Rosa Luxemburgo - La Acumulación del Capital
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- Libro:La Acumulación del Capital
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1913
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La Acumulación del Capital: resumen, descripción y anotación
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El problema de la reproducción
Objeto de esta investigación
Entre los servicios imperecederos prestados por Marx a la economía política teórica figura su modo de plantear el problema de la reproducción del capital social en conjunto. Es significativo que en la historia de la economía política sólo aparezcan dos intentos de exposición exacta de este problema: en sus comienzos, el del padre de la escuela fisiocrática, Quesnay, y al final el de Carlos Marx. Durante el periodo intermedio, el problema no deja de preocupar a la economía política burguesa, pero ésta, con todo, no llega siquiera a planteárselo en su pureza, separado de los problemas semejantes que con él se cruzan, ni mucho menos a resolverlo. No obstante, dada la importancia fundamental de este problema, cabe afirmar hasta cierto punto que sólo teniendo en cuenta estos intentos es posible seguir en general las vicisitudes de la economía científica.
¿En qué estriba el problema de la reproducción del capital total? Reproducción, en el sentido literal de la palabra, es sencillamente producción nueva, reiteración, renovación del proceso de producción. Y a primera vista, parece que no se ve por qué ha de ser necesario distinguir el concepto de la reproducción de la producción para todos comprensible, ni por qué ha de emplearse para designarlo una expresión nueva y desconcertante. Pero, cabalmente, la repetición, la renovación constante del proceso de producción, nos brinda ya de por sí un elemento de importancia. En primer termino, la reiteración regular de la producción es el supuesto y fundamento general del consumo regular, y por tanto la condición previa de la existencia cultural de la sociedad humana bajo todas sus formas históricas. En este sentido, el concepto de la reproducción encierra un elemento entrelazado a las formas de la cultura. La producción no podrá reiterarse, no seria posible la reproducción, si como resultado de los periodos de producción anteriores no quedaran en pie determinadas, condiciones previas, materias primas, fuerzas de trabajo. Pero en las fases primitivas de la civilización, cuando el hombre comienza a dominar la naturaleza exterior, esta posibilidad de renovar la producción depende en mayor o menor escala del azar. Mientras la caza o la pesca constituyen la base principal de la existencia de la sociedad, la reiteración regular de la producción se ve frecuentemente interrumpida por períodos de hambre general. En algunos pueblos primitivos, los requisitos para que la reproducción sea un proceso regular reiterado encuentran desde muy temprano expresión tradicional y socialmente obligatoria en ciertas ceremonias de carácter religioso. Así, según las minuciosas investigaciones de Spencer y Gillen, el culto totemista de los negros australianos no es, en el fondo, más que la tradición cristalizada en ceremonias religiosas de ciertas medidas reiteradas regularmente desde tiempos inmemoriales para la adquisición y conservación de sus elementales medios de vida. Pero sólo el cultivo de la tierra, la utilización de los animales domésticos y la ganadería para fines alimenticios hacen posible la alternativa regular de producción y consumo que constituyen la nota característica de la reproducción. En este sentido, el concepto de la reproducción encierra algo más que la mera reiteración, implica ya un cierto nivel en el dominio de la naturaleza exterior por la sociedad, o, dicho en términos económicos, un cierto nivel en la productividad del trabajo.
Por otra parte, el proceso de la producción es, en todos los grados de la evolución social, una unidad formada por dos elementos distintos, aunque íntimamente relacionados: las condiciones técnicas y las sociales, es decir, de la relación de los hombres con la naturaleza y de las relaciones de los hombres entre sí. La reproducción depende en igual grado de ambos factores. Ya hemos dicho hasta qué punto se halla supeditada a las condiciones técnicas del trabajo humano y es resultado de un cierto nivel en la productividad del trabajo. Pero no menos decisivas son las formas sociales de producción imperantes. En una tribu agraria comunista primitiva, la reproducción y con ella todo el plan de la vida económica correrán a cargo de la totalidad de aquellos que trabajan y de sus órganos democráticos; el decidir cuándo han de comenzar los trabajos, su organización, el velar porque se reúnan diversos factores: materias primas, instrumentos y fuerzas de trabajo, y finalmente, el determinar el alcance y plan de la reproducción, son fruto de la colaboración organizada de todos dentro de la comunidad. En una explotación a base de esclavos o en un feudo señorial, la reproducción se arranca a la fuerza y está reglamentada en todos sus detalles sobre un régimen de dominio personal, régimen que no conoce más frontera que el derecho del poder señorial centralizado a disponer de una cantidad más o menos grande de fuerzas de trabajo ajenas. En la sociedad organizada a base de la producción capitalista, la reproducción presenta un aspecto completamente peculiar, como resulta ya a simple vista en ciertos fenómenos salientes. En todos los demás tipos de sociedad históricamente conocidos, la reproducción se emprende de un modo regular tan pronto como lo consienten las condiciones previas; es decir, tan pronto como se reúnen los medios de producción y las fuerzas de trabajo necesarios. Sólo influencias exteriores, por ejemplo, una guerra devastadora o una gran peste, al producir una gran despoblación y con ella el aniquilamiento en masa de la población obrera y de los medios de producción disponibles, hacen de vez en cuando que en los pueblos antiguos no se repita, o sólo se repita en pequeña escala, la reproducción, durante períodos más o menos largos. Fenómenos semejantes se dan en parte o pueden darse cuando el plan de la producción se determina despóticamente. Cuando el capricho de un faraón del antiguo Egipto encadenaba durante años y años a miles de fellahs a la empresa de levantar pirámides, cuando en el Egipto moderno un Ismael Pachá manda a 20 000 fellahs a trabajar al canal de Suez en prestación personal, o cuando el emperador Chihoang-ti, fundador de la dinastía Tsin, 200 años antes de la era cristiana, dejaba morir de hambre y agotamiento a 400 000 hombres e invertía una generación entera en levantar la Gran Muralla de China en la frontera septentrional de su Imperio, quedaban sin cultivo grandes extensiones de tierra y la vida económica normal se interrumpía durante largos años. Pero estas interrupciones del proceso de producción respondían, en todos estos casos, a causas perfectamente claras y tangibles, que radicaban todas en el hecho de que un soberano dispusiese a su antojo del plan total de reproducción. En las sociedades de producción capitalista las cosas ocurren de otro modo. Durante ciertas épocas, vemos que aun dándose todos los medios materiales de producción y todas las fuerzas de trabajo necesarias para llevar a cabo la reproducción, las necesidades de la sociedad quedan insatisfechas, a pesar de lo cual la reproducción se interrumpe totalmente o sólo se desarrolla dentro de límites reducidos. Aquí, la responsabilidad por las dificultades con que tropieza el proceso de reproducción no radica en las intromisiones despóticas de nadie en el plan económico. Lejos de ello, la reproducción, en estos casos, no depende solamente de las condiciones técnicas, sino de una condición puramente social: la de que sólo se produzcan aquellos artículos que pueden contar con la seguridad absoluta de encontrar comprador, de ser cambiados por dinero, y no de cualquier modo, sino con una ganancia de tipo usual. La ganancia como fin último y determinante es, pues, el factor que preside en esta sociedad no sólo la producción, sino también la reproducción; es decir, no sólo el cómo y el por qué del proceso del trabajo y la distribución de los productos, sino también el alcance y el sentido en que el proceso de trabajo ha de reanudarse, una vez que el período anterior de trabajo haya llegado a su término. Allí donde la producción presenta forma capitalista, la presenta también, necesariamente, la reproducción.
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