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Eduardo Aldán - Espinete no existe

Aquí puedes leer online Eduardo Aldán - Espinete no existe texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2014, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Eduardo Aldán Espinete no existe
  • Libro:
    Espinete no existe
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2014
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Espinete no existe: resumen, descripción y anotación

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Espinete no existe — leer online gratis el libro completo

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Luz

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Para mi madre, que me enseñó a ser mayor.

Y para Oli, del que he vuelto a aprender a ser niño.

La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda - photo 1

«La vida no es la que uno vivió,

sino la que uno recuerda,

y cómo la recuerda para contarla.»

Gabriel García Márquez

Dicen que hay tres cosas que todos deberíamos hacer en la vida: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Aunque no es nada recomendable hacer las tres cosas a la vez.

Finalmente me he decidido a empezar por una de ellas y el resultado lo tienes en las manos ahora mismo.

Cuando se edite este libro, mi espectáculo Espinete no existe llevará casi 10 años en la cartelera de la Gran Vía madrileña. Un auténtico récord teniendo en cuenta que ni canto ni bailo, cosa que el público agradece.

Hablando de mis recuerdos infantiles he intentado conectar con la memoria colectiva de los espectadores, los cuales acaban viendo su infancia reflejada en la mía. Porque si hay algo que los humanos tenemos en común es que todos sin excepción hemos sido niños.

El teatro es efímero, su huella queda en el recuerdo del público pero el momento es irrepetible. Por eso quería perpetuar de alguna manera la esencia del espectáculo capturándola en papel.

Conviene aclarar que no se trata ni mucho menos de una transcripción del guión. Hay mucho material inédito que completa el imaginario que se despliega cada noche en el escenario.

Este libro tampoco pretende ser un catálogo exhaustivo de todos los recuerdos e iconos que poblaron la infancia de una generación.

Más bien se trata de un mapa donde he señalado los lugares en los que mi memoria se detiene, con la intención de encontrar complicidad en el lector, transportarle a su propia infancia y recordarle momentos que su vida de adulto había sepultado en el pasado.

Porque, nos guste o no, la infancia es el lugar en el que habitaremos el resto de nuestra vida.

Era imposible imaginar un juguete más completo Todos los juegos de mesa juntos - photo 2
Era imposible imaginar un juguete más completo Todos los juegos de mesa juntos - photo 3

Era imposible imaginar un juguete más completo. Todos los juegos de mesa juntos en una caja llena de cosas maravillosas… y absurdas.

Ya el niño sonriente y siniestro de la tapa parecía advertirnos del sinfín de diversiones que nos esperaban dentro, no sin darnos cierto repelús.

Había varios modelos con diferente número de juegos y para todo tipo de economías. Desde cajas de 25 juegos para familias más humildes hasta de 65 para esa «otra gente».

¡65 juegos! ¿Para qué tantos? No conozco a nadie que haya jugado a más de tres: al Parchís, a la Oca y los más atrevidos al Backgammon.

Porque, reconozcámoslo, jamás nadie se leyó las instrucciones del resto de los juegos. Preferíamos inventarnos las reglas e incluso prescindir de los tableros de cartón endeble.

Lo que de verdad molaban eran los pequeños estuches de plástico, donde se guardaban las diferentes fichas, dados y objetos raros.

Las tapas de cada estuche eran como de radiografía, y más de uno descubrió con ellas una afición a abrir puertas de casas ajenas.

Podías encontrar unos palitos grises de extraña utilidad, una peonza con números cabalísticos y una ruleta de casino con una bolita de acero, que desaparecía al segundo día y ya no se podía jugar.

Pero las estrellas absolutas de la caja eran los ratones de colores Venían - photo 4

Pero las estrellas absolutas de la caja eran los ratones de colores. Venían seis. ¿Cómo se jugaba con ellos? Nunca se supo y nunca se sabrá. Porque, aunque conseguí hace poco en el Rastro una caja intacta, me niego a leer las instrucciones. No por pereza, sino para mantener guardado para siempre el misterio de los roedores de plástico.

Su creador un alemán llamado Hans Beck se formó como carpintero y comenzó su - photo 5

Su creador un alemán llamado Hans Beck se formó como carpintero y comenzó su - photo 6

Su creador un alemán llamado Hans Beck se formó como carpintero y comenzó su - photo 7

Su creador, un alemán llamado Hans Beck, se formó como carpintero y comenzó su carrera fabricando pequeños juguetes para sus hermanos.

Fue una especie de Geppetto que consiguió que finalmente sus muñecos cobrasen vida. Una vida que ha continuado más allá de la muerte de su creador.

Y lo hicieron en las manos de niños de todo el mundo, compartiendo con ellos aventuras, luchando en barcos pirata o guerreando en fuertes Comanche. Pero eso sí, siempre con una sonrisa pintada en sus caritas.

Los Playmobil (en los setenta los conocíamos como los Clicks de Famobil) siempre fueron mis muñecos favoritos. Muy por encima de otras figuras de la época como los Airgamboys, los Madelman o los Geyperman.

Yo tenía especial manía a los Airgamboys que pretendían ser más sofisticados - photo 8

Yo tenía especial manía a los Airgamboys que pretendían ser más sofisticados que los Clicks porque… giraban las muñecas. ¡Madre mía! ¡Eran auténticos juguetes de acción!

Y me acuerdo perfectamente de su anuncio de televisión. Los veías en la pantalla montando a caballo en el Oeste o luchando en batallas épicas y luego te los comprabas… ¡y aquello se movía menos que la nave nodriza de V!

Y tú, desolado, pensabas que te habían tocado unos Airgamboys muertos.

Tema aparte eran los Geyperman, unos muñecos ciclados y rellenos de testosterona.

De hecho, los Playmobil son las únicas figuras de su generación que han sobrevivido en el mercado.

Quizá es porque la idea del visionario juguetero de alejar sus figuritas de las modas pasajeras y mantener intacto el encanto de lo sencillo, que no de lo simple, es lo que ha hecho que perduren en el tiempo, convirtiéndose en un auténtico icono de la cultura popular.

Esas manitas curvadas en forma de U podían manejar arcos, flechas y hasta timones de barco, pero desgraciadamente no podían llevarse nada a la boca, porque los Clicks, al carecer de codos, se tiraban cualquier copa o alimento por detrás de la espalda.

Entonces surge la gran pregunta: ¿cómo han podido sobrevivir hasta hoy si no podían autoalimentarse?

Cuando volví a jugar con ellos descubrí la respuesta.

En su carencia se encierra su gran lección: dándose de comer unos a otros.

Tal vez, nuestra sociedad de carne y hueso debería aprender de esa otra pequeña sociedad de plástico que, como todo en la vida, lo que hace que un juguete tenga auténtico valor es compartirlo.

Y siempre con una sonrisa, tal y como Hans la pintó.

Cine Exin El cine sin fin decía el anuncio y nada más lejos de la - photo 9

Cine Exin El cine sin fin decía el anuncio y nada más lejos de la - photo 10

«Cine Exin. El cine sin fin», decía el anuncio, y nada más lejos de la realidad. La cosa se acababa en cuanto se gastaban las pilas o en cuanto la cinta de celuloide se rompía, que era casi siempre.

El eslogan venía a cuento porque una vez acabada la película, que no duraba más de un minuto, volvía a empezar y podías entrar en un bucle en el que acababas odiando a la Pantera rosa, a Tom y Jerry o a Piolín, aunque este último ya era odioso sin ayuda de ningún juguete.

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