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Paul Strathern - Wittgenstein en 90 minutos

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Paul Strathern Wittgenstein en 90 minutos
  • Libro:
    Wittgenstein en 90 minutos
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    ePubLibre
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    1998
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En un relato a la vez estimulante e informativo Paul Strathern ha entretejido - photo 1

En un relato a la vez estimulante e informativo, Paul Strathern ha entretejido en el texto las ideas principales de Wittgenstein, de manera que son comprensibles tanto por estudiantes de filosofía como por los que no lo son.

Ludwig Wittgenstein tuvo cuatro brillantes hermanos mayores que él, tres de los cuales habrían de suicidarse, un talismán al que Ludwig se aferró el resto de su vida. Destinado a ser el miembro útil de la familia, comenzó por estudiar aeronáutica en Manchester, pero los problemas matemáticos del estudio de las hélices le fascinaron tanto que, en 1911, viajó a Cambridge para discutirlos con Bertrand Russell. Allí y entonces abandonó la ingeniería y se decidió por un futuro en filosofía. Una introducción y un epílogo sitúan la obra de Wittgenstein dentro del panorama de la filosofía; también se ofrece una completa lista cronológica.

Finalmente, el autor destaca algunos de los argumentos clave con una selección de citas de las Investigaciones Filosóficas y del Tractatus Logico-Philosophicus.

Paul Strathern Wittgenstein en 90 minutos Filósofos en 90 minutos - 24 ePub - photo 2

Paul Strathern

Wittgenstein en 90 minutos

Filósofos en 90 minutos - 24

ePub r1.5

mandius 09.02.16

Título original: Wittgenstein in 90 minutes

Paul Strathern, 1998

Traducción: José A. Padilla Villate

Editor digital: mandius

ePub base r1.2

Introducción De creer a Wittgenstein él es el último filósofo Según él la - photo 3

Introducción

De creer a Wittgenstein, él es el último filósofo. Según él, la filosofía en el sentido tradicional —tal como había sido conocida en los veinticinco siglos transcurridos desde que comenzó entre los antiguos griegos— había concluido. Después de lo que él había hecho a la filosofía, ya no era posible continuar.

Resulta apropiado que la filosofía debiera finalizar por obra de su practicante más restringido. Ludwig Wittgenstein fue un lógico excepcional y su solución a los problemas de la filosofía consistió en reducirlos a la lógica. Todo lo demás quedaba excluido: metafísica, estética, ética y hasta la filosofía misma. Wittgenstein buscó la «solución final» a la filosofía, con el propósito de terminar con ella de una vez por todas. Lo intentó una vez, pero no resultó; así que lo intentó por segunda vez, ahora sí con éxito.

Vida y obras

Aparte quizá de Leibniz, Wittgenstein es el único gran filósofo que ha creado dos filosofías distintas. Si se considera que el objetivo de ambas era acabar con la filosofía, se puede estimar la envergadura de la perversa dedicación de este hombre.

Algo tendría que ver con esto Padre, obviamente. Conviene recordar que Wittgenstein creció en la misma ciudad donde Freud acababa de instalar el sofá más famoso del mundo. El padre de Wittgenstein era un tirano. Cuando el joven Ludwig aparece en escena, su padre era uno de los reyes sin corona de la industria europea (más poderoso incluso que Krupp) y ejercía una influencia dominante en la escena cultural vienesa (Brahms solía tocar en casa después de la cena y, en el mundo del arte, Karl Wittgenstein en persona fundó la Sezession vienesa). Karl Wittgenstein tenía una personalidad dominante, un intelecto de primera clase, una profunda comprensión de la cultura, rebosaba seguridad en sí mismo y podía ser enormemente seductor (era capaz de atraer los pajarillos a comer de su mano, siempre que no le apeteciera hacerles saltar por los aires de un disparo). El efecto sobre su familia fue catastrófico. El joven Ludwig tenía cuatro hermanos de más edad que él, la mayor parte de los cuales parecen haber sido brillantes, tensados hasta el límite, y homosexuales. Tres de ellos se suicidarían, una posibilidad a la que Ludwig se aferró como a un talismán durante toda su vida. El hermano que sobrevivió llegó a ser concertista de piano y, aunque le volaron la mano derecha en la primera guerra mundial, prosiguió después su carrera, encargando conciertos de piano para la mano izquierda, entre ellos el célebre de Ravel. No se consideró que fuera tan brillante como sus hermanos, ni siquiera el mejor pianista.

