MARIO VARGAS LLOSA, nació en Arequipa, Perú, en 1936. Aunque había estrenado un drama en Piura y publicado un libro de relatos, Los Jefes, que obtuvo el premio Leopoldo Alas, su carrera literaria cobró notoriedad con la publicación de La ciudad y los perros, Premio Biblioteca Breve de 1962 y Premio de la Crítica en 1963. En 1965 apareció su segunda novela, La casa verde, que obtuvo el Premio de la Crítica y el Premio Internacional Rómulo Gallegos. Posteriormente ha publicado piezas teatrales, estudios y ensayos, memorias, relatos y sobre todo, novelas. Ha obtenido los más importantes galardones literarios, desde los ya mencionados hasta el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias, el PEN/Nabokov y el Grinzane Cavour. El 7 de octubre de 2010 ha recibido el Premio Nobel de Literatura.
Para Alvaro, Gonzalo y Morgana.
Y para Josefina, Leandro,
Ariadna, Aitana, Isabellay Anaís.
Título original: El sueño del celta
Mario Vargas Llosa, noviembre 2010.
Editor original: ansanto (v1.0)
ePub base v2.0
La aventura que narra esta novela empieza en el Congo en 1903 y termina en una cárcel de Londres, una mañana de 1916.
Aquí se cuenta la peripecia vital de un hombre de leyenda: el irlandés Roger Casement. Héroe y villano, traidor y libertario, moral e inmoral, su figura múltiple se apaga y renace tras su muerte.
Casement fue uno de los primeros europeos en denunciar los horrores del colonialismo. De sus viajes al Congo Belga y a la Amazonía sudamericana quedaron dos informes memorables que conmocionaron a la sociedad de su tiempo. Estos dos viajes y lo que allí vio cambiarían a Casement para siempre, haciéndole emprender otra travesía, en este caso intelectual y cívica, tanto o más devastadora. La que lo llevó a enfrentarse a una Inglaterra a la que admiraba y a militar activamente en la causa del nacionalismo irlandés.
También en la intimidad, Roger Casement fue un personaje múltiple: la publicación de fragmentos de unos diarios, de veracidad dudosa, en los últimos días de su vida, airearon unas escabrosas aventuras sexuales que le valieron el desprecio de muchos compatriotas.
El sueño del celta describe una aventura existencial, en la que la oscuridad del alma humana aparece en su estado más puro y, por tanto, más enfangado. Una novela mayor de Mario Vargas Llosa.
Mario Vargas Llosa
El sueño del celta
ePUB v1.0
ansanto10.07.12
El Congo
Epílogo
I say that Roger Casement
Did what he had to do.
He died upon the gallows,
But that is nothing new.
W. B. YEATS
La historia de Roger Casement se proyecta, se apaga y renace después de su muerte como esos fuegos de artificio que, luego de remontarse y estallar en la noche en una lluvia de estrellas y truenos, se apagan, callan y, momentos después, resucitan en una trompetería que llena el cielo de incendios.
Según el médico que asistió a la ejecución, el doctor Percy Mander, ésta se llevó a cabo «sin el menor obstáculo» y la muerte del reo fue instantánea. Antes de autorizar su entierro, el facultativo, cumpliendo órdenes de las autoridades británicas que querían alguna seguridad científica respecto a las «tendencias perversas» del ejecuta do, procedió, enfundándose para ello unos guantes de plástico, a explorarle el ano y el comienzo del intestino. Comprobó que, «a simple vista», el ano mostraba una clara dilatación, lo mismo que «la parte inferior del intestino, hasta donde alcanzaban los dedos de mi mano». El médico concluyó que esta exploración confirmaba «las prácticas a las que al parecer el ejecutado era afecto».
Después de ser sometidos a esta manipulación, los restos de Roger Casement fueron enterrados sin lápida, ni cruz, ni iniciales, junto a la tumba también anónima del doctor Crippen, un célebre asesino ajusticiado hacía ya algún tiempo. El montón de tierra informe que fue su sepultura era contiguo al Román Way, la trocha por la cual al comenzar el primer milenio de nuestra era entraron las legiones romanas a civilizar ese perdido rincón de Europa que sería más tarde Inglaterra.
