Aclaración
Desde tiempos lejanos existió el afán por definir al mito, a la leyenda y a la fábula; por separar el cuento y el relato poco probable de la descripción veraz. Se ha realizado un gran trabajo para demostrar que los mitos son el ropaje simbólico de verdades fundamentales, o bien transposiciones de fuerzas cósmicas a seres con intención. Se ha dicho que se trata de transformismos en los que personajes vagamente históricos se elevan a la categoría de héroes o dioses. Se ha teorizado para mostrar las realidades objetivas que subyacen en la deformación de la razón. Se ha investigado para descubrir en esas proyecciones el conflicto psicológico profundo. Y así, esa enorme tarea ha resultado útil porque nos ha ayudado a comprender, casi en laboratorio, cómo los mitos nuevos luchan con los antiguos para ganar su espacio. Aún en las teorías científicas podemos observar que cuando se despegan del ámbito que les es propio y echan a volar sin demostración es porque ya se han instalado a nivel de creencia social y han cobrado la fuerza plástica de la imagen tan importante como referencia y tan decisiva para orientar conductas. Y en esa nueva imagen que irrumpe podemos ver los avatares de antiguos mitos remozados por la modificación del paisaje social al que se debe dar respuesta por exigencia de los tiempos.
El sistema de tensiones vitales al que está sometido un pueblo se traduce como imagen, pero eso no basta para explicarlo todo a menos que se piense en burdos términos de reto y respuesta. Es necesario comprender que en toda cultura, grupo e individuo, existe una memoria, una acumulación histórica sobre la cual se interpreta el mundo en que se vive. Esa interpretación es lo que configura, para nosotros, el paisaje que percibiéndose como externo está teñido por las tensiones vitales que ocurren en ese momento histórico o que han ocurrido hace mucho tiempo y que, residualmente, forman parte del esquema interpretativo de la realidad presente. Cuando descubrimos las tensiones históricas básicas en un pueblo dado nos acercamos a la comprensión de sus ideales, aprensiones y esperanzas que no están en su horizonte como frías ideas sino como imágenes dinámicas que empujan conductas en una u otra dirección. Desde luego, determinadas ideas serán aceptadas con mayor facilidad que otras en la medida en que se relacionen más estrechamente con el paisaje en cuestión. Esas ideas serán experimentadas con todo el sabor de compromiso y verdad que tienen el amor y el odio, porque su registro interno es indudable para quien lo padece aún cuando no esté objetivamente justificado.
Ejemplificando. Los temores de algunos pueblos se han traducido en imágenes de un futuro mítico en el que todo se derrumbará. Caerán los dioses, los cielos, el arco iris y las construcciones; el aire se hará irrespirable y las aguas ponzoñosas; el gran árbol del mundo, responsable del equilibrio universal morirá y con él los animales y los seres humanos. En momentos críticos, esos pueblos han traducido sus tensiones por medio de inquietantes imágenes de contaminación y socavamiento. Pero eso mismo los ha impulsado en sus mejores momentos a «construir» con solidez en numerosos campos. Otros pueblos se han formado en el penoso registro de la exclusión y del abandono de paraísos perdidos, pero ello también los ha empujado a mejorar y a conocer incansablemente para llegar al centro del saber. Algunos pueblos parecen marcados por la culpa de haber matado a sus dioses y otros se sienten afectados por una visión polifacética y cambiante, pero ello ha llevado a unos a redimirse por la acción y a otros a la búsqueda reflexiva de una verdad permanente y trascendente. Con esto no queremos transmitir estereotipias porque estas fragmentarias observaciones no explican la extraordinaria riqueza del comportamiento humano. Queremos más bien ampliar la visión que habitualmente se tiene de los mitos y de la función psicosocial con que cumplen.
