A la vieja y leal amistad de Arturo Sánchez Riva dedico este libro.
Si bien su obra ficcional es un espejo desgarrado sobre los abismos del alma, sin duda sus ensayos constituyen una recurrente indagación sobre el viejo dilema del bien y del mal: ese combate cara a cara con los fantasmas, el destino, la ceguera y la muerte. Heterodoxia puede leerse como la autobiografía espiritual de Ernesto Sabato. Publicado originalmente en 1953, tiene hoy una vigencia sorprendente y reveladora: aquella preocupación por el ser que ve vaciado de sentido su universo en manos de las tecnocracias resulta hoy de una fuerza apocalíptica cuya advertencia iluminadora aún estamos a tiempo de oír. Texto ejemplar para reconocer la crisis de toda una concepción del mundo y de la vida. Su palabra nos pone en guardia contra los peligros que aquejan nuestra identidad, nuestra cultura y nuestra sociedad, en una de las más graves encrucijadas de su historia. Hombre de letras apasionado, desencantado hombre de ciencias, intelectual furioso contra las injusticias, defensor de la ética y modelo de pensador humanista, la coherencia de Ernesto Sabato y de sus ideas transmiten una poderosa necesidad de cambio espiritual y una ardua batalla contra la indiferencia generalizada.
Ernesto Sabato
Heterodoxia
ePub r1.0
Moro22.10.13
Título original: Heterodoxia
Ernesto Sabato, 1953
Editor digital: Moro
ePub base r1.0
E RNESTO S ABATO (Rojas, Provincia de Buenos Aires, 24 de junio de 1911 - Santos Lugares, ídem, 30 de abril de 2011). Fue un importante escritor, ensayista, físico y pintor argentino. Escribió tres novelas: El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador, e innumerables ensayos sobre la condición humana.
En 1941 apareció su primer trabajo literario, un artículo sobre La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, en la revista Teseo de La Plata. También publicó una colaboración en la revista Sur de Victoria Ocampo, por intervención de Pedro Henríquez Ureña. En 1942 continuó colaborando en aquella publicación con reseñas de libros, se encargó de la sección «Calendario» y participó del «Desagravio a Borges» en el Nº 94 de Sur. Publicó artículos en el diario La Nación y se presentó su traducción de Nacimiento y muerte del sol de George Gamow. Al año siguiente publicaría la traducción de El ABC de la relatividad de Bertrand Russell.
En 1984 recibió el Premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana. Fue el segundo escritor argentino en recibir este premio, luego de Jorge Luis Borges en 1979. Se conserva su discurso en ocasión de la recepción del premio citado. También la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires lo nombró Ciudadano Ilustre, recibió la Orden de Boyacá en Colombia y la OEA le otorgó el premio Gabriela Mistral.
Notas
HOMBRE Y MUJER
El candoroso siglo XIX no sólo culminó en la idea de que el hombre que viajaba en ferrocarril era moralmente superior al hombre que andaba a caballo: culminó en la doctrina más inesperada de todos los tiempos, en la idea de la identidad de los sexos.
Si no hubiera otras pruebas de la frivolidad de ese siglo, bastaría esa sola para condenarlo. Desde el punto de vista de esos optimistas, la diferencia entre el útero y el falo era algo así como un resabio de los Tiempos Oscuros, y destinado a desaparecer con la diligencia y el analfabetismo. Felizmente, ese extraño vaticinio no se ha cumplido, como tanto otros de aquellos profetas de la Locomotora.
Por desgracia, los siglos no terminan al mismo tiempo para todos, y así como Nietzsche fue un hombre del siglo XX , así pululan en nuestro tiempo los habitantes del siglo XIX . El inocente hecho de mostrar diferencias entre los dos sexos los pone ferozmente en guardia y les hace mascullar palabras como reaccionario y bárbaro, pues los hechos han evolucionado de tal manera que el progresismo consiste hoy en mantener ideas definitivamente envejecidas.
