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Juan Ignacio Siles del Valle - Los últimos días del Che: Que el sueño era tan grande

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Juan Ignacio Siles del Valle Los últimos días del Che: Que el sueño era tan grande
  • Libro:
    Los últimos días del Che: Que el sueño era tan grande
  • Autor:
  • Editor:
    Penguin Random House Grupo Editorial España
  • Genre:
  • Año:
    2012
  • Índice:
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Los últimos días del Che: Que el sueño era tan grande: resumen, descripción y anotación

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Mucho se ha escrito sobre la trayectoria, vida y mito de Ernesto Che Guevara. Sin embargo, son escasos los trabajos de investigación histórica que permiten conocer de primera mano -gracias a un pormenorizado estudio de documentación inédita, fuentes orales y expedientes- la aventura del Che en Bolivia, el periplo que le costó la vida al «guerrillero heroico» un ya lejano octubre de 1967. Juan Ignacio Siles, profesor y especialista en guerrilla latinoamericana, ha tenido acceso a numerosos diarios de guerrilleros, escuchado a los campesinos que le conocieron, recuperado informes de la policía y el ejército que par ticipó en la captura, y analizado con detalle el Diario de Bolivia del Che con el fin de escribir un texto brillante y preciso, poético y analítico, donde la información se cruza con la tragedia, el dato con el sentimiento y la verdad con la pasión narrativa. Escrito con el brío de las mejores novelas de acción, este texto posibilita una lectura coral y poética de unos de los momentos estelares de la guerrilla latinoamericana. Paisaje con figuras, evocación histórica, política y literaria, esta obra retrata con detalle la pasión y muerte de uno de los iconos del siglo XX.

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Los últimos días del Che
Juan Ignacio Siles del Valle

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Índice

A Sonia,
a nuestra Manuela

Advertencia del autor Este libro ha sido concebido a partir de hechos concretos - photo 3
Advertencia del autor

Este libro ha sido concebido a partir de hechos concretos ocurridos durante la guerrilla de Ñacahuasu. Ninguna coincidencia con la realidad es por lo tanto casual. Los innumerables diarios de campaña y testimonios, ensayos historiográficos, biografías y narraciones, entrevistas, documentos, periódicos, novelas y cuentos, películas y documentales surgidos en torno a ese episodio han sido la principal fuente de información para la redacción de este texto. No pretendo aquí, sin embargo, establecer una insostenible verdad histórica sobre esos hechos sino, más bien, recrear y ficcionalizar, en contrapunto, las voces más íntimas y trágicas de algunos de sus protagonistas.

Vallegrande, 13 de octubre, 1967

Ernesto

¿Qué fue de mis manos? ¿Qué de mis huesos? La carne todavía caliente, ¿dónde está? ¿En qué lugar abandonaron mis entrañas? ¿Dónde fue que enterraron mis ojos? ¿Dónde? Pájaro se hizo mi voz. El asma, ¿en qué senda quedó? ¿Quién tendrá mi fusil? ¿Quién las abarcas que me hizo el Ñato? Mi pipa se la di a un soldado. ¿Dónde están las balas que me clavaron? Una a una, las hojas de mis diarios, ¿quién las guarda? ¿Y la mochila, quién? Y al final, ¿qué fue de nuestros sueños? ¿Fueron sino devaneos? De la revolución, ¿qué será?

La Higuera, 10 de octubre, 1967

A mí me dieron un reloj que sacaron de la bolsa del Che y él me dijo que se lo guarde y estoy seguro que era de él porque es un Rolex asegura que él lo rescató de unos soldados y se lo devolvió al comandante y que el Che para diferenciarlo del que era del Tuma le hizo una cruz en la parte de atrás con un cuchillo y le pidió se lo envíe a su mujer, pero sucede que el mío también tiene cruz y ahorita nadie entiende nada porque el cabrón ese de la CIA que andaba fotografiando las libretas del Che dice que él tiene el verdadero y que no hay quién se lo niegue, porque finalmente él es cubano de los buenos y debe entregárselo al presidente norteamericano, tal vez pero yo estoy seguro que el real es el mío, a mí me lo confirmó el Che cuando volvimos de la quebrada y me pidió que se lo mande a sus hijos, pero no sé qué hacer desde que ahora está muerto y se olvidó de dármelo la dirección en Cuba.

Tarata, 19 de diciembre, 1966

Pedro

–Era mejor que no les contaras nada –me dijo mi hermana menor al volver de la cocina con una canasta llena de frutas de la huerta.

Comencé, pues, a pensar que tal vez tenía razón. Mi madre se había levantado de la mesa, apartando el plato de sopa que acababa de servirse. No quiso decir nada. Mi padre me miró firmemente, cubriéndose después la cara con las manos, como queriendo negar lo que había venido a anunciarles.

