Para Ellen Stein, editora extraordinaria …
y maravillosa amiga
–L.F.
Para Addison
–T.S.
por Laurie Friedman
ilustraciones de Tamara Schmitz
ediciones Lerner • MINNEAPOLIS
Me llamo Mallory McDonald (como el restaurante pero nada que ver). Tengo ocho años y casi nueve meses. Hasta hace dos meses mi vida era perfecta. Nunca antes me había pasado nada espantoso.
Hasta que mis papás me obligaron a mudarme a un pueblo nuevo. Tuve que acostumbrarme a una nueva casa, a un nuevo cuarto y, lo peor de todo, a una nueva mejor amiga. Fue muy, muy, muy duro.
Ahora mis papás quieren que inicie el tercer año en una nueva escuela. Y adivinen qué, quieren que lleve conmigo…¡A MI MAMÁ!
Cuando supe que sería la nueva maestra de música en la Primaria Los Helechos, me dio eso que papá llama un Patatús Fundido a la Mallory (suena a helado con chocolate, pero, créanme, ¡no lo es!).
“¡Mamá no puede ir a la escuela conmigo! —aullé— ¡Los niños llevan a la escuela cuadernos y lápices y reglas y gomas, pero no llevan a su mamá!”
Mamá me miró con toda calma. “Algunos sí.”
“¡Pero yo no quiero ser uno de ésos! —dije dando patadas en el suelo y sacudiendo la cabeza— Ya es bastante difícil ser la niña nueva. ¡No quiero ser la niña nueva que llega con su mamá!”
Mamá sólo me miró y meneó la cabeza.
“¡Por favor! —supliqué— ¿No podemos discutirlo al menos?”
“Mallory —dijo mamá—, no hay nada que discutir. El lunes en la mañana tú y yo iremos a la Primaria Los Helechos… ¡JUNTAS!”
Fue entonces cuando tuve un sentimiento de…un sentimiento de llevar a mamá a la escuela conmigo no parece la mejor manera de empezar el tercer año.
Estoy perdida. Acabada. Frita. Y todavía ni siquiera empiezan las clases.
Alguien se sienta en mi cama y me soba la espalda. “Adivina quién” —dice una voz.
Aunque estoy cubierta de cobijas, no tengo que adivinar. Sé que es mamá.
Me hace cosquillas en la espalda. “Buenos y felices días, dormilona. Las vacaciones de verano oficialmente se acabaron.” Y me susurra al oído: “Te tengo una sorpresa de regreso a clases: hotcakes con chips de chocolate: ¡tus preferidos!”
Mamá siempre me tiene una sorpresa el primer día de clases. Creo que piensa que eso es lo que se necesita para que regrese con entusiasmo a la escuela. Generalmente estoy emocionada, pero hoy es diferente.
“Yo también te tengo una sorpresa” —le digo. Saco la mano de las cobijas y le paso una hoja de papel. “Léela” —le digo.
Se queda en silencio un instante, luego se aclara la garganta y empieza a leer.
10 razones por las cuales yo, Mallory McDonald, no puedo ir hoy a la escuela
RAZÓN #1: Hay muchos gérmenes en la escuela y podría enfermarme.
RAZÓN #2: El bebedero podría explotar y me mojaría.
RAZÓN #3: Un enorme gordo, perverso y feo de quinto podría aplastarme el dedo del pie.
RAZÓN #4: Podría envenenarme si tomo mi lunch en la cafetería.
RAZÓN #5: Podría nevar, y entonces de todos modos la escuela estaría cerrada.
RAZÓN #6: Max preferiría que me quedara en casa, al igual que Conqueso, que si no se sentirá muy, muy, muy solo.
RAZÓN #7: Alguien debe quedarse en casa por si traen algún paquete.
RAZÓN #8: Si me quedo en casa, rastrillaré el césped del frente. (¡Lo prometo!)
RAZÓN #9: Como soy bastante lista, es probable que no necesite cursar el tercer año.
RAZÓN #10: Y aunque necesite, prefiero cursarlo en casa.
Mamá suspira. “Mallory, asistir a una escuela nueva da susto. Sé que no te gusta que vaya contigo, pero si nos das una oportunidad verás que todo saldrá bien.”
Me soba la espalda por encima de las cobijas. “Te acostumbrarás a la nueva escuela y cuando menos pienses ya habrás olvidado la otra.”
“¡BRRNNNNK!” Hago un sonido como el timbre que suena cuando en un concurso de TV la persona que está en el estrado se equivoca al contestar. “¡Nunca olvidaré la otra escuela!”
Ni a mi mejor amiga de antes, Mariana. Este año le toca la señora Toledo, la maestra de tercero más simpática del planeta. Tiene un frasco con caramelos sobre su escritorio con una nota que dice: “Toma uno si tienes un mal día.”
Mariana y yo habíamos estado esperando desde el kínder para que nos tocara, y ahora a Mariana ya le tocó…y a mí no. ¡No es justo! Me envuelvo en mi manta.
Mamá trata de jalarme las cobijas. “Vamos, Mallory, las dos tenemos que ir a la escuela. ¿Qué te parece si empezamos bien el año llegando a tiempo el primer día?”
Pero no tengo más que una sola cosa que decir: “¡NO IRÉ HOY A LA ESCUELA!”
Mamá deja de jalar las cobijas. “Camotito, estoy segura de que con la señora Díaz como maestra hoy será un buen día —y ahoga la risa—. En realidad, creo que con la señora Díaz pasarán cosas buenas todos los días. ¿Captaste?”
Sí capté el chiste. Y los chistes me encantan, pero últimamente no he estado de humor. Sigo sin moverme.
“Vamos —dice Mamá—. Joey estará en la misma clase. Ésa es otra buena cosa.”
Me alegro de que Joey esté en mi clase. Nos hemos divertido mucho desde que me mudé al lado de su casa. Pero me gustaría que estuviera en la misma clase en la otra escuela… no en una nueva escuela.
Mamá me da palmaditas en la cabeza cubierta. “Cinco minutos —dice con su voz de estoy hablando en serio—. No quiero que tu sorpresa de regreso a clases se enfríe.”
“Está bien, está bien” —refunfuño. Salto de la cama, me meto al baño y cuando me miro al espejo me llevo otra sorpresa.
¡Esta sorpresa es morada y con brillitos y la tengo en toda la cara!
Me froto los ojos y pongo la cara junto al espejo para mirar más de cerca. ¿Tengo viruelas? No… ¡TENGO VIRUELAS MORADAS CON BRILLITOS! Me toco la frente para ver si no tengo calentura. Y es entonces cuando veo el problema: ¡mis uñas!
Me las pinté anoche con el barniz morado con brillitos que me regaló Mariana. Hay barniz por todos lados menos en mis uñas. Debo de haberme quedado dormida sobre mis uñas antes que se secaran. ¡No puedo ir así a la escuela!
Subo rápidamente las escaleras al baño de mamá por el removedor de barniz. Saco frascos y botellas de su gabinete hasta encontrar la que busco, ¡pero está vacía!
¿Qué voy a hacer?
Intento quitarme la viruela de brillitos morados frotando, tallando, incluso pongo la cara en el lavabo e intento remojar mi viruela de brillitos morados.
Página siguiente