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Osho - Cuando el Zapato es Comodo... te Olvidas del Pie

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Osho Cuando el Zapato es Comodo... te Olvidas del Pie
  • Libro:
    Cuando el Zapato es Comodo... te Olvidas del Pie
  • Autor:
  • Editor:
    Edaf
  • Genre:
  • Año:
    2001
  • Índice:
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Cuando el Zapato es Comodo... te Olvidas del Pie: resumen, descripción y anotación

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En esta obra, que toma como referencia el taoísmo más puro representado por Chuang Tzu, Osho ofrece al lector una visión profunda, hermosa y esclarecedora del Tao, empleando un lenguaje claro y directo aderezado de buen humor, y utilizando cuentos y anécdotas ilustrativas. El resultado es un conjunto de enseñanzas de altísimo nivel que aluden a aspectos muy sutiles de la naturaleza humana y que aportan claves muy precisas para desenmascarar al ego y eliminar el apego de la mente a las ataduras de a favor y en contra.

Cuando el Zapato es Comodo... te Olvidas del Pie — leer online gratis el libro completo

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CUANDO EL CALZADO ES CÓMODO… TE OLVIDAS DEL PIE
OSHO
Capítulo 1
Cuando el calzado es cómodo ******

Chu’i el delineante trazaba circunferencias
más perfectas a pulso que con la ayuda de un compás. Sus dedos creaban formas espontáneas salidas de la nada. Mientras tanto, su mente permanecía libre y
despreocupada por lo que hacía.
No necesitaba aplicarse,
su mente era perfectamente simple y no conocía obstáculos. Por ello, cuando el calzado es cómodo, se olvida uno del pie; cuando el cinturón es cómodo, se olvida uno de la cintura; y cuando el corazón está apaciguado, se olvida uno de “a favor” y “en contra”.

Si no hay impulsos, compulsiones, necesidades ni atracciones, entonces tus asuntos están bajo control.
Entonces eres un hombre libre.
Lo sencillo es lo adecuado.
Empieza bien y será fácil.
Continúa con sencillez y lo estarás haciendo bien. El camino adecuado para ir de una manera sencilla es olvidar que el camino es adecuado
y olvidar que se hace con facilidad.

CHUANG TZU es una de las flores más raras, incluso más que el Buda y Jesús, porque estos insistieron en el esfuerzo y Chiang Tzu lo hizo en la ausencia de esfuerzo. Mediante el esfuerzo se puede hacer mucho, pero todavía es más lo que puede hacerse a través de la ausencia de esfuerzo. Mediante la voluntad se puede conseguir mucho, pero todavía es más lo que puede lograrse a través de la ausencia de voluntad.

Y sea lo que fuere lo que se logra mediante la voluntad, siempre será una carga, siempre será un conflicto, una tensión interna, y podrás llegar a perderlo en cualquier momento. Hay que mantenerlo y ocuparse de ello continuamente, y para eso hace falta energía, y por ello, el mantenerlo te disipa.

Sólo aquello que se obtiene a través de la ausencia de esfuerzo no representará nunca una carga, y solo aquello que no es una carga puede ser eterno. Solo aquello que no es antinatural puede permanecer contigo para siempre.

Chuang Tzu dice que lo real, lo divino, lo existencia, hay que alcanzarlo perdiéndose completamente en ello. Incluso el esfuerzo de alcanzarlo se convierte en una barrera, por lo tanto no puedes abandonarte a ello. El esfuerzo por abandonarte también se convierte en una barrera.

¿Cómo es posible hacer un esfuerzo para abandonarse? Todo esfuerzo nace del ego, y el ego se refuerza a través del esfuerzo. El ego es la enfermedad. Así que hay que abandonar todo esfuerzo por completo, no hay nada que hacer; hay que abandonarse por completo a lo existencial. Uno tiene que convertirse de nuevo en un niño pequeño, en un recién nacido, sin saber lo que es correcto ni equivocado, sin saber de distinciones. Una vez que aparecen las distinciones, una vez que se sabe esto es correcto y eso es erróneo, ya estás enfermo, y cada vez te alejas más de la realidad.

Un niño vive de manera natural: es total. No hace ningún esfuerzo, porque realizar un esfuerzo significa luchar contra uno mismo. Una parte de ti está a favor y otra parte en contra, de ahí proviene el esfuerzo.

En este mundo se puede conseguir mucho a través del esfuerzo porque el esfuerzo es agresión, el esfuerzo es violencia, el esfuerzo es competición. Pero en el otro mundo no se puede lograr nada a través del esfuerzo, y quienes empiezan mediante el esfuerzo acaban también por dejarlo.

El Buda se esforzó durante seis años, meditando continuamente, y concentrándose se convirtió en un asceta. Hizo todo lo que un ser humano podía hacer, no dejó una piedra sin remover, ni un palmo de su ser sin examinar. Pero se trataba de un esfuerzo, el ego estaba presente; fracasó.

