Agradecimientos
Madre feminista no hubiera visto la luz del día si Justyna Dąbrowska, en aquel entonces redactora jefe de la revista Niños, no me hubiera invitado en mayo de 2010 a colaborar con ella. Justyna es también la editora de este libro y quiero agradecerle todo el apoyo que me ha prestado durante las dos etapas, las conversaciones y los consejos, importantísimos para mí. La segunda persona clave es Elżbieta Korolczuk, cuyo nombre irá apareciendo varias veces en las siguientes páginas: gracias, gracias, gracias.
Me gustaría dar las gracias también a todos los participantes, invitados e invitadas a mi seminario en el Instituto de Estudios Avanzados en Crítica Política («¿Qué pasó con la segunda ola?», 2012-2013, y «El feminismo de nuestros tiempos», 2013-2014). Gracias a vosotros he leído, he reflexionado y he entendido muchas cosas.
A mi Madre feminista; obviamente, la he escrito sola… pero a la vez no tanto. Los textos incluidos en este libro han surgido tras incontables conversaciones con amigas y conocidas, madres también. Hablábamos en los parques y vestuarios mientras esperábamos a que acabaran las clases de fútbol o natación. Hablábamos durante las fiestas infantiles y visitas a otras casas que en principio permitían socializar a nuestros hijos, pero nos socializaron también a nosotras. Hablábamos por correo electrónico porque a veces nos era complicado vernos. Quiero dar las gracias sobre todo a Ania (madre de Zosia y Stefan), Justyna (madre de Jędruś), Klaudyna (madre de Róża), Maja (madre de Tymon y Hugon), Iwona (madre de Nina y Marcin), Ola (madre de Aleks), Ania (madre de Dominika y Filip), Kasia (madre de Maja y Julka), Magda (madre de Hania y Antek), Pola (madre de Bruno y Miron), Monika (madre de Ignaś y Zosia), y también a las madres feministas: a Kinga (madre de Staś), Ania (madre de Bronka) y Sylwia (madre de Bruno). Ya no está entre nosotras Iwona (la difunta madre de Krzyś, Kubuś y Kajtek) pero tuve la suerte de poder compartir largas conversaciones con ella; sobre maternidad hablamos poco porque todavía no había llegado mi hora, pero mientras escribía el libro, muchas veces pensé en qué diría Iwona. Quiero mostrar mi agradecimiento también a Wojtek y Joanna: vuestro amor a la familia y vuestra manera de criar me han enseñado mucho. Muchas gracias también a Małgorzata Durska, compañera del Centro de Estudios Estadounidenses, que compartió conmigo varias lecturas e ideas, y que me empujó a seguir trabajando. Queda también Kasia, madre de Agnieszka, abuela de Staś, o sea, mi madre, con la que he tenido muchas conversaciones valiosas.
Y ahora lo más importante. Mi primer lector siempre fue Bernard, el padre de Staś. Le estoy agradecida por todos los comentarios y consejos, y por ser un padre fantástico. Está presente en varios apartados del libro, aunque su nombre no aparezca porque aprecia mucho la privacidad. Cuando escribía sobre padres implicados y afectuosos, pensaba en él. Quiero dar las gracias también a mi propio padre, Piotr Graff, que no solo era y sigue siendo un buen padre, sino que apoya incansablemente a su hija como madre y como feminista.
Staś todavía no sabe leer, pero a él es a quién, ante todo, debo darle las gracias. Aunque el libro está lleno de ti, he intentado respetar tu intimidad, no revelar ningún secreto personal. A menudo pensaba en ti como en el futuro lector de este texto. Espero que te guste este enmarañado rastro de las aventuras que vivimos juntos en los parques, de nuestras lecturas y conversaciones inolvidables. Gracias a ti he ampliado enormemente mis conocimientos sobre ideología de género: ahora sé alguna cosa sobre el pobre William, que lloraba porque quería tener una muñeca, y sobre la identidad masculina de Bob, el constructor. Y también sobre mi misma.
