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Silo - El paisaje interno

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Silo El paisaje interno
  • Libro:
    El paisaje interno
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1981
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El paisaje interno: resumen, descripción y anotación

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SILO seudónimo de Mario Rodríguez Cobos Mendoza Argentina 6 de enero de - photo 1

SILO, seudónimo de Mario Rodríguez Cobos (Mendoza, Argentina, 6 de enero de 1938 - Mendoza, Argentina 16 de septiembre de 2010). Escritor, conferenciante, fundador del Movimiento Humanista y revolucionario de la «no-violencia», escribió libros, cuentos, artículos, ensayos y estudios relacionados con política, sociedad, psicología, espiritualidad y otros temas. Siempre polémico, ha sido considerado desde corruptor de la juventud a profeta, pasando por profundo pensador para unos y guía espiritual para otros. Él se definía como un simple escritor.

De joven fue un destacado estudiante, pero insatisfecho por la limitante formación universitaria abandonó los estudios. «Dejó de interesarme» comentó mucho más tarde cuando le preguntaron sobre el tema. Desde aquella época estudiantil y como resultado de observaciones y experiencias personales, empezó a formar grupos de estudio e investigación sobre el ser humano y su problemática existencial y social, tarea que no abandonaría en toda su vida. Con el correr del tiempo aquellos grupos se ampliaron e impulsaron la transformación social y personal a través de diferentes organizaciones, dando lugar a la corriente de pensamiento hoy llamada Humanismo Universalista o Nuevo Humanismo. A partir de los ochenta su actividad literaria se incrementa: «La Mirada Interna», «El Paisaje Interno», «Humanizar la Tierra», «Contribuciones al Pensamiento», «Cartas a Mis Amigos» etc. El 6 de octubre de 1993 la Academia de Ciencias de Rusia le otorgó el título de Doctor Honoris Causa como un reconocimiento a su obra. Ya en el siglo XXI el trabajo acumulado por aquellos pequeños grupos se materializa al construir en diferentes lugares del mundo lo que llaman «Parques de estudio y reflexión». Son espacios abiertos para profundizar en uno mismo y favorecer la no-discriminación, el afecto y la reciprocidad en el trato a los demás.

La obra de Silo es variopinta, (filosófica, psicológica, histórico-social, mística, poética…) habla de lo humano y lo divino en un mismo nivel, como si fuese lo mismo y siempre está orientada a la superación del dolor y el sufrimiento. Pudiera parecer que son producciones sueltas como islas inconexas, pero no es así. Está estructurada, vertebrada por la visión del ser humano y del mundo más amplia y abarcadora que se haya visto jamás. Además, rezuma una profunda espiritualidad, una espiritualidad que según decía Silo: «es la espiritualidad que ha despertado de su profundo sueño para nutrir a los seres humanos en sus mejores aspiraciones».

Esas aspiraciones humanas que cada vez con más fuerza y frecuencia se reclaman en diversos puntos del planeta, van de la mano con el interés creciente que despierta su obra.

XVI. LOS MODELOS DE VIDA

1. En tu paisaje interno hay una mujer o un hombre ideal que buscas en el paisaje externo a través de tantas relaciones, sin poder jamás tocar. Salvo el corto período en que el amor completo deslumbra con su chispa, esos pedernales no coinciden en un punto preciso.

2. Cada cual y a su modo, lanza su vida hacia el paisaje externo buscando completar sus modelos ocultos.

3. Pero el paisaje externo va imponiendo leyes propias y cuando pasa un tiempo, lo que fue el más acariciado ensueño resulta en una imagen por la que se experimenta ahora vergüenza o, cuando menos, un desvaído recuerdo. No obstante, existen profundos modelos que duermen en el interior de la especie humana esperando su momento oportuno. Esos modelos son la traducción de los impulsos que entrega el propio cuerpo al espacio de representación.

4. No discutiremos ahora el origen ni la consistencia de tales modelos; ni tampoco hablaremos de la complejidad del mundo en que se encuentran. Habremos simplemente de anotar su existencia, destacando que su función es compensar necesidades y aspiraciones que, a su vez, motivan la actividad hacia el paisaje externo.

