«Él había pensado que, después de todo, un periodista puede ser a veces útil. “Y también peligroso”, concluyó. Tuvo el presentimiento de que nada bueno saldría de esta visita».
«La idea de esta novela comenzó con una imagen de dos señoras amigas que de pronto una noche, de una manera impensada para ambas, viven una situación erótica. Luego se fue convirtiendo en una historia policial, casi unthriller, y el thriller se fue transformando en una especie de mural de la sociedad peruana en los últimos meses o semanas de la dictadura de Fujimori y Montesinos. Me gustó la idea de que la historia se llamase Cinco esquinascomo un barrio que, de alguna manera, es emblemático de Lima, de Perú y también de la época en la que está situada la historia.
»Si hay un tema que permea, que impregna toda la historia, es el periodismo, el periodismo amarillo. La dictadura de Fujimori utilizó el periodismo amarillo, el periodismo de escándalo, como un arma política para desprestigiar y aniquilar moralmente a todos sus adversarios. Al mismo tiempo, también está la otra cara, cómo el periodismo, que puede ser algo vil y sucio, puede convertirse de pronto en un instrumento de liberación, de defensa moral y cívica de una sociedad. Esas dos caras del periodismo son uno de los temas centrales de Cinco esquinas» (Mario Vargas Llosa).
Mario Vargas Llosa
Cinco esquinas
ePub r1.0
Titivillus 12.03.16
Título original: Cinco esquinas
Mario Vargas Llosa, 2016
Diseño de interiores: Enric Satué
Diseño de cubierta: Penguin Random House
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
A Alonso Cueto
MARIO VARGAS LLOSA. Nació en Arequipa en 1936. Su infancia la transcurrió entre las ciudades de Bolivia, Piura y Lima. A los dieciséis años, se estrenó como escritor escribiendo un drama «La huida del Inca». (1952). Ingresó a la Universidad Mayor de San Marcos a estudiar literatura. Viajó a Europa donde trabajó en una radio francesa y fue maestro en un colegio de Londres.
Mario Vargas Llosa es un crítico literario y eso se refleja en sus ensayos como: «García Márquez: historia de un deicidio» y «La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary». (1975). En 1976, con José María Gutiérrez, codirigió la versión cinematográfica de su novela Pantaleón y las visitadoras. En 1977 fue nombrado miembro de la Academia Peruana de la Lengua y profesor de la cátedra Simón Bolívar en Cambridge. Impulsor del partido Frente Democrático, Mario Vargas Llosa, se presentó como cabeza de lista en las elecciones peruanas de 1990, en las que fue derrotado por Alberto Fujimori.
Mario Vargas Llosa obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en el años de 1986, el Premio Planeta de 1993 por Lituma en los Andes y el Premio Cervantes en 1995. Desde 1984 es miembro de la Real Academia Española. En el diciembre del año 2010 recibió el Premio Nobel de Literatura.
Principales obras de Mario Vargas Llosa:
- Los jefes (1959).
- La ciudad y los perros (1962).
- La casa verde (1966).
- Los cachorros (1967).
- Conversación en la catedral (1969).
- Pantaleón y las visitadoras (1973).
- La tía Julia y el escribidor (1977).
- La guerra del fin del mundo (1981).
- ¿Quién mató a Palomino Moreno? (1986).
- Historia de Mayta (1984).
- Elogio de la madastra (1988).
- Los cuadernos de don Rigoberto (1997).
- El sueño del celta (2010)
Recientemente, su obra La fiesta del chivo, ha sido condecorada en España como «Obra del siglo».
I. El sueño de Marisa
I. El sueño de Marisa
¿Había despertado o seguía soñando? Aquel calorcito en su empeine derecho estaba siempre allí, una sensación insólita que le erizaba todo el cuerpo y le revelaba que no estaba sola en esa cama. Los recuerdos acudían en tropel a su cabeza pero se iban ordenando como un crucigrama que se llena lentamente. Habían estado divertidas y algo achispadas por el vino después de la comida, pasando del terrorismo a las películas y a los chismes sociales, cuando, de pronto, Chabela miró el reloj y se puso de pie de un salto, pálida: «¡El toque de queda! ¡Dios mío, ya no me da tiempo a llegar a La Rinconada! Cómo se nos ha pasado la hora». Marisa insistió para que se quedara a dormir con ella. No habría problema, Quique había partido a Arequipa por el directorio de mañana temprano en la cervecería, eran dueñas del departamento del Golf. Chabela llamó a su marido. Luciano, siempre tan comprensivo, dijo que no había inconveniente, él se encargaría de que las dos niñas salieran puntualmente a tomar el ómnibus del colegio. Que Chabela se quedara nomás donde Marisa, eso era preferible a ser detenida por una patrulla si infringía el toque de queda. Maldito toque de queda. Pero, claro, el terrorismo era peor.
Chabela se quedó a dormir y, ahora, Marisa sentía la planta de su pie sobre su empeine derecho: una leve presión, una sensación suave, tibia, delicada. ¿Cómo había ocurrido que estuvieran tan cerca una de la otra en esa cama matrimonial tan grande que, al verla, Chabela bromeó: «Pero, vamos a ver, Marisita, me quieres decir cuántas personas duermen en esta cama gigante»? Recordó que ambas se habían acostado en sus respectivas esquinas, separadas lo menos por medio metro de distancia. ¿Cuál de ellas se había deslizado tanto en el sueño para que el pie de Chabela estuviera ahora posado sobre su empeine?
No se atrevía a moverse. Aguantaba la respiración para no despertar a su amiga, no fuera que retirara el pie y desapareciera aquella sensación tan grata que, desde su empeine, se expandía por el resto de su cuerpo y la tenía tensa y concentrada. Poquito a poco fue divisando, en las tinieblas del dormitorio, algunas ranuras de luz en las persianas, la sombra de la cómoda, la puerta del vestidor, la del baño, los rectángulos de los cuadros de las paredes, el desierto con la serpiente-mujer de Tilsa, la cámara con el tótem de Szyszlo, la lámpara de pie, la escultura de Berrocal. Cerró los ojos y escuchó: muy débil pero acompasada, ésa era la respiración de Chabela. Estaba dormida, acaso soñando, y era ella entonces, sin duda, la que se había acercado en el sueño al cuerpo de su amiga.
Sorprendida, avergonzada, preguntándose de nuevo si estaba despierta o soñando, Marisa tomó por fin conciencia de lo que su cuerpo ya sabía: estaba excitada. Aquella delicada planta del pie calentando su empeine le había encendido la piel y los sentidos y, seguro, si deslizaba una de sus manos por su entrepierna la encontraría mojadita. «¿Te has vuelto loca?», se dijo. «¿Excitarte con una mujer? ¿De cuándo acá, Marisita?». Se había excitado a solas muchas veces, por supuesto, y se había masturbado también alguna vez frotándose una almohada entre las piernas, pero siempre pensando en hombres. Que ella recordara, con una mujer ¡jamás de los jamases! Sin embargo, ahora lo estaba, temblando de pies a cabeza y con unas ganas locas de que no sólo sus pies se tocaran sino también sus cuerpos y sintiera, como aquel empeine, por todas partes la cercanía y la tibieza de su amiga.