***
Madre feminista
terminó de digitalizarse en febrero de 2021,
después de que parte de la población polaca
se haya visto obligada a recordar a las instituciones
que el aborto es un derecho de las mujeres,
obteniendo un recorte
casi total como
respuesta
***
Epílogo
La igualdad y la madre naturaleza
Ponencia en el Congreso de la Mujer de 2013
«¿Se puede acelerar la igualdad en la familia? ¿Hay que reforzar la igualdad con leyes? ¿Es mejor dejar esos asuntos a la naturaleza?». Son preguntas que nos hacía la periodista Dorota Warakomska. Son muy interesantes. Es una pena que estén desactualizadas. Hace una semana el Gobierno y el Parlamento respondieron esas preguntas en nuestro nombre: «No hay que forzar las cosas. ¡Dejemos que la gente elija! ¡Que elija la naturaleza!».
Esa manera de pensar fue la causa por la que se aprobó por unanimidad la ley de las 52 semanas de baja por el nacimiento de un niño en un formato que hace caso omiso de los padres. Sus obligaciones respecto a los niños, su necesidad de crear vínculos, todo ha ido a parar a la zona gris de «no hay que forzar las cosas». Con razón el ministro Kosiniak-Kamysz llama a esas bajas «de maternidad». El legislador ha decidido que ser padre es cosa de madres.
Magdalena Środa ha repetido varias veces que la ley deja a las mujeres fuera del mercado laboral, condenándolas a la «incapacidad económica». De acuerdo, volver de una baja de un año será todavía más complicado que de la de medio año porque el puesto de trabajo puede estar ocupado por otra persona, sin mencionar que nuestras competencias pueden perder algo de brillo durante ese año. La visión de una baja anual desanimará a los empresarios a la hora de contratar mujeres. Yo, sin embargo, aprecio las ventajas de unas bajas maternales más largas. ¿Por qué? Porque tengo un niño pequeño y conozco a muchas mujeres en una situación similar. Durante la lucha por esas prórrogas, cruzaba los dedos porque las concedieran. Conozco a algunas de aquellas madres luchadoras, sé que ansiaban esas bajas. Que les hacían mucha ilusión. Un año con un bebé no es mucho. El tiempo pasa tan rápido… Pero esas son razones personales. Mucho más importantes son las razones ideológicas, políticas. Las largas bajas por el nacimiento de un niño son una parte razonable del paquete de un estado de bienestar: los empresarios han de tener en cuenta que sus trabajadores tienen hijos; el Estado debe proteger a las madres de la discriminación y no al mercado de las madres.
En los países escandinavos las bajas son mucho más largas que aquí y hacen mucho bien a la causa por la igualdad. Pero para que así sea han de ser de las madres y de los padres. Por eso no me preocupa que a las mujeres se les haya concedido tanto. Me preocupa que a los hombres se les haya concedido tan poco.
En ese conflicto está en juego algo más que las bajas. Está en juego el modelo de estado y de familia. Se cuestiona si el Estado debería interferir en la esfera privada, animando a la gente a compartir los cuidados de manera igualitaria. La nueva ley admite que no debería hacerlo. Consolida el modelo en el cual el padre es para el crío una persona de tercera o cuarta categoría: después de la madre, la abuela, la educadora de la guardería y unas cuantas tías. Una persona bienvenida pero, en el fondo, prescindible. Un papá de fin de semana. El Estado es consciente de ello y se pronuncia: es natural, parece que tiene que ser así. No hay que forzar las cosas.
En Polonia, según indican los estudios, nos quejamos de la falta de responsabilidad masculina, del síndrome de Peter Pan, de las crisis de paternidad y apoyamos «la solidaridad de la familia». Sin embargo, la ley dice otra cosa: que la Madre Polaca puede y debe apañárselas sin el Padre Polaco. Solo uno de cada diez Padres Polacos Divorciados paga la manutención de sus niños. ¿Por qué la mayoría no lo hace? Primero, porque nadie los obliga a hacerlo. Segundo, porque en el fondo nunca se sintieron del todo padres. Los niños en Polonia son un asunto de mujeres. Cuando la mujer se convierte en exmujer, el papá típico llega a la conclusión de que los niños también son ex.