Luego, la historia de Roger Casement pareció eclipsarse. Las gestiones ante las autoridades británicas emprendidas por el abogado George Gavan Duffy en nombre de los hermanos de Roger para que sus restos se entregaran a sus familiares a fin de darles sepultura cristiana en Ir landa, fueron denegadas, en ese momento y en todos los otros a lo largo de medio siglo, cada vez que sus parientes hicieron tentativas semejantes. Durante mucho tiempo, salvo un número restringido de personas —entre ellas el verdugo, Mr. John Ellis, quien, en el libro de memorias que escribió poco antes de suicidarse, dejó dicho que «de todas las personas que debí ejecutar, la que murió con más coraje fue Roger Casement»—, nadie habló de él. Desapareció de la atención pública, en Inglaterra); en Irlanda.
Tardó buen tiempo en ser admitido en el panteón de los héroes de la independencia de Irlanda. La sinuosa campaña lanzada por la inteligencia británica para desprestigiarlo, utilizando fragmentos de sus diarios secretos, tuvo éxito. Ni siquiera ahora se disipa del todo: una aureola sombría de homosexualismo y pedofilia acompañó su imagen a lo largo de todo el siglo XX. Su figura incomodaba en su país porque Irlanda, hasta no hace muchos años, mantenía oficialmente una severísima moral en la que la sola sospecha de «pervertido sexual» hundía en la ignominia a una persona y la expulsaba de la consideración pública. En buena parte del siglo XX el nombre y las hazañas y penurias de Roger Casement quedaron confinados en ensayos políticos, artículos periodísticos y biografías de historiadores, muchos de ellos ingleses.
Con la revolución de las costumbres, principal mente en el dominio sexual, en Irlanda, poco a poco, aun que siempre con reticencias y remilgos, el nombre de Casement se fue abriendo camino hasta ser aceptado como lo que fue: uno de los grandes luchadores anticolonialistas y defensores de los derechos humanos y de las culturas indígenas de su tiempo y un sacrificado combatiente por la emancipación de Irlanda. Lentamente sus compatriotas se fueron resignando a aceptar que un héroe y un mártir no es un prototipo abstracto ni un dechado de perfecciones sino un ser humano, hecho de contradicciones y con trastes, debilidades y grandezas, ya que un hombre, como escribió José Enrique Rodó, «es muchos hombres», lo que quiere decir que ángeles y demonios se mezclan en su personalidad de manera inextricable.
Nunca cesó ni probablemente cesará la controversia sobre los llamados Black Diaries. ¿Existieron de verdad y Roger Casement los escribió de puño y letra, con todas sus obscenidades pestilentes, o fueron falsificados por los ser vicios secretos británicos para ejecutar también moral y políticamente a su antiguo diplomático, a fin de hacer un escarmiento ejemplar y disuadir a potenciales traidores? Durante decenas de años el Gobierno inglés se negó a auto rizar que historiadores y grafólogos independientes examinaran los diarios, declarándolos secreto de Estado, lo cual dio pábulo a sospechas y argumentos a favor de la falsificación. Cuando, hace relativamente pocos años, se levantó el secreto y los investigadores pudieron examinarlos y someter los textos a pruebas científicas, la controversia no cesó. Probablemente se prolongará mucho tiempo. Lo que no está mal. No está mal que ronde siempre un clima de incertidumbre en torno a Roger Casement, como prueba de que es imposible llegar a conocer de manera definitiva a un ser humano, totalidad que se escurre siempre de todas las redes teóricas y racionales que tratan de capturarla. Mi propia impresión —la de un novelista, claro está— es que Roger Casement escribió los famosos diarios pero no los vivió, no por lo menos integralmente, que hay en ellos mucho de exageración y ficción, que escribió ciertas cosas porque hubiera querido pero no pudo vivirlas.