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Gregorio Doval - Breve historia de los cowboys

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Gregorio Doval Breve historia de los cowboys
  • Libro:
    Breve historia de los cowboys
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
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  • Año:
    2009
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Breve historia de los cowboys: resumen, descripción y anotación

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BIBLIOGRAFÍA

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DAVIS, William C. La Conquista del Oeste. Pioneros, colonos y vaqueros. 1800-1899. Libsa, 1994.

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ENSS, Chris. Tales behind the tombstones. The deaths and burials of the Old West’s most nefarious outlaws, notorious women, and celebrated lawmen. Guilford, Conneticut: Twodot Book, 2007.

FOOTE, Stella. Letters from «Buffalo Bill». Billings, Montana: Foote Pub., 1954.

RUTTER, Michael. Myths and mysteries of the Old West. Guilford, Conneticut: Twodot Book, 2005.

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STAMMEL, H. J. La gran aventura de los cowboys. Barcelona: Noguer, 1975

TRACHTMAN, Paul. The gunfighters. Alexandria, Virginia: Time-Life Books, 1974.

TRUE WEST MAGAZINE. True tales and amazing legends of the Old West. Nueva York: Clarkson Potter/Publishers, 2005

WILSON, R. Michael. Great train robberies of the Old West. Guilford, Conneticut: Twodot Book, 2007.

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TEXAS Y EL GANADO

Para los primeros tejanos, que no eran ganaderos sino cazadores de ganado, el cornilargo tejano era mucho más que un buey salvaje que se atrapa a lazo y que, a veces, se come. Para ellos poseía un significado universal, como el bisonte para el indio.

Steve Wilhelm, Cavalcade of Hoofs and Horns (1958).

LA LLEGADA DEL GANADO A TEXAS

Como es bien sabido, la cría de ganado ha sido y es una de las mayores industrias tejanas en los tres últimos siglos, desde la llegada de los europeos. Antes, el indio, en contraste con su extraordinario conocimiento del mundo vegetal y pese a su evidente dominio del cultivo de todo tipo de plantas, no había obtenido resultado notable alguno en el campo de la domesticación y cría de animales. Cuando los blancos desembarcaron en Norteamérica, los nativos solo habían domesticado al pavo y al perro, y a este, fundamentalmente, como animal de tiro, y a aquél por sus plumas, no por su carne.

Así siguió siendo hasta que en 1521 el marino español Gregorio de Villalobos, eludiendo una ley que prohibía el comercio de ganado en el dominio de Nueva España, partió de Santo Domingo con seis vacas y un toro y desembarcó en la colonia de Veracruz, en el actual México. Ese mismo año, el también español Francisco Vázquez de Coronado emprendió su expedición por el Sudoeste norteamericano en busca de las legendarias Siete Ciudades de Cibola acompañado de un pequeño rebaño de bueyes, corderos y cerdos, para su consumo durante el viaje. Según las crónicas, una terrible granizada les sorprendió por el camino e hizo que los animales huyeran despavoridos y se dispersaran. Aunque Coronado y sus hombres, tras una ardua labor, creyeron haberlos reunido de nuevo a todos, lo cierto es que, veinticinco años después, otros exploradores españoles se toparon con los descendientes salvajes de aquellos animales.

Hacia 1538, colonizadores al mando de Álvar Núñez Cabeza de Vaca llegaron hasta Texas y allí se asentaron, acompañados de sus rebaños y, en 1598, Juan de Oñate llevó unas 7000 cabezas de ganado bovino a Nuevo México. La sublevación en 1680 de los indios pueblo destruyó las misiones españolas de esta región y, con ellas, la incipiente ganadería en ellas establecida. No obstante, en 1689, Alonso de León se reinstaló cerca del río Nueces, en Texas, aunque enseguida los indios caddos le atacaron y dispersaron su ganado, que sería en última instancia el origen de los bueyes salvajes que pronto abundarían en la región.

