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Rosa Luxemburgo - Su hogar es el mundo entero

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Rosa Luxemburgo Su hogar es el mundo entero

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Apéndice I

Tesis sobre los métodos y las formas de trabajo de los partidos comunistas entre las mujeres

Las siguientes tesis fueron aprobadas por el III Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en 1922. Aunque son obra colectiva del Secretariado Femenino Internacional —y las camaradas de la sección rusa introdujeron modificaciones importantes—, fue Zetkin quien redactó el primer borrador y también quien defendió las tesis ante el pleno del Congreso.

Principios básicos

1. El III Congreso de la Internacional Comunista, conjuntamente con la II Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas, reafirma una vez más la decisión del I y II congresos acerca de la necesidad que tienen todos los partidos comunistas de Occidente y de Oriente de reforzar el trabajo entre las mujeres proletarias, educar a las amplias masas de obreras según el espíritu comunista e integrarlas en la lucha por el poder de los sóviets o en la construcción de la república obrera soviética.

En todo el mundo, la cuestión de la dictadura del proletariado se ha planteado directamente ante la clase obrera y por lo tanto también ante las mujeres trabajadoras.

El sistema económico capitalista se encuentra en un callejón sin salida. Las fuerzas productivas ya no pueden desarrollarse en el marco del capitalismo. La pauperización universal de los trabajadores, la incapacidad de la burguesía para reactivar la producción, el alto nivel de especulación, la ruina de la producción, el desempleo, la inestabilidad de los precios sin relación con los salarios: todos estos fenómenos provocan inevitablemente un recrudecimiento de la lucha de clases en todos los países. En esta lucha, se decidirá la cuestión: quién y bajo qué sistema dirigirá, orientará y organizará la producción, un puñado de capitalistas o la clase obrera sobre una base comunista.

La nueva y ascendente clase proletaria, en conformidad con las leyes del desarrollo económico, debe apoderarse del aparato productivo para crear nuevas formas económicas. Sólo ello creará el ímpetu necesario para el máximo desarrollo de las fuerzas productivas, hasta ahora refrenadas por la anarquía de la producción capitalista.

Mientras el poder esté en manos de la clase burguesa, el proletariado será incapaz de reactivar la producción. Mientras el poder esté en manos de la burguesía, ninguna reforma, ninguna medida llevada a cabo por gobiernos democráticos o socialistas en los países burgueses podrá salvar la situación y aliviar los pesados e insoportables sufrimientos de las obreras y los obreros, causados por la ruina del sistema económico capitalista. Sólo la conquista del poder por parte del proletariado permitirá a la clase de los productores adueñarse de los medios de producción y así permitirles dirigir el desarrollo económico de acuerdo con los intereses de los trabajadores.

Para adelantar la hora de la inevitable lucha decisiva del proletariado con el podrido mundo burgués, la clase obrera debe aferrarse a las tácticas firmes y resueltas esbozadas por la III Internacional. La dictadura del proletariado —el objetivo inmediato fundamental— determina los métodos de trabajo y la línea de batalla para el proletariado de ambos sexos.

La lucha por la dictadura del proletariado es inminente para el proletariado de todos los estados capitalistas y la construcción del comunismo es la tarea inmediata de aquellos países en donde la dictadura está en manos de los obreros. Por lo tanto, el III Congreso de la Internacional Comunista afirma que ni la conquista del poder por el proletariado ni la realización del comunismo en un país ya liberado del yugo de la burguesía se pueden llevar a cabo sin la participación activa del grueso del proletariado y del semi-proletariado femeninos.

Por otra parte, el Congreso llama una vez más la atención de todas las mujeres sobre el hecho de que sin el apoyo de los partidos comunistas en todas las tareas e iniciativas para promover su liberación, los plenos derechos individuales y la emancipación verdadera son imposibles de lograr en la vida real.

