aunque no será fácil. Como tu raza tenga sistemas sofisticados de detección de amenazas, nos atacarán en cuanto lleguemos, antes de poder emitir el mensaje.
Termino de secarme las lágrimas, de pronto esperanzada.
—Que yo sepa, no tiene nada de eso. Y ya no soy humana, Tara: Me han expulsado de la raza humana. Ahora soy tan Krogan como tú.
Suelta una risita.
—Siempre lo has sido, Art’Ana , desde que creaste un nido con un macho Krogan. Eso sí, no confundas la sociedad con la biología. —Me hace un guiño, en un gesto muy humano—. A menos, claro, que seas capaz de tener un cachorro con Groar cuando tengas la edad adecuada.
No puedo menos que reírme. Tara siempre ha sabido decir lo correcto para animarme. Eso sí, siempre está dispuesta a pinchar.
Reflexiono un instante. Con los motores de doblado del espacio tardaremos meses en llegar al Sistema Solar. Demasiado tiempo, estando mi madre y los Urgh en peligro. Sin embargo, eso no debería ser un problema, puesto que ahora sabemos que esta nave tiene otros motores que pueden hacer ese viaje en cuestión de minutos.
—Mucho me temo que yo no voy a poder engendrar en este nido, Tara. —Inspiro hondo—. Está bien. Vamos a estropearles su plan a esos asquerosos. ¿Irina?
—¿Sí, Art’Ana ?
—¿Nos queda combustible para un salto de pulso?
El salto de pulso. Una tecnología que descubrí y que me permitió regresar con mi madre. Aunque cuando intentamos aplicarla con nuestra propulsión normal, nos encontramos con que nuestro acorazado de bolsillo —fabricado por una antigua civilización antes de la Guerra de las Máquinas— tiene un motor que usa esa tecnología. ¿Casualidad? No lo creo, aunque me haya venido muy bien. Lo malo es que casi no teníamos combustible para usarlo, y no sabemos qué clase de fuente de energía utiliza. Son unos cristales extraños, pero ni sabemos fabricarlos ni tampoco tenemos idea de dónde proceden.
—Para un salto de pulso normal, sí, aunque un segundo pulso tendría que suplirlo con nuestros otros motores. Pero si pretendes realizar un híperpulso... pues me temo que no.
Por poco me atraganto. El híperpulso, el salto galáctico cuyo conocimiento el gobernador Harrigan ha intentado arrancarme, no solo requiere los motores de pulso. Requiere una mente con capacidades psi , como las de una servidora, amén de una capacidad de computación brutal, como la de Irina. Pero ni loca voy a volver a intentar un salto así. Había... algo. Algo gigantesco, que se sentía atraído por mi psique. Un depredador al lado del cual cualquier bestia que hayamos jamás conocido es apenas una bacteria. No, ni en broma voy a repetir un híperpulso. Claro que maldita falta que hace.
—Irina, que estamos a solo veintidós ciclos-luz de la Tierra. Un salto de pulso es más que suficiente.
—Muy bien. Dame las coordenadas.
Abro mi pantalla de navegación y busco en el brazo de Orión la enana amarilla de tipo G2V que es el sol donde creció nuestra especie. Cuando lo encuentro, lo marco en mi pantalla.
—Aquí es. No te acerques demasiado, no queremos que nos detecten demasiado pronto.
—No podría hacerlo de todos modos, Tanit. Según tus fórmulas, es peligroso acercarnos tanto a un pozo de gravedad.
Pongo cara de circunstancias. Yo habré redescubierto este modo de propulsión, pero está visto que Irina ha estudiado mis propias fórmulas incluso más a fondo que yo. A decir verdad, yo había pasado por alto ese detalle.
Tardamos bastante en alejarnos del planeta y alcanzar la velocidad suficiente para poder realizar el salto de pulso. Pero como Irina está ascendiendo sobre la elíptica del sistema de Gliese 163, no tenemos que preocuparnos de posibles interferencias debido a la gravedad de otros planetas.
Después de unas horas, Irina nos informa de que está preparada para el salto y yo inspiro hondo. Miro a mi nido, viendo la determinación en sus rostros.
—Adelante —masculla Groar.
—De acuerdo. Irina... ¡Pulso!
Las luces parpadean, y durante unos segundos veo algo parecido a un túnel azul. Acto seguido, estamos en otro lugar.