La mayor parte de las mujeres, sobre todo las mujeres de alguna cultura —nada hay más peligroso que algo de cultura—, se dejan arrastrar por esa teoría, sin comprender que les hace muy poco favor y que las coloca en un terreno desfavorable: como si un submarino, molesto por el prestigio de la aviación, pretendiese ser tan bueno como avión… en el aire. Si hasta parece una mefistofélica triquiñuela inventada por un enemigo de la mujer para hacerla quedar en ridículo. Con razón, Gina Lombroso pone en guardia a sus congéneres contra esa tortuosa doctrina: «Es inútil negarlo, la mujer no es igual al hombre. Buscad cualquier testimonio de la literatura antigua o moderna —una novela, un poema, un mito— y tratad de masculinizar a sus heroínas. Suponed por un instante a las mujeres del Antiguo y del Nuevo Testamento: Rebeca, Noemí, Ruth, María Magdalena, convertidas en hombres. Incluid en esta imaginaria metamorfosis a Helena, Hécuba, Electra, o simplemente a la Eugenia de Balzac, a la Rebeca de Walter Scott, a la Dorrit de Dickens, y decid en conciencia si las figuras que resultan de semejante operación no son ridículas o monstruosas».
BISEXUALIDAD
Establecer las diferencias entre hombre y mujer no implica ignorar la bisexualidad de los seres humanos, la atávica y por lo tanto profunda amalgama de atributos masculinos y femeninos que coexisten en cada uno de nosotros. Por el contrario, para poder hablar de bisexualidad es previo hablar de masculino y femenino, estableciendo los caracteres del Hombre y de la Mujer arquetípicos; objetos, claro está, que sólo existen al estado de pureza en el universo platónico pero que, de alguna manera, rigen los caracteres de los hombres y mujeres reales.
LA ABSTRACCIÓN Y LA MASCULINIDAD
El hombre, en su forma extrema de cientista y filósofo, persigue las ideas puras y abstractas, esos misteriosos entes que no pertenecen al mundo vivo, al confuso mundo de las vidas y las muertes, de los dolores y las emociones, sino al frígido universo de los objetos eternos.
Ha habido mujeres descollantes en letras y artes, pero ni una sola en filosofía. Este notable fenómeno, a través de distintos tipos de civilización, bastaría para apuntalar esta tesis. Pero hay testimonios valiosos que prueban no la incapacidad de la mujer para la abstracción sino su indiferencia y hasta su repugnancia.
Gina Lombroso: «La frecuentación que he tenido con mujeres dedicadas al estudio, las observaciones recogidas en diversos países, al mismo tiempo que una sincera introspección, me han convencido de que, por el contrario, existen entre la inteligencia masculina y femenina diferencias no cuantitativas sino cualitativas y de dirección que se relacionan, no tanto con circunstancias de tradición, de hábito, como con la específica función a que la mujer está destinada: la maternidad… A la mujer, que demuestra un interés tan vivo hacia todo lo que la rodea, hacia todo lo que puede ver, sentir y tocar, le tiene sin cuidado la averiguación de las grandes leyes que rigen eso mismo que hiere sus sentidos y su espíritu. Su avidez de conocimiento se dirige a las cosas mismas y no a las remotas causas a que obedecen; no le interesa contar las pulsaciones de un corazón que sufre, sino el saber por qué sufre… La mujer considera el universo con ojos y con alma de madre. Las plantas, los animales, los hombres, no son para ella problemas cognoscitivos sino seres capaces de sufrir y gozar, seres hacia los que se siente ligada no por el conocimiento sino por el amor. La ciencia por la ciencia, el arte por el arte, la fe por la fe, todo lo que está situado al margen de lo concreto y de lo útil, carece de sentido para la mujer… Se ha sostenido que esta diferencia de orientación intelectual provenía de su falta de contacto con la cultura, por haber estado durante siglos relegada a las funciones domésticas. Sin embargo, la pasión nada tiene que ver con la cultura, ni con los hábitos, ni con las aptitudes… Contrariamente, la pasión por la ciencia o por las teorías abstractas existe hasta en los hombres sin cultura, en muchos obreros y campesinos que sienten ese anhelo tan viva y desinteresadamente como los hombres cultos. En sus horas libres, los artesanos y labriegos medievales se complacían en discutir sobre arte y religión. Todavía hoy vemos en muchas aldeas a campesinos que prefieren, a una ganancia mayor, el placer de ejecutar de vez en cuando un instrumento o divagar sobre las cosas del mundo. ¡Qué cantidad de astrólogos y meteorólogos se encuentran entre los aldeanos! No es raro encontrar en minúsculos pueblitos a un humilde relojero, por ejemplo, que a fuerza de sacrificios pudo adquirir un pequeño telescopio y que, convertido en orgullo del lugar, está constantemente rodeado de muchachos que desean contemplar el firmamento».