Hoy están desapareciendo las culturas separadas y, por tanto, sus patrimonios míticos. Se advierten modificaciones profundas en los miembros de todas las comunidades mientras reciben el impacto no solamente de la información y la tecnología, sino también de usos, costumbres, valoraciones, imágenes y conductas sin importar mucho el punto de procedencia. A ese traslado no podrán sustraerse las angustias, las esperanzas y las propuestas de solución que tomando expresión en teorías o formulaciones más o menos científicas, llevan en su seno mitos antiguos y desconocidos para el ciudadano del mundo actual.
Al acercarnos a los grandes mitos hemos revalorizado a los pueblos desde la óptica de la comprensión de sus creencias básicas. No hemos tocado en este trabajo, a los hermosos cuentos y leyendas que describen los afanes de los semidioses y de los mortales extraordinarios. Nos hemos circunscripto a los mitos en los que el núcleo está ocupado por los dioses aunque la humanidad juegue en esa trama un papel importante. En lo posible, no hemos mezclado cuestiones de culto, considerando que ya se ha dejado de confundir a la religión práctica y cotidiana con las imágenes plásticas de la mitología poética. Por otra parte, hemos procurado tomar por referencia de nuestras adaptaciones a los textos originales de cada mitología, pretensión que nos ha acarreado numerosos problemas. Así, y a modo de mención, digamos que la riqueza mitológica de las civilizaciones cretense y micénica ha sido subsumida en un genérico capítulo de «Mitos greco-romanos» precisamente por no contar con textos originales de aquellas culturas. Otro tanto nos ha ocurrido con los mitos africanos, oceánicos y, en alguna medida, americanos. De todas maneras, los avances que están realizando antropólogos y especialistas en mitos comparados nos hacen pensar en un futuro trabajo que tenga por base a sus descubrimientos.
El título de este libro, Mitos Raíces Universales, exige algunas precisiones. Hemos considerado «raíz» a todo mito que pasando de pueblo en pueblo, ha conservado una cierta perdurabilidad en su argumento central, aún cuando se hayan producido modificaciones a través del tiempo en los nombres de los personajes considerados, en sus atributos y en el paisaje en que se inserta la acción. El argumento central, aquello que designamos como «núcleo de ideación», también experimenta cambios pero a una velocidad relativamente más lenta que la de elementos que podemos tomar por accesorios. De esta manera, al no tener en cuenta la variación del sistema de representación secundario, tampoco hemos convertido en decisiva la ubicación del mito en el momento preciso en el que este surgió. Una pretensión opuesta a la mencionada no podría sostenerse por cuanto el origen del mito no puede filiarse en un momento exacto. En todo caso, son los documentos y los distintos vestigios históricos los que dan cuenta de la existencia del mito, cayendo dentro de una fechabilidad más o menos ajustada.
Por otra parte, la construcción del mito no parece responder a un solo autor, sino a sucesivas generaciones de autores y de comentaristas que se van basando en un material de por sí inestable y dinámico. Los descubrimientos a los que actualmente arriban la arqueología, la antropología y la filología, actuando como auxiliares de la mitología comparada, nos muestran a ciertos mitos que anteriormente habíamos considerado como originales de una cultura, cuando en realidad pertenecían a culturas anteriores, o a culturas contemporáneas de las cuales aquella recibió su influjo.
De acuerdo a lo comentado, no hemos puesto especial interés en ubicar a los mitos en orden cronológico sino más bien en relación con la importancia que parecen haber adquirido en una cultura determinada aún cuando esta sea posterior a otra en la que el mismo núcleo de ideación estaba ya actuando.
Queda claro, por otra parte, que el presente trabajo no pretende ser ni una recopilación, ni una comparación, ni una clasificación sobre la base de categorías prefijadas, sino una puesta en evidencia de núcleos de ideación perdurables y actuantes en distintas latitudes y momentos históricos. A esto se podrá objetar que la transformación de los contextos culturales hace variar también las expresiones y los significados que se dan en su seno. Pero precisamente por ello es que hemos tomado mitos que han cobrado mayor importancia en una cultura y momento, aún cuando en otras oportunidades hayan existido pero sin cumplir con una función psicosocial relevante.