5. Las culturas y los pueblos dan su singular respuesta al paisaje externo siempre teñida por modelos internos que el propio cuerpo y la historia han ido definiendo.

6. Es sabio quien conoce sus modelos profundos y más sabio es aún quien puede ponerlos al servicio de las mejores causas.

I. LA PREGUNTA

1. He aquí mi pregunta: ¿a medida que la vida pasa, crece en ti la felicidad o el sufrimiento? No pidas que defina estas palabras. Responde de acuerdo a lo que sientes…

2. Aún cuando sabio y poderoso, si no crece en ti y en quienes te rodean la felicidad y la libertad, rechazaré tu ejemplo.

3. Acepta en cambio, mi propuesta: sigue el modelo de aquello que nace, no de lo que camina hacia la muerte. Salta por encima de tu sufrimiento y entonces no crecerá el abismo sino la vida que hay en ti.

4. No hay pasión, ni idea, ni acto humano que se desentienda del abismo. Por tanto, tratemos lo único que merece ser tratado: el abismo y aquello que lo sobrepasa.

II. LA REALIDAD

1. ¿Qué quieres tú? Si dices que lo más importante es el amor o la seguridad, entonces hablas de estados de ánimo, de algo que no ves.

2. Si dices que lo más importante es el dinero, el poder, el reconocimiento social, la causa justa, Dios o la eternidad; entonces hablas de algo que ves o que imaginas.

3. Nos pondremos de acuerdo cuando digas: «¡Quiero la causa justa porque rechazo el sufrimiento!»; «… quiero esto porque me tranquiliza, no quiero aquello porque me desconcierta o me violenta».

4. ¿Será entonces que toda aspiración, toda intención, toda afirmación y toda negación, tienen por centro tu estado de ánimo? Podrías replicar que aunque triste o alegre, un número es siempre el mismo y que el sol es el sol, aunque no exista el ser humano.

5. Yo te diré que un número es distinto a sí mismo, según tengas que dar o recibir y que el sol ocupa más lugar en los seres humanos que en los cielos.

6. El fulgor de una brizna encendida, o de una estrella, danza para tu ojo. Así; no hay luz sin ojo, y si otro fuera el ojo, distinto efecto tendría ese fulgor.

7. Por tanto, que tu corazón afirme: «¡Amo ese fulgor que veo!», pero que nunca diga, «¡ni el sol, ni la brizna, ni la estrella, tienen que ver conmigo!».

8. ¿De qué realidad hablas al pez y al reptil, al gran animal, al insecto pequeño, al ave, al niño, al anciano, al que duerme y al que frío o afiebrado vigila en su cálculo o su espanto?

9. Digo que el eco de lo real murmura o retumba según el oído que percibe; que si otro fuera el oído, otro canto tendría lo que llamas «realidad».

10. Por tanto, que tu corazón afirme: «¡Quiero la realidad que construyo!».

III. EL PAISAJE EXTERNO

Mira cómo lentamente camina esa pareja. Mientras él enlaza su cintura, ella reclina suavemente su cabeza sobre el hombro amistoso. Y avanzan en el otoño de las hojas que revolotean crepitantes, en la expiración del amarillo, del rojo y del violeta. Jóvenes y hermosos avanzan, sin embargo, hacia la tarde de la niebla plomo. Una llovizna fría y los juegos de los niños, sin niños, en jardines desiertos.


1. Para unos, esto reaviva suaves y tal vez, amables nostalgias, para otros libera sueños, para algunos más, promesas que serán cumplidas en los días radiantes que vendrán. Así, frente a un mismo mar, este se angustia y aquel, reconfortado, se expande. Y mil más, sobrecogidos, contemplan los peñones helados, mientras otros tantos admiran esos cristales tallados a escala gigantesca. Unos deprimidos, otros exaltados, frente al mismo paisaje.

2. Si un mismo paisaje es diferente para dos personas, ¿en dónde está la diferencia?

3. Ha de suceder con aquello que se ve y aquello que se escucha. Toma como ejemplo la palabra «futuro». Este se crispa, aquél permanece indiferente y un tercero sacrificaría su «hoy» por ella.

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