A todos aquellos que apoyaron este proyecto desde sus inicios y nos permitieron soñar aún más alto: Kaesar, Joseba B., Luis Alfonso, Andoni, Joseba S., Lola, Luisa María, Nacho, Ricardo, José Manuel, Pedro, Luis y resto de amigos de la tertulia de ciencia ficción de Bilbao (TerBi). Muchas, muchas gracias.
Y a todos los escritores, traductores, artistas, colaboradores y demás amigos que nos han acompañado en esta larga travesía ofreciendo lo mejor de sí mismos. Os vamos a seguir necesitando, ojalá que durante mucho tiempo.
Ocho autores internacionales demuestran que la ciencia ficción no ha perdido su garra ni su capacidad especulativa, y que es la narrativa que más y mejor trata de las preocupaciones, desafíos y problemas que afectan a nuestra sociedad actual. Desde la extrapolación y la metáfora del futuro, analizan y diseccionan una realidad en continuo cambio.
Selección de Mariano Villareal y Luis Pestarini
Terra Nova
Vol. 1
Antología de ciencia ficción contemporánea
ePub r1.0
Banshee17.03.14
Ken Liu por «El zoo de papel», 2011
Lola Robles por «Deirdre», 2012
Erick J. Mota por «Recuerdos de un país zombi», 2012
Víctor Conde por «Enciende una vela solitaria», 2012
Juanfran Jiménez por «Cuerpos», 2012
Ian Watson por «Un día sin papá», 1997
Teresa P. Mira de Echeverría por «Memoria», 2012
Ted Chiang por «El ciclo de vida de los objetos de software», 2010
Traducción: Manuel de los Reyes («El ciclo vital de los objetos de software»), Claudia de Bella («El zoo de papel») & Ana Díaz Eiriz («Un día sin papá»)
Diseño de portada: Ángel Benito Gastañaga
Editor digital: Banshee
ePub base r1.0
I
Se llama Ana Alvarado, y está teniendo un mal día. Llevaba toda la semana preparándose para una entrevista de trabajo, la primera en varios meses que llegaba a la etapa de la videoconferencia, pero el rostro del reclutador apenas acababa de materializarse en la pantalla cuando le informó de que la empresa había decidido contratar a otra persona. De modo que ahora está sentada delante del ordenador, vestida con su mejor traje para nada. Sin demasiado entusiasmo, sus intentos por sondear unas cuantas empresas más se saldan de inmediato con otras tantas cartas de rechazo automáticas. Transcurrida una hora, Ana decide que necesita distraerse: abre una ventana de Próxima Dimensión para jugar al que es su pasatiempo predilecto en la actualidad, la Edad del Iridio.
La cabeza de playa está abarrotada, pero su avatar lleva puesta la codiciada armadura de combate de madreperla, por lo que no pasa mucho tiempo antes de que algunos jugadores le pregunten si quiere unirse a su pelotón. Atraviesan la zona de combate, neblinosa a causa del humo de los vehículos incendiados, y durante una hora se dedican a limpiar una fortaleza de mántides; es la misión perfecta para el estado de ánimo de Ana, lo bastante fácil para permitirle confiar en la victoria, pero con la dosis justa de desafío para que la experiencia resulte satisfactoria. Sus compañeros de equipo se disponen a aceptar otra misión cuando una ventana de telefonía se abre en la esquina del monitor de vídeo de Ana. Se trata de una alerta de voz de su amiga Robyn, de modo que Ana cambia el estado del micrófono para aceptar la llamada.
—Hola, Robyn.
—Hola, Ana. ¿Cómo va eso?
—Te daré una pista: ahora mismo estoy jugando a EdI.
Robyn sonríe.
—¿Una mañana complicada?
—Por así decirlo. —Ana le cuenta lo de la entrevista cancelada.
—Bueno, las noticias que traigo quizá te levanten el ánimo. ¿Podrías reunirte conmigo en Tierra de Datos?
—Claro, dame un momento para que salga del juego.
—Te espero en mi casa.
—Vale, hasta ahora.
Ana se despide del pelotón y cierra la ventana de Próxima Dimensión. Cuando accede a su cuenta de Tierra de Datos, la ventana se centra en la última ubicación que había visitado, una discoteca excavada en la gigantesca cara de un acantilado. Aunque Tierra de Datos cuenta con sus propios continentes de juego (Elderthorn, Orbis Tertius), éstos no son del estilo de Ana, motivo por el cual pasa más tiempo aquí, en los continentes sociales. Su avatar todavía conserva la ropa de fiesta de su última visita; se pone un atuendo más convencional y abre un portal al domicilio de Robyn. Un paso al frente y aparece en la sala de estar virtual de Robyn, en un aerostato que flota sobre una catarata semicircular de mil quinientos metros de diámetro.
Sus avatares se encogen de hombros.
—Bueno, ¿qué hay de nuevo? —dice Ana.
—Que Blue Gamma vuelve a contratar —es la respuesta de Robyn—. Acabamos de recibir una inyección de fondos, así que estamos cubriendo vacantes. Les he enseñado tu currículo a unas cuantas personas, y todo el mundo se muere de ganas de conocerte.
—¿A mí? No será por mi inmensa experiencia. —Hace poco que Ana ha completado el programa que la acredita como evaluadora de software. Una de las clases de introducción corría a cargo de Robyn, y así fue cómo se conocieron.
—Precisamente por eso, la verdad sea dicha. Es tu último trabajo lo que suscita tanto interés.
Ana se había pasado seis años empleada en un zoológico; la clausura del mismo era el único motivo de que hubiese retomado los estudios.
—Ya sé que los primeros compases de cualquier aventura empresarial son un poco caóticos, pero me apuesto lo que sea a que no necesitáis ninguna cuidadora de animales.
—Espera a ver lo que nos traemos entre manos —responde Robyn, con una risita—. Me dijeron que podía dejarte echar un vistazo, acuerdo de confidencialidad mediante.
Esto es algo gordo; hasta ahora, Robyn no había podido desvelar el menor detalle de su labor en Blue Gamma. Ana firma el acuerdo y Robyn abre un portal.
—Tenemos una isla privada. Ven, vamos a echar un vistazo. —Sus avatares trasponen el umbral.
Ana medio se espera encontrarse con un paisaje fantástico cuando se actualice la ventana, pero en vez de eso su avatar aparece en lo que a primera vista parece ser una guardería. Tras fijarse mejor, da la impresión de tratarse de una escena que se hubiera escapado de algún libro infantil: un pequeño cachorro de tigre antropomórfico ensarta cuentas de colores en un entramado de alambres; un oso panda examina un coche de juguete; una pelota de gomaespuma rueda empujada por la versión caricaturizada de un chimpancé.
Las anotaciones superpuestas en la pantalla los identifican como digientes, organismos digitales que viven en hábitats como Tierra de Datos, aunque Ana nunca ha visto nada igual. Éstas no son las mascotas idealizadas que se venden a aquellas personas incapaces de comprometerse con un animal de verdad; carecen de su belleza fotográfica, y sus movimientos son demasiado torpes. Tampoco se parecen a los habitantes de los biomedios de Tierra de Datos: Ana ha visitado el archipiélago de Pangea, ha visto los canguros esciápodos y las serpientes bidireccionales evolucionadas en sus distintos invernaderos, y es evidente que estos digientes no son oriundos de allí.
—¿Esto es lo que hace Blue Gamma? ¿Digientes?
—Sí, pero no unos digientes cualquiera. Fíjate. —El avatar de Robyn se acerca al chimpancé que está jugando con la pelota y se acuclilla delante de él—. Hola, Pongo. ¿Qué haces?