Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña
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Presidente de la Fundación Marqués de Oliva
Nacido en Madrid en 1973, es empresario, inversor privado y autor especializado en el sector de nuevas tecnologías. Es presidente de la Fundación Marqués de Oliva. Además, es vicepresidente de la AIEI (Asociación de Inversores y Emprendedores de Internet), consejero delegado de Ocio Networks, Grupo Publispain y Lazer Rede de blogs en Brasil.
Entre otras distinciones ha sido distinguido con la Encomienda de número del Mérito Civil. Colabora habitualmente con el programa La Linterna de la Cadena Cope y con Cuarto Milenio (Cuatro).
Es autor de cuatro libros: Ha llegado la hora de montar tu empresa (Deusto, 2011), Desnudando a Google (Deusto, 2012), Sí, puedes (Alienta, 2013), y El Quinto Elemento (Deusto, 2015) que han sido traducidos a numerosos idiomas.
Cimientos para un puente por construir
Al plantear la elaboración de este libro, desde la Fundación teníamos el objetivo prioritario de generar un espacio de encuentro sobre el que establecer un debate y, finalmente, un consenso sobre los retos que tenemos por delante en los próximos años. Unos retos que no solo deben afrontar la empresa, la sociedad o el Estado; se trata de retos que nos van a interpelar como país, a todos. De la respuesta que seamos capaces de dar todos juntos va a depender que a ese futuro próximo ingresemos con más fortalezas que debilidades.
Hace años, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman lanzó un concepto muy aplaudido en las ciencias sociales y con el que pretendía explicar una realidad marcada por la incertidumbre, por los rápidos cambios y, en cierto modo, por su carácter escurridizo, casi inasible, en contraposición a una realidad ya superada de estructuras lentas, estables y predecibles. A esa realidad, la etiquetó como modernidad líquida en una imagen que nos lleva directamente al río de Heráclito: aquel que jamás podremos cruzar dos veces porque nunca será el mismo río.
Es en esa realidad globalizada y cambiante en la que la empresa española debe competir y, para ello, necesita de todas las herramientas necesarias para hacerlo de manera eficiente. Innovación, internacionalización, captación de talento y un entorno favorable al desarrollo de las empresas se convierten así en los grandes retos que las empresas y la sociedad ya están afrontando, y continuarán haciéndolo en un horizonte próximo como es el de 2020.
Innovación: motor de desarrollo
Suele decir el sociólogo Manuel Castells, el más citado del mundo en los campos de la comunicación y la sociedad de la información, que la innovación es el motor del desarrollo humano. Algo así se puede decir también para las empresas: la innovación en estos momentos no es ya una opción o un medio para conseguir un objetivo, sino que la transformación digital y el avance cada vez más veloz de la tecnología han convertido la innovación en parte central de la propia estrategia de las compañías.
La transformación digital y la entrada en escena de avances como el big data o el internet de las cosas están cambiando la forma de trabajar en el interior de las empresas y están provocando cambios profundos en la manera en la que las compañías se relacionan con sus usuarios y clientes, y el conocimiento que una organización puede tener de ellos. No se trata de una evolución más, se trata de una revolución que no solo está provocando cambios importantes en la sociedad, sino que ha acelerado exponencialmente esos avances en relación con hace apenas unos años.
En este aspecto, el margen de mejora es aún muy grande. El Índice de la Economía y la Sociedad Digital (DESI), que publica cada año la Comisión Europea, sitúa a España en el puesto 15 de los 28 países miembros, dos puestos más arriba que en 2015, pero aún muy por debajo de la capacidad de nuestro país por el volumen de su economía. Dicho esto, una de las asignaturas pendientes la tenemos en la empresa: la inmensa mayoría del tejido empresarial español está compuesto por pequeñas empresas, en muchos casos micropymes que, si bien se están adaptando al mundo digital, aún tienen que dar el paso para liderar esa transformación tecnológica.
Un ejemplo muy ilustrativo lo encontramos en el estudio «Global Entrepreneurship Monitor (GEM)», que hace una radiografía del emprendimiento en un total de sesenta economías de todo el mundo. Según este estudio y según datos de 2015, hasta un 65 por ciento de los proyectos emprendedores de nuestro país no tiene orientación innovadora. Es una cifra muy superior a la media de aquellas economías consideradas de innovación, donde las iniciativas emprendedoras que no innovan son apenas el 50 por ciento. En este apartado, España estaría por debajo de países como Hungría, Macedonia, Vietnam o Perú.
Internacionalización: revolución permanente
Si la innovación es una de las claves fundamentales para mejorar en competitividad, otra es, sin duda, la internacionalización. En un mundo cada vez más globalizado, lanzarse a los mercados internacionales ya no es, simplemente, una salida coyuntural provocada por la crisis económica de 2008, sino que es una condición necesaria para crecer y poder sobrevivir.
Si bien muchas empresas se vieron obligadas a hacer las maletas y lanzarse a la búsqueda de otros mercados para compensar las restricciones del mercado interno a partir de 2008 (lo que ha situado las exportaciones de bienes y servicios por encima del 32 por ciento del PIB y ha reducido el déficit de la balanza comercial), la apuesta por la internacionalización es aún pequeña y un porcentaje pequeño de las empresas españolas vende en el exterior: en torno a un 5 por ciento, según los datos del ICEX.
Por un lado, es necesario que las compañías interioricen ese cambio de paradigma y entiendan que no vale con refugiarse en mercados locales, sino que es necesario salir fuera de España; sin embargo, no hay que olvidar que las pequeñas y medianas empresas (el 99 por ciento de las compañías de este país) necesitan el apoyo y las herramientas suficientes para que puedan lanzarse a este proceso con unas mínimas garantías.