Nada fracasa tanto como el ego en lo esencial; nada triunfa tanto como el ego en este mundo. En el mundo de la materia nada triunfa tanto como el ego; en el mundo de la conciencia nada fracasa tanto como el ego. Es justo lo opuesto, y tiene que ser así porque la dimensión es justo la opuesta.

El Buda fracasó de manera absoluta. Al cabo de seis años estaba totalmente frustrado, y cuando digo totalmente, quiero decir completamente. No le quedaba ni un pequeño fragmento de esperanza; se desesperanzó. Y en esa desesperanza abandonó todo esfuerzo. Ya había abandonado el mundo, ya había abandonado su reino; todo eso pertenece al mundo visible que había abandonado, al que había renunciado.

Y ahora, al cabo de seis años de un esfuerzo agotador, también abandonaba todo lo que pertenece al otro mundo. Se hallaba en un vacío completo: vacío. Esa noche su sueño fue de una naturaleza diferente porque no había ego; surgió un silencio de una naturaleza diferente porque no había esfuerzo; esa noche tuvo lugar en él una naturaleza de ser diferente porque no había ensoñación.

Si no hay esfuerzo, no hay nada incompleto, por lo tanto no hay necesidad de soñar: un sueño siempre es completar algo: algo que ha quedado incompleto durante el día será completado en un sueño porque la mente tiene una tendencia a completarlo todo. Si no se completa, entonces la mente se sentirá incómoda. Se pone esfuerzo en muchas cosas y, si quedan incompletas es necesario soñar. Cuando existe el deseo también existe el sueño, porque desear es soñar, soñar es solamente una sombra de desear.

Esa noche, en la que no había nada que hacer –ese mundo ya era fútil, y ahora el otro también se convirtió en fútil-, había cesado todo motivo para iniciar un movimiento. No había ningún sitio al que ir, ni nadie que tuviese que ir a parte alguna. Esa noche el sueño se convirtió en samadhi, en satori ; se convirtió en lo esencial que puede sucederle a un hombre. El Buda floreció esa noche y por la mañana estaba iluminado. Abrió los ojos, miró al lucero del alba en el cielo, y allí estaba todo. Siempre había estado allí, pero lo había deseado tanto que no lo había podido ver. Siempre estuvo allí, pero se movió tanto hacia el futuro impelido por el deseo que no pudo ver el aquí y ahora.

Esa noche no hubo deseo, ni objetivo, ni ningún lugar al que ir, no nadie que debiese ir; cesó todo esfuerzo. De repente se hizo consciente de sí mismo, de repente se hizo consciente de la realidad tal cual es.

Chuang Tzu dice desde el principio: No hagas ningún esfuerzo. Y tiene razón, porque nunca conseguirás realizar un esfuerzo tan total como el del Buda. Nunca llegarás a estar tan frustrado como para que el esfuerzo se desplome por sí mismo; siempre será incompleto. Y tu mente siempre podrá ir diciendo: “Un poco más y sucederá algo, solo un poco más… El objetivo está cerca, ¿por qué te desanimas? Solo hace falta un poco más de esfuerzo, porque el objetivo está cada día más cerca”.

Como nunca llegarás a realizar un esfuerzo tan absoluto, nunca llegarás a desesperanzarte por completo. Y podrás continuar realizando ese esfuerzo poco entusiasta durante muchas más vidas, que es lo mismo que has estado haciendo en el pasado. No es la primera vez que apareces ante mí. Esta no es la primera vez que haces un cierto esfuerzo para realizar la verdad, lo real. Lo habéis hecho ya muchísimas veces, más de un millón de veces en el pasado, pero seguís esperanzados.

Chuang Tzu dice: Es mejor soltar el esfuerzo desde el principio. Tiene que soltarse; o lo sueltas desde el principio o deberás soltarlo al final. ¡Pero el final puede que no esté cercano! Así que existen dos opciones: o hacer el esfuerzo total, tan total que acabe con toda esperanza y llegues a realizar que no hay nada que alcanzar mediante el esfuerzo, de manera que en el inconsciente no quede ni el mínimo fragmento que pueda susurrar: “Haz un poco más y lo lograrás”.

O haces un esfuerzo total y este acaba cayendo por sí mismo, o no hagas ningún esfuerzo. Compréndelo. No tienes ni que acercarte a ello.

Recuerda una cosa: no podrás salirte si es incompleto; una vez entrado hay que completarlo. Ya que la mente cuenta con una tendencia a finalizarlo todo; no solo la mente humana, también la mente animal. Si dibujamos un semicírculo, incompleto, y llega un gorila y lo ve y encuentra por allí un pedazo de tiza, lo completará de inmediato.

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