Esta obra recoge en un impresionante esfuerzo de síntesis, todos esos fenómenos extraños, seres de leyenda o lugares singulares, desde hadas hasta supuestos extraterrestres, que han ido poblando los mitos y las historias de lo sobrenatural a lo largo de todos los tiempos. El hilo conductor de todo ello es la teoría de la intrusión, una de las aportaciones más originales de Callejo y Canales quienes, con un estilo ameno y apasionado como el que nos han demostrado en la radio durante años en la Zona Cero de La Rosa de los Vientos, el célebre programa radiofónico creado por Juan Antonio Cebrián, nos muestran el lado más sorprendente de la realidad en que vivimos.
Jesús Callejo & Carlos Canales
Seres y lugares en los que usted no cree
(Claves para un enigma)
ePub r1.0
turolero 04.07.15
Título original: Seres y lugares en los que usted no cree (Claves para un enigma)
Jesús Callejo & Carlos Canales, 1995
Editor digital: turolero
ePub base r1.2
No hay obra sin prólogo
o hay obra sin prólogo
Resulta un poco embarazoso confesar que al cabo de cuarenta años de investigación y estudio, el mejor consejo que puedo dar a las personas es que sean un poco más cariñosas entre sí.
Aldous Huxley, en una de sus últimas conferencias
CARLOS CANALES TORRES (Madrid, 19 de julio de 1963) es un abogado, escritor, diseñador gráfico, ilustrador e informático especialista en iurismática (gestión automatizada de despachos de abogados).
Nacido en Madrid, sus orígenes familiares se encuentran en la localidad cántabra de Liérganes y en Valladolid.
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid en 1986 y Máster en Gestión Informática de Empresas (1989). Secretario General del Boletín Oficial del Estado entre 1993 y 1998, fue profesor en el Máster en Informática y Derecho de la Universidad Complutense de Madrid entre 1996 y el 2006.
En su faceta como investigador, colaboró durante 13 años en el programa de radio de Onda Cero «La Rosa de los Vientos de Juan Antonio Cebrián» en las secciones Monográficos Zona Cero y Tertulia de las 4C. Desde 2013 es miembro del programa de radio La escóbula de la brújula. Asimismo ha sido director de las revistas Ristre y Ristre Napoleónico, así como consejero de redacción de la revista LRV.
Actualmente es el Presidente de Spaniola Way Publishing Co., participa en el proyecto norteamericano de historia Edge & Cleaver, y ha sido galardonado, junto a Miguel del Rey Vicente, con el IX Premio Algaba de Biografía, Autobiografía, Memorias e Investigaciones Históricas, por su obra Naves Mancas.
JESÚS CALLEJO CABO (Valderas, 1959) es un investigador y escritor español. Licenciado en Derecho por la Universidad de Valladolid.
Ha desempeñado diversos puestos en el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales como funcionario de carrera, estando actualmente en excedencia. Es asesor editorial de la revista Historia de Iberia Vieja. Es autor de más de veinte libros. Su especialidad son los temas folclóricos y mitológicos, como la existencia de seres legendarios (hadas, duendes y gnomos), la localización de supuestos lugares de poder, la búsqueda de plantas mágicas o el origen de las fiestas sagradas. Asimismo es colaborador habitual de las principales revistas especializadas del sector: Año/Cero, Más Allá de la Ciencia, Historia de Iberia Vieja y Enigmas del hombre y del universo. En esta última publica mensualmente su sección «Crónicas Extravagantes». Formó parte del consejo de redacción de la revista mensual LRV. Los 32 rumbos de La Rosa de los Vientos. Asimismo fue director de Ediciones Corona Borealis, S.L.U. Desde Marzo de 2013 dirige el programa radiofónico La escóbula de la brújula, programa de divulgación histórica, viajes y misterio en el que participan Carlos Canales Torres y Juan Ignacio Cuesta, miembros de las tertulias de las 4C de La rosa de los vientos de Juan Antonio Cebrián.
El encuentro
a muchacha aceleró el paso. Hacía varias horas que había subido al monte a buscar leña y aunque cansada y agotada por el calor y el peso de la madera con la que cargaba, su intuición le decía que tenía que regresar a casa lo antes posible. Con frecuencia los vecinos del pueblo le aconsejaban que no fuese tanto al bosque sola, pues no era el lugar adecuado para una chiquilla tan linda. Pero ella no le tenía miedo a los lobos, aunque sabía muy bien que el invierno anterior, cuando las montañas y los valles estaban cubiertos de nieve, el hambre les llevó hasta las proximidades del pueblo. Por otra parte, apenas quedaban ya osos y los jabalíes eran acosados permanentemente por los cazadores en sus continuas batidas. No, el miedo se lo producía el ruido o, más exactamente, su ausencia.
Conocía muy bien el bosque y le gustaba desde niña. Cuando todavía era una cría se escapaba en cuanto podía y jugaba a esconderse entre los árboles próximos a su casa. Por las noches, junto a la chimenea, escuchaba con atención los cuentos y leyendas que su madre le contaba acerca de los seres mágicos que habitaban en la foresta: el pícaro y escurridizo tentirujo, el glotón y juguetón trasgo o las hermosas y bondadosas anjanas, que provistas de una picaya mágica con una estrella en la punta, podían convertir cualquier sueño en realidad. Pero hacía ya años de eso y, desde que sus padres murieron, dejándole solo un establo y una alacena vacíos, la vida había sido muy dura con ella. Trabajaba de sol a sol en la granja, en el establo y en la casa y el fruto de tanto esfuerzo apenas si le daba lo justo para vivir. Es cierto que desde el fallecimiento de sus padres, los vecinos y, en general, las buenas gentes de Carmona, se habían portado con ella con dulzura y cariño, pero, a fin de cuentas, eran malos tiempos para todos y bastante tenía cada familia con sacar a sus propios hijos adelante.
Estaba atardeciendo y los últimos rayos del sol se filtraban entre las copas de los árboles. La sensación que le producía el silencio le preocupaba. Normalmente el bosque era un hervidero de animales, de ruidos y de movimiento, pero en ese momento no se oía nada, como si todos los habitantes del bosque hubiesen decidido callarse al instante y la paz más absoluta se hubiese instalado en el lugar. Sólo se sentía el viento que arrullaba las ramas de los árboles. De pronto, las ráfagas de aire se incrementaron, las hojas de los árboles empezaron a caer, como en el otoño, al tiempo que el aire se inundaba de una encantadora fragancia a espliego, a tomillo y a lavanda. La niña comenzó a tener miedo, más, si cabe, cuando una extraña luz apareció entre los troncos de los nogales que tenía apenas unos metros por delante. Al instante, sintió la voz. Era algo absolutamente inusual, algo que no había sentido nunca. La voz parecía instalada dentro de su cabeza y, por alguna razón, el miedo se desvaneció. La voz le decía que no tenía nada que temer.