Breve aclaración sobre los diálogos
Hemos reconstruido muchas conversaciones a partir de los recuerdos de quienes participaron en ellas, de citas publicadas en las noticias sobre el caso y de nuestras propias notas. Las partes entrecomilladas o presentadas en forma de diálogo reflejan, a nuestro leal saber y entender, lo que se dijo en aquel momento.
En los casos en que no ha sido posible reconstruir los diálogos, pero conocíamos lo esencial del asunto, no hemos utilizado comillas, sino el estilo indirecto libre, para indicar que las palabras son en sustancia similares a lo que se dijo. En el caso de las conversaciones de BTK con sus víctimas, estas partes corresponden al relato que hizo de ellas.
Agradecimientos
Agradecemos a los policías que buscaron y detuvieron a BTK la confianza que depositaron en nosotros para contar su parte de la historia. Damos en especial las gracias a Ken, Cindy, James e Irene Landwehr, a Dana Gouge, a Kelly y Netta Otis, a Tim Relph y a Clint Snyder. Todos ellos dedicaron muchas horas a responder a nuestras preguntas. Ken y Cindy Landwehr, Gouge, Otis, Relph y Snyder revisaron el manuscrito, eliminaron errores y disiparon algunos mitos fascinantes adheridos a la historia de BTK en el curso de treinta y un años.
Apreciamos el tiempo que nos dedicaron los familiares de las víctimas, que hablaron con nosotros y con otros reporteros del Eagle a pesar de su dolor. Entrevistamos a Kevin Bright, Jeff Davis, Dale Fox, Kevin Fox, Georgia Mason, Beverly Plapp, Charlie Otero y Steven Relford.
Este libro no habría sido el mismo sin la ayuda de los detectives mencionados más arriba y de los siguientes miembros de las fuerzas de la ley:
Antiguos y actuales empleados del departamento de policía de Wichita: el jefe Norman Williams, Jack Bruce, Gary Caldwell, Bob Cocking, Bill Cornwell, Paul Dotson, Bernie Drowatzky, Raymond Fletcher, Floyd Hannon, Raymond Hartley, Dan Harty, Darrell Haynes, Paul Holmes, Cheryl James, Janet Johnson, Robert Lee, Randy Landen, Richard LaMunyon, Scott Moon, Arlyn Smith, John Speer, Randy Stone, Bobby Stout y Joe Thomas.
De la oficina del sheriff del condado de Sedgwick: el sheriff Gary Steed y Sam Houston.
De la Oficina de Investigación de Kansas (KBI): el director Larry Welch, Ray Lundin, Sindey Schueler y Larry Thomas.
De la Oficina Federal de Investigación (FBI): los antiguos criminólogos Roy Hazelwood, Gregg McCrary y Robert Ressler.
Del Departamento Penitenciario de Kansas: Frances Breyne y Bill Miskell.
De la oficina del fiscal del distrito del condado de Sedgwick: la fiscal del distrito Nola Foulston, Kevin O’Connor, Kim Parker, Aaron Smith y Georgia Cole.
Los antiguos y actuales empleados de la KAKE-TV fueron nuestros competidores a la hora de informar de la historia de BTK día tras día, pero pusieron sus notas a nuestra disposición para este libro. Damos las gracias a Larry Hatteberg, Ron Loewen, Glen Horn, Dave Grant, Chris Frank, Jeff Herndon, Cindy Martin y Susan Peters.
Estamos en deuda con muchas otras fuentes, entre ellos Jeff Rader, Tony Ruark, Roger Valadez, Emery Goad, Robert Beattie, Emil Bergquist, Jeff Carrs, Karin Clark, Kimberly Comer, Jan Elliott, Thelma Elliott, Troy Griggs, Misty King, George Martin, Bob Monroe, Ray Reisz, Olivia Reynolds, Karin Rodriguez, Keith Sanborn, Jim Wainscott, Jack Whitson, Brian Withrow, los metereólogos del Servicio Metereológico Nacional de Wichita y otras personas que nos pidieron que su nombre no figurase en esta lista.