–Hace tanto tiempo que no venías –se limitó a comentar, apartando también él la comida y buscando en los ojos de Gabriela una respuesta que él solo no podía encontrar.

–¿Y cuándo te irás? –preguntó ella, tratando de disminuir un poco la tensión que yo había producido.

–No lo sé, la próxima semana, creo –le respondí, metiéndome la cuchara en la boca. Mi padre se puso a jugar con la suya, introduciéndola una y otra vez en el plato sin probar bocado.

–Es una decisión tomada –proseguí, tratando de impedir que empezara una discusión que me hiciera las cosas aún más difíciles.

–¿Quiénes se van contigo?, ¿tus amigos del partido? –preguntó Gabriela un poco mecánicamente.

–No puedo decírtelo. Es preferible que no sepas nada que luego pueda comprometerte –repliqué.

–¿Y adónde van? –volvió a preguntar.

–No insistas, por favor –contesté, tratando de no ser demasiado distante. Mi padre se mantenía cabizbajo, con la mirada perdida. Gabriela le tomó una mano, pero él la soltó, echando para atrás su silla, y marchándose de la mesa, en busca de mi madre que se había ido a regar sus plantas en el patio de la casa.

–Es mejor que te vayas sin despedirte –señaló mi hermana, sentándose a mi lado, en el sillón que daba a la ventana desde la que se veía el viejo patio de nuestros juegos infantiles–. ¿Cómo esperabas que reaccionaran?

–No sé; sólo vine a despedirme.

–Tú sabes que siempre han estado contigo, siempre se han solidarizado con tus anhelos. Pero ahora es diferente.

–¿Por qué habría de serlo?

–Porque están seguros de que esta vez no volverás.

–¿Tú qué sabes?

–Es fácil comprenderlo.

–Todo saldrá bien, ya lo verás.

–Y mientras tanto, ¿qué haremos sin ti? Podrías al menos dejarnos unos pesos.

–¿Es eso lo que te preocupa?

–Pues sí; sin tu ayuda y la de Filomena no alcanza para nada.

–No hay ninguna cosa que yo pueda hacer.

–Entonces, ¡qué mierda!, podías haberte ahorrado el viaje hasta aquí.

–Eres muy dura; parece que no comprendes lo que estamos haciendo.

–Claro que sí; tus ideales son siempre lo más importante. El resto que se las arregle como pueda. Al final, las que cargamos con todo siempre son tus hermanas. Nunca estás cuando más te necesitamos.

–Es mi vida, finalmente –le contesté, bastante irritado.

–Es inútil seguir discutiendo –observó ella.

Los viejos estaban allá afuera, tomados de la mano.

–Andate ya, yo me ocuparé de ellos –me dijo sin rencor–. Que Dios te proteja –concluyó. Me apretó los dedos entre los suyos, y se fue en busca de mis padres.

Me quedé solo todavía por unos minutos, tomé un puñado de tostado de trigo de la mesa, me acerqué nuevamente a la ventana y me despedí mentalmente, sin hacer ruido, con un tremendo nudo en la garganta.

Ñacahuasu, 31 de diciembre, 1966

Loro

Hoy llegó finalmente Monje, el secretario general del Partido Comunista Boliviano, para definir con el viejo el papel que nos corresponderá en la guerrilla. Pedro vino con él.

El 19 de diciembre aparecieron dos cubanos más que estaban rezagados: Antonio y el Rubio.

El 12 nos reunimos todos para fijar ciertas normas de disciplina y para determinar las funciones que le tocarían a cada uno. Marcos fue nombrado responsable de la vanguardia; Joaquín quedó a cargo de la retaguardia y como segundo al mando después del viejo, un uruguayo calvo y canoso llamado Adolfo Mena.

Alejandro, Pombo, Inti, Morogoro y el Ñato se harán cargo de distintas responsabilidades: operaciones, finanzas, servicios, enfermería y armamento. Rolando y el Inti serán los comisarios. Todos tendremos turnos de guardia y de carga, aunque por ahora a los bolis nos tocó lo más duro.

El 11 regresaron Coco y Ricardo, con más refuerzos: Alejandro, Arturo –el hermano de Ricardo–, el Moro, que es médico, y Benigno, además de otros tres compañeros nuestros: el Ñato, el Camba y Carlos. Ricardo había tenido a su cargo la preparación de la guerrilla antes de que llegara el viejo.

El 7 apareció sorpresivamente Lucas. Nadie esperaba su ingreso a la guerrilla.

El 2 llegó el Chino para charlar con Mena sobre las posibilidades de ampliar la guerrilla hacia el Perú. Quedaron en que el Chino volvería más tarde con cinco refuerzos peruanos. Esto nos disgustó un poco a los bolivianos, que comenzamos a sentirnos en franca minoría.

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