2. Conforme la devastación económica mundial se vuelve cada vez más aguda e insoportable para todos los pobres de la ciudad y del campo, los intereses de la clase obrera requieren, especialmente en el periodo presente, persistir de manera particular en el reclutamiento de mujeres en las filas organizadas del proletariado que lucha por el comunismo. Por consiguiente, se plantea ineludiblemente la cuestión de la revolución social ante la clase obrera de los países capitalistas burgueses, de la misma manera que surge la tarea de reconstruir la economía sobre nuevas bases comunistas ante los trabajadores de la Rusia soviética. Mientras más activa, consciente y resuelta sea la participación de las mujeres en estas dos tareas, más fácil será su realización.

En todas partes donde se plantee directamente la cuestión de la conquista del poder, los partidos comunistas deben tomar en cuenta el gran peligro para la revolución que representan las masas inertes de obreras, amas de casa, empleadas de oficina y campesinas que no están liberadas de la influencia de la perspectiva burguesa del mundo, la iglesia y las supersticiones y que no tienen conexión alguna con el gran movimiento comunista de liberación. Si las masas de mujeres en Occidente y Oriente no son reclutadas al movimiento, se convertirán inevitablemente en baluarte para la burguesía y en blanco para la propaganda contrarrevolucionaria. La experiencia de la Revolución Húngara, donde la falta de conciencia de las masas de mujeres desempeñó un papel tan lamentable, debería servir como advertencia para los proletarios de todos los demás países que se encaminan por la vía de la revolución social.

A la inversa, las políticas llevadas a cabo por la República Soviética muestran a través de la experiencia concreta la importancia de la participación de las obreras y campesinas —en la Guerra Civil, en la defensa de la República y en todos los aspectos de la construcción soviética—. Los hechos demuestran la importancia del papel que ya cumplen las obreras y campesinas en la República Soviética en la organización de la defensa, el fortalecimiento de la retaguardia, en la lucha contra la deserción y en el combate contra toda clase de contrarrevolución, sabotaje, etc. Se debe estudiar y poner en práctica en otros países la experiencia de la república obrera.

De lo anterior se desprende la tarea de cada partido comunista de propagar su influencia hasta las capas más amplias de la población femenina de su país mediante la organización de aparatos especiales e internos del Partido y el establecimiento de métodos especiales de acercamiento a las mujeres para liberarlas de la influencia de la perspectiva mundial burguesa o de la influencia de los partidos conciliadores y para forjar entre ellas resueltas luchadoras por el comunismo y, por lo tanto, combatientes por la educación integral de las mujeres.

3. Al plantear ante los partidos comunistas de Occidente y Oriente la tarea inmediata de fortalecer el trabajo del Partido entre las mujeres proletarias, el III Congreso de la Internacional Comunista señala al mismo tiempo a las obreras del mundo entero que sólo la victoria del comunismo hará posible su liberación de la injusticia, la esclavización y la desigualdad seculares. En ningún caso podrá el movimiento femenino burgués darle a la mujer lo que el comunismo le da. Mientras exista la dominación del capital y de la propiedad privada en los países capitalistas, la liberación de la mujer respecto de la dependencia de su marido no puede progresar más allá del derecho de disponer de sus propios bienes, de sus propios ingresos y de poder decidir con los mismos derechos que su marido sobre la suerte de sus hijos.

Los esfuerzos más decisivos de las feministas —la extensión del sufragio femenino bajo el dominio del parlamentarismo burgués— no resuelven el problema de la verdadera igualdad de la mujer, en especial para las mujeres de las clases no poseedoras. Ello se puede ver en la experiencia de las obreras en todos los países capitalistas donde, en los últimos años, la burguesía ha otorgado la igualdad formal entre los sexos. El sufragio no elimina la causa primaria de la esclavización de la mujer en la familia y en la sociedad. Dada la dependencia económica de la mujer proletaria de su amo capitalista y del hombre-proveedor, y en ausencia de una protección amplia para asegurar el porvenir de madres e hijos, así como de sistemas socializados de educación y cuidado infantil, la introducción en los estados capitalistas del matrimonio civil en lugar del matrimonio indisoluble no logrará la igualdad de la mujer en el marco matrimonial, ni proporciona la clave para solucionar el problema de las relaciones entre los sexos.

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