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Soledad Quereilhac - La imaginación científica

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Soledad Quereilhac La imaginación científica

La imaginación científica: resumen, descripción y anotación

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A fines del siglo XIX, la ciencia no era todavía como la conocemos hoy. Lejos de ser sólo un saber de especialistas, formaba parte también del universo cotidiano de las personas. Presente en todas las formas de difusión destinadas al gran público, fascinaba a quienes se dejaban encantar por sus promesas de cambio y por los potenciales mundos que permitía imaginar. Soledad Quereilhac reconstruye ese clima de época que en la Argentina caracterizó el pasaje de siglos. Así, a partir de publicaciones periódicas, de las corrientes religiosas del momento (el pseudocientificismo de los ocultistas, los espiritistas, los teósofos) y también de la literatura fantástica que se gestó y circuló entonces (de escritores como Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones y Eduardo Holmberg), la autora elabora un mosaico de los ensueños que fusionaron lo material y lo fantasmagórico, lo técnico y lo mágico, y que cifraron esperanzas y temores en esa proyección a futuro. La imaginación científica reunía apariciones, fuerzas extrañas, fenómenos parapsicológicos, magnetismo, locos iluminados, rayos X, y un amplio muestrario de casos raros que captó la atención de diarios y revistas, y modeló una forma de sensibilidad en que lo científico convivía codo a codo con lo inexplicable. La literatura fantástica encontró en este mundo una fuente de inspiración; los espiritualismos, un modo de legitimarse; la prensa de divulgación, una forma de deslumbrar a los lectores con inventos, nuevas teorías y descubrimientos. La autora propone un recorrido singular por un período en que se proyectaban utopías a partir del potencial de las ciencias, justo antes de que estas se convirtieran en disciplinas autónomas, complejas y cada vez más alejadas de la comprensión de la gente común.

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A fines del siglo XIX la ciencia no era todavía como la conocemos hoy Lejos - photo 1

A fines del siglo XIX, la ciencia no era todavía como la conocemos hoy. Lejos de ser sólo un saber de especialistas, formaba parte también del universo cotidiano de las personas. Presente en todas las formas de difusión destinadas al gran público, fascinaba a quienes se dejaban encantar por sus promesas de cambio y por los potenciales mundos que permitía imaginar.

Soledad Quereilhac reconstruye ese clima de época que en la Argentina caracterizó el pasaje de siglos. Así, a partir de publicaciones periódicas, de las corrientes religiosas del momento (el pseudocientificismo de los ocultistas, los espiritistas, los teósofos) y también de la literatura fantástica que se gestó y circuló entonces (de escritores como Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones y Eduardo Holmberg), la autora elabora un mosaico de los ensueños que fusionaron lo material y lo fantasmagórico, lo técnico y lo mágico, y que cifraron esperanzas y temores en esa proyección a futuro. La imaginación científica reunía apariciones, fuerzas extrañas, fenómenos parapsicológicos, magnetismo, locos iluminados, rayos X, y un amplio muestrario de casos raros que captó la atención de diarios y revistas, y modeló una forma de sensibilidad en que lo científico convivía codo a codo con lo inexplicable.

La literatura fantástica encontró en este mundo una fuente de inspiración; los espiritualismos, un modo de legitimarse; la prensa de divulgación, una forma de deslumbrar a los lectores con inventos, nuevas teorías y descubrimientos. La autora propone un recorrido singular por un período en que se proyectaban utopías a partir del potencial de las ciencias, justo antes de que estas se convirtieran en disciplinas autónomas, complejas y cada vez más alejadas de la comprensión de la gente común.

Soledad Quereilhac La imaginación científica Ciencias ocultas y literatura - photo 2

Soledad Quereilhac

La imaginación científica

Ciencias ocultas y literatura fantástica en el Buenos Aires de entresiglos (1875–1910)

ePub r1.0

Sigil 18.04.18

Soledad Quereilhac, 2010

Editor digital:nn

ePub base r1.2

Para Axel mi esposo Agradecimientos Entre 2003 y 2007 esta investigación se - photo 3

Para Axel, mi esposo.

Agradecimientos

Entre 2003 y 2007, esta investigación se llevó a cabo gracias a una beca doctoral de la Universidad de Buenos Aires; el último tramo del relevo de fuentes y la redacción final de la tesis, entre 2008 y 2010, contaron con una beca doctoral tipo II del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Asimismo, en 2004, un subsidio otorgado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires permitió la compra de una cámara digital para el relevo de fuentes hemerográficas. Todo el proyecto fue posible, entonces, gracias al financiamiento de organismos del Estado, y hacia ellos va mi agradecimiento.

