Tu cerebro…
Pesa kilo y medio, y tiene cientos de miles
de vasos sanguíneos.
El número de conexiones que alberga supera
a la cantidad de estrellas en la Vía Láctea.
Es el órgano más grasoso de tu cuerpo.
Podría estar sufriendo en este instante
sin que te des cuenta.
AGRADECIMIENTOS
Como lo sabe cualquier otra persona que haya escrito un libro, se necesita un ejército de gente creativa, brillante y trabajadora para poner todo en orden. Y justo cuando crees que has terminado, entra en escena otra tropa de gente igual de brillante para ayudarte a terminarlo por completo para que un lector como tú pueda devorar la primera página.
Si lo hiciera a mi modo, enumeraría a todas las personas que han contribuido en mi forma de pensar y que me han apoyado a lo largo de mi vida y de mi carrera. Pero eso implicaría nombrar a cientos de personas y ocupar muchas páginas, por lo que trataré de ser simple y breve. Estoy en deuda con mis colegas y con todos los científicos que han trabajado para entender los misterios del cerebro y el cuerpo humanos. También estoy en eterna deuda con mis pacientes, quienes me enseñan cada día y me proporcionan una visión que no puede conseguirse en ningún otro lado. Este libro es tanto de ustedes como mío.
Gracias a mi amiga y agente literaria Bonnie Solow. Fue tu reconocimiento de la importancia de este mensaje lo que catalizó todo lo que vendría después. Pero más que nada, estoy agradecido de que este proyecto nos haya traído esta hermosa amistad. Gracias por tu amable liderazgo y por tu atención a los detalles. Sé que has ido más allá de tu deber al proteger, guiar y ayudar a que este libro llegara a las masas.
A Kristin Loberg: pese a que el contenido de este trabajo representa mi investigación y mi experiencia profesional, nuestro mensaje sólo pudo ser completamente transmitido a través de tu dominio artístico.
Al infatigable equipo en Little, Brown, que defendió este libro desde nuestro primer encuentro. Un agradecimiento especial a Tracy Behar, mi editora, la mujer con don incomparable para asegurarse de que el mensaje fuera breve, claro y práctico. Tu talentoso genio editorial transformó éste en un mejor libro a lo largo de todas sus versiones. Gracias también a Michael Pietsch, Reagan Arthur, Theresa Giacopasi, Nicole Dewey, Heather Fain y Miriam Parker. Ha sido un placer trabajar con un grupo tan dedicado y profesional.
A Digital Natives, mi equipo de expertos en tecnología, por hacer que mi sitio web cobrara vida para acompañar este libro.
A todo el equipo de nuestra clínica, el Centro de Salud Perlmutter, por su dedicación.
A mi esposa, Leize. Gracias por todo el tiempo y por tu compromiso para preparar las recetas con tanto afecto. No puedo describir lo agradecido que estoy por tenerte en mi vida. Gracias también a Dee Harris por su profunda contribución nutricional.
Por último, quisiera agradecer a mis hijos, Autin y Reisha, quienes nunca han dejado de motivarme y de apoyarme en este viaje.
AUTOEVALUACIÓN
¿Cuáles son tus factores de riesgo?
Tendemos a pensar que las enfermedades neurológicas son algo que puede ocurrirnos en cualquier momento por predisposición genética. A diferencia de las afecciones cardiacas, las cuales suelen progresar con el paso del tiempo debido a una combinación de factores genéticos y de estilo de vida, los trastornos neurológicos parecen ocurrirnos por casualidad. Algunos logramos evadirlos mientras otros los “padecen”. Pero esta mentalidad es errónea. La disfunción cerebral en realidad no es distinta de la cardiaca y se va desarrollando con el paso del tiempo, dependiendo de nuestros hábitos y comportamientos. Por el lado positivo, esto implica que podemos prevenir conscientemente los trastornos del sistema nervioso e incluso el deterioro cognitivo en la misma medida en que podemos evitar las afecciones cardiacas: comiendo bien y haciendo ejercicio. La ciencia nos ha demostrado que muchas enfermedades relacionadas con el cerebro, desde la depresión hasta la demencia, están muy vinculadas con nuestras elecciones alimenticias y de estilo de vida. No obstante, sólo una de cada cien personas llegará al final de su vida sin algún impedimento mental, dejando de lado las cefaleas.