Ludwig Wittgenstein nació en Viena el 15 de abril de 1889 y fue criado en un palacio de la exclusiva Alleegasse (hoy Argentinierstrasse), que transcurre entre la Ringstrasse y la Südbahnhof; fue educado allí por tutores privados, en una atmósfera de extrema intensidad cultural (los hermanos suicidas del genio practicaban en el fastuoso piano hasta altas horas de la madrugada; una hermana encargaba su retrato a Klimt a la vez que arrinconaba los Gayas de la colección familiar porque «desentonaban»). A la edad de diez años Ludwig diseñó y construyó, sin ayuda de nadie, con alambre y trozos de madera, un modelo de máquina de coser que funcionaba; cuando contaba catorce años, era capaz de silbar movimientos enteros de varias conocidas sinfonías. Estas actividades parecen ser lo más próximo que llegó a lo que se entiende por juegos de un niño normal.

En 1903 dejó Wittgenstein por primera vez su casa para matricularse en la Realschule de Linz, donde estudió matemáticas y ciencias. Curiosamente, Hitler iba a esa escuela al mismo tiempo. Eran ambos de la misma edad y deberían haber estudiado en la misma clase. Wittgenstein se consideraba a sí mismo un estudiante mediocre, pero, sin embargo, fue ascendido al curso anterior al suyo; Hitler recuerda de sí mismo cómo brillaba entre sus estúpidos condiscípulos, pero según los informes escolares, se le mantuvo en un curso inferior al que le correspondía por edad. Resultó de esta manera que la mediocridad y el genio nunca se encontraron.

Después, Wittgenstein cursó dos años de ingeniería mecánica en la Technische Hochschule de Charlottenburg, en Berlín, que abandonó en 1908 para proseguir sus estudios en Inglaterra. Durante los tres años siguientes hizo investigación en aeronáutica en la Universidad de Manchester y realizó experimentos con cometas en la Estación para la Atmósfera Superior cerca de Glossop en el Derbyshire. En estos momentos no mostraba Wittgenstein ninguna señal de lo que habría de venir. No sabía nada de filosofía y sus colegas le tenían por bastante inteligente (por supuesto, no brillante). A la manera típica inglesa de la época, los compañeros de Wittgenstein tendían a mirarlo como a un excéntrico alemán. Se equivocaban, era un excéntrico austriaco, una rara especie también, sólo que todavía más peculiar. Wittgenstein era bien educado hasta lo puntilloso, pero capaz de caer en ataques de rabia tempestuosa cuando algo salía mal en sus experimentos. En sus relaciones con los otros transmitía un refinamiento cosmopolita vienés, pero sus colegas se dieron pronto cuenta de que no tenía ni idea de cómo comportarse socialmente con la gente normal (esto es, cualquiera que no fuera uno de los genios, magnates y estadistas que frecuentaban el Palacio Wittgenstein). Podía trabajar frenéticamente todo un día sin interrupción, para luego sumergirse toda la noche en un baño caliente, contemplando la idea del suicidio. Cierto domingo que quería ir a Blackpool con un compañero y perdieron el tren, sugirió que debían alquilar uno para ellos dos solos.

Wittgenstein se propuso diseñar una hélice, como parte de sus investigaciones. Los problemas que esto planteaba le condujeron a la teoría de las matemáticas. Esto parece haber liberado un impulso inconsciente en Wittgenstein de modo que, en un tiempo notablemente corto, su cerebro se concentró, asumiendo todo el poder de su intensa personalidad; la hélice y las matemáticas correspondientes quedaron pronto a un lado, mientras iba haciéndose preguntas cada vez más profundas, hasta que se encontró examinando los propios fundamentos de las matemáticas. Era como si su mente se hubiera encerrado en la necesidad de descubrir algún fundamento último de certeza en el mundo. Quizá no es accidental que por ese tiempo sus hermanos comenzaron a suicidarse y su padre enfermó de muerte con cáncer.

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