¿Cuánto debes esperar para tener sexo?: una novela
Monique Sorgen
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Traducido por Tania Sofía Bernal Velasco
“¿Cuánto debes esperar para tener sexo?: una novela”
Escrito por Monique Sorgen
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Traducido por Tania Sofía Bernal Velasco
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Tabla de Contenidos
Capítulo 1
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“¡A aaah!”. Me despierto con un resuello. ¿De verdad me está pasando esto? ¿En serio hoy es mi último día de mis 29? ¿Mi último día de los veinte y punto final? Sí. Hoy a media noche tendré 30, esté o no lista. ¿¡Qué voy a hacer con mi vida!?
Bien, veamos. Tengo una buena carrera. Amo lo que hago. Mi jefe es un poco extraño, pero aunque se le conoce por correr a la gente por razones muy impredecibles, me ha permitido quedarme con la compañía durante casi ya seis años. Creo que es porque sabe que puedo resolver lo que sea. Además, soy publicista, así que de alguna manera es mi trabajo. Está bien, así que soy buena en mi trabajo, es algo que debe alegrarme. Aunque si puedo resolver lo que sea, ¿cómo me permití llegar a los 29 años y 364 días sin conocer al amor de mi vida? De verdad pensé que me habría hecho cargo de eso para cuando llegara a los 30. Y, sí, claro, no tenemos que estar ya casados, pero me puse una estricta fecha límite personal para al menos haberlo conocido para estas alturas. Nunca antes he dejado pasar una fecha límite. Así que, ¿qué fue lo que sucedió aquí?
Bueno, mirando en retrospectiva mi historial de citas, supongo que besé a algunos chicos, perdí mi virginidad, salí con algunos, me rompieron el corazón, salí con algunos hombres, no eran los indicados para mí, me sumergí en mi trabajo, salí adelante en mi carrera, me divertí siendo casual y no preocupándome por el futuro, trabajé duro, me hice la difícil, hice dinero, disfruté de mi juventud y mi libertad y después, me desperté hoy, el día en que cumplo 30, sin un solo prospecto a la vista.
Supongo que me sorprendió. De todas maneras, ésta es la primera vez que me he permitido no satisfacer una meta autoimpuesta de cumplir con una fecha límite arbitraria. Con esto establezco un terrible precedente. Lo siguiente será que se me pasarán todas mis fechas límite. Digo, ¿por qué no dejarlas pasar después de esto? Si se te pasa una, la presión de mantener un récord perfecto como que desaparece. Tu récord ya queda manchado.
Esperen un minuto. Soy publicista; se supone que puedo solucionar cualquier problema... Yo puedo solucionar cualquier problema - ¡es mi área de experiencia primordial! Esto no ha terminado. Aún no tengo 30. Me quedan 17 horas, ¡y voy a solucionar esto!
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A ntes que nada, ¡hoy me veré despampanante! Es lo menos que puedo hacer por mí misma con respecto a esto, mi último día de juventud oficial. Bien, si somos honestos, cuando digo “despampanante”, no me refiero a despampanante tipo “modelo de pasarela de casi 2 metros vestida con la última línea de Gucci”, me refiero a despampanante tipo “yo”, que en realidad es un poco más sutil que cualquier cosa de esas. Respecto a la apariencia, sólo mido 1.62 y soy más como una chica ordinaria. Soy bonita, supongo, pero no me referiría a mí misma como alguien a quien la gente se voltea a ver, soy más como “bonita porque se ve que tengo una linda personalidad”. Lo que, me doy cuenta, no es lo peor que puede pasarle a una chica. Creo que mis rasgos vagamente inocentes han ayudado en mi carrera porque la gente confía más de lo que lo harían con un tipo de belleza irresistible, como la de mi mejor amiga, Lacey.
Lacey es tan hermosa que prácticamente le ha provocado un complejo. Solía preguntarme cómo una chica tan bonita podía ser tan insegura, pero resulta que es de hecho su atractivo lo que lo ha ocasionado. La mayoría de los chicos sólo quieren acostarse con ella o presumirla a sus amigos y parece que ella debe esforzarse el doble de lo que yo para que alguien la tome al menos un poco en serio o que le den el beneficio de la duda respecto a casi cualquier cosa. Salir con Lacey en realidad me ha ayudado a darme cuenta que es verdad; no es fácil ser bonita.