Noventa años después, en 1770, la misión del Espíritu Santo, situada entre las ciudades de Guadalupe y San Antonio, poseía unas 40 000 reses vacunas, criadas en libertad en los abundantes y bien dotados prados circundantes. Los indios de la zona, especialmente los apaches lipanes, los cazaban en grandes cantidades; incluso, en número mayor del que necesitaban para su subsistencia y muchas veces como actividad lúdica, especialmente en el caso de las dóciles ovejas. Se cuenta el caso de la matanza de 20 000 ovejas que fueron conducidas en desbandada hacia un desfiladero y despeñadas, en técnica de caza similar a la que los indios aplicaban con los bisontes.

Para poner en marcha la primera actividad ganadera moderna no enfocada al autoabastecimiento, los españoles reclutaron como primeros vaqueros autóctonos a los aztecas sometidos en su día por Hernán Cortés y adiestrados por los misioneros. El indio resultó ser un pastor idóneo, muy austero y extremadamente fiel, que solo sometido a una situación de extrema necesidad recurría a matar para alimentarse a un animal del rebaño que cuidaba durante todo el año. Ya estos primeros pastores hubieron de sufrir numerosos ataques de los apaches, comanches o navajos, que, si podían, solían matarles antes de llevarse toda la manada. Aquellos primeros vaqueros, a juzgar por las crónicas, ya mostraban otros rasgos esenciales que también definirían después a su hijo, el vaquero mexicano, y a su nieto, el cowboy tejano; entre otros: una extrema habilidad en la doma y la monta de los potros salvajes que abundaban por la región y un no menor dominio de la cuerda y el lazo.

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A los primeros vaqueros indígenas se les sumó enseguida un buen número de mestizos de Nueva España, los ciboleros (de cíbola, «búfalo»), vestidos con chaqueta y pantalón de cuero, sombrero plano y desproporcionadas espuelas.

Poco después, a aquellos primeros vaqueros indígenas se les sumó un buen número de mestizos nativos de Nueva España, conocidos genéricamente como ciboleros (de cíbola, «búfalo»). Vestido con chaqueta y pantalón de cuero, sombrero plano y desproporcionadas espuelas, y armado con garrocha, arco y cuchillo, el cibolero venía precedido por su fama como cazador de bisontes y como domador y jinete de caballos mustangs. Por entonces, su único competidor en estas artes era el comanche, enemigo ancestral de españoles y luego de mexicanos, a los que saqueaba en busca de caballos y ganado.

EL NACIMIENTO DE LA GANADERÍA TEJANA

El surgimiento de la primera industria ganadera tejana data de la tercera década del siglo XVIII, cuando se soltó a algunas manadas en las praderas tributarias del río San Antonio destinadas a abastecer de carne a los misioneros, soldados y civiles asentados en el área delimitada por las ciudades de San Antonio y Goliad. Después, a medida que las misiones españolas fueron declinando, la cría de ganado pasó a manos privadas, entre las que destacaron algunos grandes rancheros como Tomás Sánchez de la Barrera (1709-1796), fundador de la ciudad de Laredo, Antonio Gil Ibarvo (1729-1809), «Padre del Este de Texas», y Martín de León (1765?-1833), fundador de la ciudad de Victoria.

En un primer momento, la industria ganadera tejana se centralizó en el sudeste de Texas y el sudoeste de Louisiana, desde donde se comenzó a enviar pequeñas manadas al mercado de Nueva Orleans. Después, el gobierno colonial español la impulsó asimismo en la franja costera, donde algunas haciendas se convirtieron en verdaderos estados feudales. Inmensas extensiones de terreno fueron concedidas a aquellos que, como Tomás Sánchez en Laredo, poseyeran caballos, reses y ovejas de cría y dispusieran de personal con que ocupar la tierra y atender esos menesteres. Por ejemplo, la concesión Los Cavazos, en San Juan de Carricitas, en el condado Cameron, comprendía 50 sitios (cada

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