Aunque en lo esencial hemos trabajado a partir de nuestras propias investigaciones, nos hemos beneficiado de la labor realizada a lo largo de treinta y un años por antiguos y actuales empleados del Eagle. Ken Stephens y Bill Hirschman, que hace décadas estuvieron al frente de las investigaciones sobre el caso realizadas por el periódico, elaboraron sus propios archivos y los pusieron a nuestra disposición cuando empezamos a escribir el libro. En 2004 y 2005, casi toda la redacción colaboró en la tarea de informar al público sobre el caso. Queremos dar en especial las gracias a los siguientes antiguos y actuales empleados del Eagle: Theresa Johnson, Jean Hays, Marcia Werts, Les Anderson, Deb Bagby, Lori O’Toole Buselt, Jeff Butts, Brian Corn, Bob Curtright, Monty Davis, Glenda Elliott, Stan Finger, Larry Fish, Tanya Foxx, Josh Funk, Jerri Gean, Deb Gruver, Travis Heying, Carolyn Hytche, Dion Lefler, Abe Levy, Teri Levy, Fred Mann, Mark McCormick, Kevin McGrath, Lisa McLendon, Davis «Buzz» Merritt, Denise Neil, Jaime Oppenheimer, Deb Phillips, Connie Pickier, Bo Rader, Jerry Ratts, Carrie Rengers, Joe Rodriguez, Michael Roehrman, Tim Rogers, Casey Scott, Tom Shine, Alice Sky, Paul Soutar, Craig Stock, Dana Strongin, Ron Sylvester, Rick Thames, Suzanne Perez Tobias, Randy Tobias, Lon Teter, Jeff Tuttle, Katherine Leal Unmuth, Dan Voorhis, Ronda Voorhis, Van Williams y Brent Wistrom.
Chuck Potter corrigió el libro para el Eagle. Dan Close nos asesoró y nos ayudó en la elaboración del manuscrito. Jillian Cohan lo leyó.
La directora del Wichita Eagle, Sherry Chisenhall, nos liberó de otras tareas, en ciertos casos más de un año, para que pudiéramos trabajar en el libro. Agradecemos profundamente este sacrificio. Su atenta lectura del manuscrito volvió a recordarnos los motivos por los que está al frente del periódico.
Este libro no habría sido posible sin el apoyo del propietario del Wichita Eagle, Lou Heldman. Su apoyo permitió que dedicáramos el tiempo y el esfuerzo necesarios para escribirlo. Además, Lou accedió al comienzo del proyecto a donar una parte importante de la recaudación del libro a la construcción y conservación del Monumento a las Fuerzas de la Ley del condado de Sedgwick, que honrará a los policías de Wichita muertos en acto de servicio.
Desde el principio nuestros colegas Teresa Riordan y Ron Suskind nos dieron ánimos y consejos para la publicación.
Queremos dar las gracias a nuestra agente, Mary Tahan, a quien el libro le entusiasmó desde el primer momento, por creer en nosotros y guiarnos paso a paso. Cuando el proyecto llegó a las manos del editor senior de Harper-Collins, Doug Grad, no lo dejó escapar. Para él toda nuestra gratitud.
Por último, queremos agradecer a nuestras familias habernos apoyado —tanto a su lado como lejos de ellas— en todo el proceso de investigación y escritura. Su amor significa mucho para nosotros. Gracias.
ROY WENZL, TIM POTTER, HURST LAVIANA, Y LA DIRECTORA DEL PROYECTO L. KELLY Y.
Epílogo
Quedaba a los vivos plantearse dos preguntas: por qué Dennis Rader había hecho lo que había hecho y por qué habían pasado treinta y un años hasta su captura.
Los detectives que buscaron en los archivos e interrogaron a sus familiares no se encontraron ni con un hogar destrozado ni con abusos en la infancia ni con ninguno de los tópicos con que suelen explicarse las conductas anormales. Sencillamente, hay gente que mata sin motivo alguno, igual que hay muchas personas con hogares destrozados o con padres alcohólicos o con un solo progenitor que logran salir adelante. Lo más extraño que los amigos de la infancia de Rader contaron al Eagle era que carecía de sentido del humor. Ninguno tenía conocimiento de las ideas que le rondaban la cabeza y de las secretas aficiones que había empezado a cultivar de niño.
El propio Rader se había sincerado con los detectives en las treinta y tres horas de interrogatorio y les había dicho que no había nada en su familia o su pasado que le hubiera empujado a ser lo que era. Afirmaba que su propia explicación —que había un demonio en él, un monstruo que lo controlaba, el «factor X», como a veces lo llamaba— era la única que tenía sentido. ¿De qué otra forma explicar la existencia de un hombre que tenía muchos amigos pero que era un estrangulador, que había sido un padre amoroso para sus dos hijos pero que había asesinado a niños?