Antes de ahondar en el fundamento científico que sustenta la atrevida afirmación de que los trastornos cerebrales reflejan una mala nutrición, así como muchas otras aseveraciones provocadoras, empecemos con un cuestionario sencillo que revelará cuáles de tus hábitos pueden estar dañándote en este momento sin que lo sepas. El objetivo de este cuestionario es medir los factores de riesgo de problemas neurológicos actuales —que pueden manifestarse como cefaleas, convulsiones, trastornos anímicos y motores, disfunción sexual y TDAH—, así como los factores de riesgo de un deterioro mental grave en el futuro. Respóndelo con tanta franqueza como te sea posible. No pienses en las conexiones con la enfermedad cerebral que están implicadas en las afirmaciones; sólo responde con la verdad. En los siguientes capítulos empezarás a entender por qué uso estas afirmaciones en particular y cuáles son tus factores de riesgo. Si crees que estás en algún punto entre cierto y falso, y en realidad contestarías a veces, entonces elige cierto.
- Como pan (de cualquier tipo).
- Bebo jugo de fruta (de cualquier tipo).
- Como más de una porción de fruta al día.
- Prefiero agave en lugar de azúcar.
- Me quedo sin aire cuando camino.
- Mi colesterol está por debajo de 150.
- Tengo diabetes.
- Tengo sobrepeso.
- Como arroz o pasta (de cualquier tipo).
- Bebo leche.
- No hago ejercicio con regularidad.
- Tengo antecedentes familiares de padecimientos neurológicos.
- No tomo un suplemento de vitamina D.
- Llevo una dieta baja en grasas.
- Tomo alguna estatina.
- Evito los alimentos altos en colesterol.
- Bebo refresco (de dieta o normal).
- No bebo vino.
- Bebo cerveza.
- Como cereal (de cualquier tipo).
La calificación perfecta de esta prueba sería no haber cosechado un solo “cierto”. Si contestaste cierto a una afirmación —aunque fuera sólo a una—, tu cerebro, y todo tu sistema nervioso, está en riesgo de desarrollar alguna enfermedad o trastorno. Por supuesto, mientras más “ciertos” hayas acumulado, el riesgo se incrementa. Si tus respuestas arrojaron 10 o más asentimientos, estás en la zona de peligro de las afecciones neurológicas graves que pueden prevenirse, mas no siempre curarse una vez que se diagnostican.
Probando, probando, 1, 2, 3
“¿Cuáles son mis riesgos?” Ésa es la pregunta que me hacen incontables veces todos los días. La buena noticia es que ahora contamos con los medios para hacer perfiles médicos de los individuos y determinar su propensión a desarrollar ciertas enfermedades —desde Alzheimer hasta obesidad (la cual se ha demostrado a ciencia cierta que es un factor de riesgo para desarrollar trastornos cerebrales)—, para luego darles seguimiento e ir viendo su progreso. Los análisis de laboratorio enumerados a continuación están disponibles al público y son económicos, además de que algunos seguros los cubren. Aprenderás más de ellos en los siguientes capítulos, así como algunas estrategias para mejorar tus resultados (tus “cifras”). La razón por la cual los incluyo aquí es porque muchas personas quieren saber desde un principio qué análisis les puede ordenar su médico para ayudarlos a tener una idea más clara de cuáles son sus factores de riesgo para desarrollar una enfermedad neurológica. No dudes en llevar esta lista contigo la próxima vez que vayas al médico y pide que te hagan los siguientes análisis de laboratorio.