Para ser justos, sin embargo, ella lo provoca con su muy particular punto de vista “agresivo y descarado”.
Como, he aquí un ejemplo de algo muy Lacey, “Ya decidí que de ahora en adelante, voy a salir con hombres adinerados, porque es un hecho de la naturaleza que todos los hombres soy infieles. Pero al menos si tiene dinero, cuando llegue el engaño, sabré que obtuve más de la relación que sólo un corazón roto”.
En lo personal, me divierten sus puntos de vista, mayormente porque son graciosísimos y, también, porque no son del todo equivocados. Es decir, ¿quién puede culparla por querer unos cuantos regalos a cambio de su corazón roto? Yo no, eso es seguro. Como sea, sólo intenta descifrar cómo ganar en la vida, como el resto de nosotros.
Como sea, supongo que debo estar feliz por verme no tan amenazadora. Excepto cuando uso este traje. Mi traje del poder. Es el que me puse hoy. El azul marino con las finas rayas definidas, que guardo para los días en que quiero cerrar tratos con clientes nuevos. No tengo ninguna reunión con clientes nuevos hoy, pero igual me lo pongo porque me vendría bien toda la confianza extra que pueda obtener para sobrevivir a este desafiante último día de tener veintitantos.
También me pongo un toquecito de brillo en mis párpados porque no sé aún si el brillo seguirá siendo aceptable al entrar en el umbral de los 30. Podría terminar siendo una de esas cosas que te hacen ver vieja porque intentas de más verte joven. Es otra de las cosas de las que no ansío saber la respuesta. Con toda intención no me puse base o rubor extra porque estoy muy segura que esas son cosas que pronto me veré obligada a hacer (a partir de mañana), para cubrir mis primeras arrugas y mi nueva piel grisácea, mientras intento desesperadamente convencer a aquellos que no están ya familiarizados con mi edad biológica de que aún soy una joven inocente e ingenua, ilesa por los años de decepción que la mayoría de las personas enfrentan durante su arduo ascenso hacia la muerte.
Entonces, el plan. Voy a llamar, mensajear, escribir correos electrónicos y quizás incluso faxear a todos los que conozco que conocen o pueden conocer a un soltero que sea buen partido y voy a dirigir que manden a esos hombres a mi fiesta esta noche. Ahora, no planeaba tener una fiesta sino hasta este momento, porque lo último que necesito es anunciarle al mundo y a todos mis conocidos que estoy vieja, así que es bueno que Lacey sea una organizadora de eventos. Lo primero que hago es llamarla camino al trabajo.
Contesta, “¿Qué onda, nena?”.
“Finalmente alguien que entiende lo increíblemente joven que soy”.
“Ah, entiendo. Advertencia: mañana será verdaderamente el peor día de tu vida hasta ahora”.
“Genial. ¡No puedo esperar!”.
“Sólo digo que ya pasé por eso y te va a pegar porque no te estás haciendo más joven”.
“Sigue ayudando, haces que me sienta muy bien”.
Puedo ver en el tono de su voz que se siente mal por restregármelo, pero continúa porque es su manera de intentar darme ánimos.
“Lo siento, sólo pensé que querrías una advertencia. Es decir, en realidad te vas a sentir tan vieja como crees que lo harás. Quizás hasta más. Digo, míranos, solíamos ser las más bonitas en la habitación. Pero ahora cada año nos hacemos más viejas, mientras salen de la nada versiones más jóvenes de nosotras por doquier, como infestación de termitas. O sea, sí, aún nos vemos bien, creo, pero esas personas termitas tienen piel de bebé y nunca tendrán la necesidad de descubrir qué cura el Proactive , ¡mientras nosotras restiramos nuestra piel flácida frente al espejo y nos preguntamos si ya es tiempo de ese primer lifting ! No sé, sólo te digo todo esto porque personalmente me parece útil saber lo que me espera, para poder prepararme. Ya sabes, mentalmente y así”.
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