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Ricardo Piglia - Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices

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Ricardo Piglia Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices
  • Libro:
    Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices
  • Autor:
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    ePubLibre
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    2016
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Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices: resumen, descripción y anotación

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Este segundo volumen de los tres que compondrán los diarios de Emilio Renzi, álter ego de Ricardo Piglia, recorre el periodo que va de 1968 a 1975. Si en el anterior asistíamos a la forja del escritor en ciernes, aquí se desarrolla su carrera en el mundo de las letras argentinas con la dirección de una revista, los trabajos editoriales, los artículos, los cursos y conferencias. La pasión, la obsesión por la literatura se materializa en ideas y esbozos para cuentos y novelas, lecturas, encuentros con escritores consagrados —Borges, Puig, Roa Bastos, Piñera…— y compañeros de generación, reflexiones sobre la escritura y sobre la obra de autores clásicos y novelistas policiacos, descubrimientos, búsquedas y deslumbramientos. Y también aparecen los viajes, la vida íntima y amorosa, y la Argentina de unos años convulsos: el fallecimiento de Perón, la emergencia de grupos guerrilleros, el golpe militar… En el texto que abre el libro a modo de prólogo, Renzi, acodado en la barra de un bar, conversa con el barman y confiesa: «Escribo un diario, y los diarios sólo obedecen a la progresión de los días, los meses y los años. No hay otra cosa que pueda definir un diario, no es el material autobiográfico, no es la confesión íntima, ni siquiera es el registro de la vida de una persona, lo define, sencillamente, que lo escrito se ordene por los días de la semana y los meses del año. Eso es todo. Uno puede escribir cualquier cosa (…), como es mi caso, una mezcla inesperada de detalles o encuentros con amigos o testimonios de acontecimientos vividos (…) esos descubrimientos, esas fugas, esos momentos confusos han sido, para mí, puntos de viraje, y sobre ellos construí la periodización de mi vida». Y así, este nuevo volumen de los diarios de Emilio Renzi sigue explorando las vivencias, las incertidumbres y las reflexiones literarias de un escritor y da forma, en palabras del autor, a «la novela de una vida».

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Ricardo Piglia 2016 Editor digital UnTalLucas ePub base r12 Este - photo 1

Ricardo Piglia, 2016

Editor digital: Un_Tal_Lucas

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Este segundo volumen de los tres que compondrán los diarios de Emilio Renzi - photo 2

Este segundo volumen de los tres que compondrán los diarios de Emilio Renzi, álter ego de Ricardo Piglia, recorre el periodo que va de 1968 a 1975. Si en el anterior asistíamos a la forja del escritor en ciernes, aquí se desarrolla su carrera en el mundo de las letras argentinas con la dirección de una revista, los trabajos editoriales, los artículos, los cursos y conferencias.

La pasión, la obsesión por la literatura se materializa en ideas y esbozos para cuentos y novelas, lecturas, encuentros con escritores consagrados —Borges, Puig, Roa Bastos, Piñera…— y compañeros de generación, reflexiones sobre la escritura y sobre la obra de autores clásicos y novelistas policiacos, descubrimientos, búsquedas y deslumbramientos.

Y también aparecen los viajes, la vida íntima y amorosa, y la Argentina de unos años convulsos: el fallecimiento de Perón, la emergencia de grupos guerrilleros, el golpe militar…

En el texto que abre el libro a modo de prólogo, Renzi, acodado en la barra de un bar, conversa con el barman y confiesa: «Escribo un diario, y los diarios sólo obedecen a la progresión de los días, los meses y los años. No hay otra cosa que pueda definir un diario, no es el material autobiográfico, no es la confesión íntima, ni siquiera es el registro de la vida de una persona, lo define, sencillamente, que lo escrito se ordene por los días de la semana y los meses del año. Eso es todo. Uno puede escribir cualquier cosa (…), como es mi caso, una mezcla inesperada de detalles o encuentros con amigos o testimonios de acontecimientos vividos (…) esos descubrimientos, esas fugas, esos momentos confusos han sido, para mí, puntos de viraje, y sobre ellos construí la periodización de mi vida». Y así, este nuevo volumen de los diarios de Emilio Renzi sigue explorando las vivencias, las incertidumbres y las reflexiones literarias de un escritor y da forma, en palabras del autor, a «la novela de una vida».

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Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices

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Un_Tal_Lucas 23.09.16

1. DIARIO 1968

31 de enero

Estoy de vuelta. Cuento historias del viaje a mis amigos y a Julia.

Un fin de mes con algunas novedades. Jorge Álvarez me ofrece dirigir una revista de crítica (en la línea de La Quinzaine) a cambio de cincuenta mil pesos mensuales. Esta propuesta hubiera sido mi felicidad hace tres años, me deja (como todo, salvo Julia en esta época) frío, distante. Tal vez sea necesario trabajar con los otros. Siempre se trabaja en el arte por los otros.

Serie A. Encuentro a Virgilio Piñera en el Hotel Habana Libre, le traigo una carta de Pepe Bianco, salgamos al jardín, me dice. Estoy lleno de micrófonos, están escuchando lo que digo. Era un hombre frágil y tenue. Nosotros sin conocerlo ya lo queríamos. Había sido amigo de Gombrowicz y lo había ayudado a traducir Ferdydurke, por eso lo admirábamos, y en sus notables cuentos se nota el toque de Gombrowicz. Qué peligro o qué mal podía suponer ese refinado artista para la revolución.