La investigación fue dirigida por la Dra. Sylvia Saítta, con quien comencé a trabajar cuando aún era estudiante de la Licenciatura en Letras. Sylvia Saítta ha sido desde entonces no sólo la directora de mis proyectos de investigación, sino la persona que más me ha incentivado al trabajo intelectual por el impulso de su propio trabajo, y con quien aprendí que tanto en la docencia como en la investigación, la rigurosidad y la honestidad son inclaudicables. Sé que no estoy sola en esta apreciación; muchos colegas de mi generación vemos en ella una auténtica formadora de críticos e investigadores en literatura argentina. A Sylvia va, pues, mi mayor y más afectuoso agradecimiento.

Agradezco también a los coordinadores y asistentes del seminario mensual sobre Historia de las ideas, los intelectuales y la cultura, del Instituto “Dr. Emilio Ravignani” (FFyL, UBA), hoy renombrado “Seminario Oscar Terán” en homenaje a quien fuera su organizador hasta el año 2008. Desde 2002, pude presenciar allí las mejores formas de la discusión intelectual, formas que de alguna manera fijaron el horizonte de exigencia al que debía someter mi propio trabajo.

Los profesores de los cursos de doctorado de la UBA y la UNLP que leyeron mis monografías, muchas de las cuales fueron el borrador de capítulos de esta tesis, también contribuyeron con sus clases y sus sugerencias a que la investigación fuese encontrando su rumbo. Agradezco entonces a Beatriz Sarlo, Fernando Devoto, Adriana Rodríguez Pérsico, Lilia Ana Bertoni, Patricia Funes y Susana Zanetti por lo que aprendí con ellos. También, en las Jornadas Interescuelas de Historia de 2007, en Tucumán, el profesor Carlos Altamirano me ayudó, con sus agudas intervenciones, a replantear las preguntas que guiaban la investigación hasta ese momento. Al año siguiente, en las Jornadas de Historia Intelectual de la UNQ, Adrián Gorelik y Martín Bergel contribuyeron, asimismo, a mejorar el enfoque sobre algunos temas.

Va también mi agradecimiento para mis compañeros en las materias de Literatura Argentina II y Problemas de Literatura Argentina, con quienes he discutido aspectos de esta tesis y con quienes, además, me gusta mucho trabajar: Claudia Roman, Martín Servelli, Marcelo Méndez, Sebastián Hernaiz, Martín Greco, Elena Donato Biocca, Tania Diz, Juan Pablo Canala y Paula Bein. Y a quienes están, o estuvieron, al frente de las clases teóricas, Eduardo Romano, Beatriz Sarlo y Aníbal Jarkowski, responsables de formas tan sólidas como diferentes de leer la literatura argentina, que me han enseñado mucho.

Agradezco también a mi padre, Héctor Quereilhac, ingeniero químico y último enciclopedista, por su habilidad para hacer comprensibles al profano las explicaciones sobre los rayos, la licuación de gases o el electro-magnetismo. A él le debo la frecuente solución de dudas sobre cuestiones técnico-científicas del siglo XIX durante la escritura de esta tesis y, más atrás en el tiempo, la fascinación por escuchar el relato que estos temas despiertan. En igual dirección, agradezco a Victoria Rosato Siri, doctora en biología, por responder con generosidad mis básicas consultas sobre evolucionismo y otras teorías científicas. Y a las psicoanalistas Julieta Calmels y Mirta Moisezsowicz, por sus aportes sobre conceptos y bibliografía de su disciplina.

Finalmente, agradezco a mi familia y mis amigos que han sabido acompañar con cariño los años del doctorado. Para Mirta Jara Medina va mi gratitud por su invalorable trabajo. Y para Axel Kicillof y León Kicillof, mi inmenso agradecimiento por el amor con que, cada uno a su modo, apoyaron el proyecto y me ayudaron a concretarlo.

INTRODUCCIÓN

“¡Historicemos siempre!”,
Frederic Jameson, The political unconscious.

En un artículo del diario La Prensa de 1966, el crítico Alfredo Veiravé exhumó una curiosa noticia aparecida en 1880 en ese mismo diario, titulada “Un caso raro”, que narraba una historia llamativamente similar al relato “El almohadón de plumas” (1907) de Horacio Quiroga. Con algunas alteraciones en la trama y con procedimientos propios de la literatura, Quiroga había concebido la misma historia fantástica que un diario de Buenos Aires consideró una “noticia” digna de ser publicada. Sin buscar respuesta al dilema casi irresoluble de si el escritor conocía o no esta historia (al momento de ser publicada, Quiroga era un niño de dos años), Veiravé dejó constancia de esta confluencia de argumentos comunes entre la literatura y el periodismo, señalando con ello el espectro de realidad que podía velar, inesperadamente, detrás de una fantasía. Su artículo no buscaba ir más allá de este señalamiento, pero con su acotada intervención despertó el verdadero inicio de este libro.

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