Hace pocas décadas que el hombre ha empezado a tomar conciencia de las consecuencias de su acción sobre la Naturaleza, de los cambios provocados por la contaminación y de la amenaza que a la larga representan para la supervivencia de la especie. Dos autores del prestigio de Isaac Asimov y Frederik Pohl analizan en las páginas de «La ira de la Tierra» los estragos causados por el mundo desarrollado en el medio ambiente y, lo que quizá es más importante, los peligros que implicarán una falta de reacción inmediata y adecuada. No se trata de transmitir un mensaje destructivo o pesimista, sino de reaccionar a tiempo. Los autores dedican por eso gran parte del libro a indicar con un estilo accesible, incluso a la hora de exponer cuestiones técnicas, qué puede hacerse todavía para evitar el desastre ecológico.
Isaac Asimov & Frederik Pohl
La ira de la Tierra
ePub r1.0
FLeCos 08.09.2015
Título original: Our Angry Earth
Isaac Asimov & Frederik Pohl, 1991
Traducción: Teresa de León
Editor digital: FLeCos
ePub base r1.2
ISAAC ASIMOV (Petróvichi, República Socialista Federativa Soviética de Rusia, 2 de enero de 1920 – Nueva York, Estados Unidos, 6 de abril de 1992), fue un escritor y bioquímico ruso, nacionalizado estadounidense, conocido por ser un exitoso y excepcionalmente prolífico autor de obras de ciencia ficción, historia y divulgación científica. La obra más famosa de Asimov es la Saga de la Fundación, también conocida como Trilogía o Ciclo de Trántor, que forma parte de la serie del Imperio Galáctico y que más tarde combinó con su otra gran serie sobre los robots. También escribió obras de misterio y fantasía, así como una gran cantidad de textos de no ficción. En total, firmó más de 500 volúmenes y unas 9000 cartas o postales. Sus trabajos han sido publicados en 9 de las 10 categorías del Sistema Dewey de clasificación. Asimov, junto con Robert A. Heinlein y Arthur C. Clarke, fue considerado en vida como uno de los «tres grandes» escritores de ciencia ficción.
Notas
[1] Zero Population Growth.
[2] Sap significa en inglés coloquial «bobo». (N. de la T)
[3] Microburst significa en inglés «microexplosión». (N. de la T.)
[4] Cuenco de polvo. (N. del T.)
[5] Cometas que en su marcha por el espacio pasan muy cerca del sol y pueden chocar con él. (N. de la T.)
[6] Llamados así por las siglas de Unidades Térmicas Británicas (British Thermal Units). (N de la T.)
[7]«Photovoltaics» en inglés. (N. de la T.)
[8] Phosphoric Acid Fuel Cell (N. de la T.)
[9] Seguidores de la secta Moon. (N. de la T.)
[10] Personajes gemelos de Alicia en el país de las maravillas. (N. de la T.)
La guerra medioambiental
Cuando dos países van a la guerra, cada uno de los bandos intenta destruir las fuerzas militares del contrario; o, a veces, la totalidad del otro país: de eso se trata.
Pero en todas las guerras hay un tercer contendiente. No comete actos hostiles contra ningún bando; sin embargo, es atacado por las bombas, los misiles y los cañones de ambos. Se trata del medio ambiente. Cuando la guerra termina, uno u otro de los bandos combatientes puede reclamar la victoria, pero el medio ambiente siempre pierde.
La Guerra del Golfo, que tuvo lugar en 1991, fue una guerra medioambiental por completo. Incluso las causas que la provocaron fueron medioambientales, ya que empezaron con una lucha por el combustible fósil, el petróleo, que está en la raíz de tantos males de aquella categoría. La Guerra del Golfo causó la misma cantidad de desastres medioambientales que todas las guerras: ciudades ardiendo que liberan sus productos tóxicos en el aire, sistemas de conducción de aguas potables y residuales destruidos que producen su cosecha de enfermedades, zonas terrestres y litorales sembrados de minas Y restos de los grandes ejércitos esparcidos por el campo de batalla. Pero también se produjeron una serie de desastres medioambientales que no son habituales en absoluto. Su origen fue el petróleo. La mayor parte de sus reservas conocidas se encuentran bajo las arenas del golfo Pérsico, Algunas de estas tierras arenosas no son más que una capa delgada sobre los océanos subterráneos de petróleo. Cuando Sadam Hussein vio que se aproximaba la derrota, trató de retrasarla utilizando el petróleo como un arma. Ordenó a sus tropas que abrieran la válvulas para que las inmensas provisiones de petróleo se vertieran en el mar y también que prendieran fuego a todos los pozos de petróleo y tanques de almacenamiento de Kuwait.
Irak no fue el primer país en utilizar armas medioambientales contra sus enemigos. Otros lo han hecho, incluido Estados Unidos; es lo que hicieron las fuerzas estadounidenses cuando ordenaron a los aviones que fumigaran granjas, plantaciones de arroz y bosques de Vietnam con herbicidas como el Agente Naranja. La única razón por la que la acción de Sadam Hussein fue moralmente peor es porque era más inútil. Esta acción no le podía hacer ganar la guerra. Ni siquiera podía evitar su completa derrota. Nunca podría ser algo más que un acto brutal de venganza contra sus enemigos y tal como resultó después, perjudicó tanto a su propio pueblo como a sus enemigos… así como a una gran parte del mundo próximo a él.
La Guerra del Golfo fue la guerra por el petróleo. Sin él, difícilmente hubiera habido ningún ejército en escena para disputarla.
El 2 de agosto de 1990, cuando el ejército iraquí invadió a su pequeño vecino, Kuwait, los países del Golfo ya poseían algunos de los ejércitos mejor armados del mundo. Estos ejércitos eran muy caros. Irak gastaba en armas, de manera rutinaria, alrededor de la cuarta parte de su enorme producto interior bruto (PIB), y no era el único. Arabia Saudí gastaba casi la misma proporción (el 20%) del suyo, que es mucho mayor, y los demás países de la zona no se quedaban muy detrás.
Lo que les armó fue el petróleo. El coste de todos y cada uno de los proyectiles de ametralladora y botas de combate fue pagado con el dinero que los países industrializados entregaron a los países del golfo Pérsico por su petróleo. Sin él, vivirían sumidos en la pobreza. Antes del petróleo, tenían poco que vender en los mercados mundiales, aparte de pescado y perlas (e incluso las perlas eran una fuente de ingresos bastante reducida desde que las perlas cultivadas japonesas les arrebataran a sus compradores). Con el petróleo -y con nuestro apetito insaciable de quemarlo en nuestro coches, casas e industrias- recibieron un inmenso flujo de divisas con las que compraron los Mirage franceses, los AWAC estadounidenses y los tanques soviéticos T-72 . Si no desperdiciásemos cantidades tan enormes de energía -con gran perjuicio ecológico para el mundo y para nosotros mismos- no tendríamos que comprar su petróleo. En ese caso, ninguno de ellos se podría permitir pagar sus inmensas inversiones en maquinaria para matar. Es tan sencillo como eso.
Sin embargo, poco más hay en la Guerra del Golfo, sus causas y sus efectos, que sea sencillo. Las razones por las que el presidente George Bush reaccionó con tanta furia y determinación son especialmente complejas. Aunque lo negó taxativamente, no hay duda de que estaban relacionadas con el temor a perder las fuentes estadounidenses de importación de petróleo, pero también tenían que ver con la historia de la implicación de Estados Unidos en la zona, en particular con sus relaciones complicadas y llenas de altibajos con el país vecino, Irán.