3 de febrero

Ella dijo: «Pero quién puede saber cómo nos hemos desatado, qué cosas han dejado los hombres después del primer encuentro».

Qué extrañeza frente al vacío de esta ventana que da a la calle, con todo por vivir ahora, al regreso, pero siempre desde afuera; también estos apuntes, su tono más que su estilo, a los que volveré cuando sea tarde, cuando sea el tiempo justo de las decisiones sin motivo. Un cuaderno de bitácora.

Serie E. En un cuaderno del 66 encuentro el registro de un film de Michael Powell (Peeping Tom), con un psicópata que quiere aprehender la realidad con la cámara y termina filmando su propia muerte. Me parece muy ligada a Blow-Up de Antonioni. La idea de la técnica cinematográfica como ojo mágico para captar la realidad personalmente, y lo mismo con la cámara de fotos. Un diario es también una máquina registradora de acontecimientos, de personas y de gestos. Vivir para ver, ésa sería la consigna.

4 de febrero

Dura reacción frente a un llamado familiar, lo que antes era infancia plácida, resguardada, ahora es la experiencia de una invasión. Prefiero no insistir sobre esto.

Miércoles 7 de febrero

Idas y venidas, movimiento de solidaridad. David Viñas y Germán García, cartas a Primera Plana. No entiendo esas respuestas. Después ayer, reportaje en Canal 11 de televisión: no se pueden cruzar las piernas, ni hablar de Vietnam. Después David en casa, otra propuesta: un artículo sobre literatura norteamericana para la revista del Centro Editor que David trata de publicar. Ese proyecto entorpece la revista de Jorge Álvarez.

Jueves 8

Ayer encuentros sucesivos: José Sazbón, Ramón Plaza, Manuel Puig, Andrés Rivera, Jorge Álvarez, Piri Lugones. ¿Por qué anoto esto? Porque he cambiado mis hábitos, ahora me instalo en el bar La Ópera y los amigos vienen a verme mientras yo permanezco en la misma mesa durante tres o cuatro horas o más. Larga charla con Puig, que me da a leer Boquitas pintadas, en la senda de su novela anterior pero profundizando la poética y buscando la emoción popular y la experimentación técnica. Siempre he admirado su oído para el lenguaje hablado, una rara sensibilidad para captar los tonos de cada personaje. Los procedimientos de la novela son muy originales: la forma del folletín supone pensar el corte en cada capítulo como el suspenso en la novela clásica. Otra vez una novela donde el narrador está ausente y sólo se nota en sus intervenciones objetivas y clínicas. Luego cena con el Quinteto de la Muerte. Piri callada y caprichosa por la presencia de Andrés Rivera, blando y galante con ella, mientras Jorge Álvarez me descubría a la vez su inteligencia (mayor de la que yo le otorgaba) y su viraje hacia posiciones políticas terceristas, afirmadas, como sucede, en datos que prueban el maquiavelismo y la eficacia de las grandes potencias (EE.UU. y la URSS), que juegan con el resto del mundo. De modo que se termina en el escepticismo absoluto porque cualquier cosa que uno haga está en los planes de las superpotencias. Junto a mí, Julia deslumbraba con la piel tostada, resurgiendo de una guayabera blanca que yo le había traído de Cuba, una trenza sobre el hombro y todos los atributos de su inquietante tentación por el Mal (con mayúsculas y subrayado).

Alguna vez tendré que ver mi continua y sucesiva capacidad para sostener conversaciones que me parecen siempre las mismas con interlocutores diferentes entre sí, pero todos próximos a mí, como si yo fuera el único que puede unirlos y hacerlos coincidir.

«Se trata de no dejar a los burgueses un solo instante de ilusión, ni de resignación. Hay que hacer la opresión real todavía más opresiva agregando la conciencia de la opresión y hacer la vergüenza todavía más vergonzosa dándole publicidad. Es necesario representar cada esfera de la sociedad burguesa como la parte más vergonzosa de la sociedad; hay que hacer bailar estas condiciones sociales petrificadas haciéndoles escuchar su propia melodía», Karl Marx.

Viernes 9 de febrero

En la literatura se sabe lo que no se quiere hacer, porque lo que sí se quiere hacer no siempre resulta logrado al escribir. En cambio, la negatividad nos permite escribir desechando todo lo que no nos interesa. El empuje de la moda (Cortázar), que empantana a mis contemporáneos (Néstor Sánchez, el tono de la novela que escribe Castillo, Gudiño Kieffer, Aníbal Ford, etc)., nunca me sacará de mis proyectos. Sé que eso no lo quiero hacer, y ahí se define ya una poética. Esto no quiere decir adoptar normas rígidas de defensa (a la manera de David Viñas), que dejan afuera a todos los escritores argentinos de todas las épocas, sino tener una actitud que consiste en pensar que no hay un solo modo de hacer literatura (y aquí es de Borges de quien hay que separarse y de sus convicciones literarias, que se contagian y se repiten sin análisis, tipo «Chesterton es mejor que Marcel Proust»). Así, un escritor que puede descubrir el perfil personal de

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