• Quejarse

Colleen McCullough - El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)

Aquí puedes leer online Colleen McCullough - El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino) texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Género: Prosa. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

No cover
  • Libro:
    El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)
  • Autor:
  • Genre:
  • Índice:
    5 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 100
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino): resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

En la Australia casi salvaje de los primeros años delsiglo XX, se desarrolla una trama de pasión ytragedia que afecta a tres generaciones. Una historia de amor ¿la que viven Maggie y el sacerdote Ralph de Bricassart? que se convierte en renuncia, dolor y sufrimiento, y que marca el altoprecio de la ambición y de las convenciones sociales. Una novela que supuso un verdadero fenómeno y que ha alcanzado la categoría de los clásicos.

Colleen McCullough: otros libros del autor


¿Quién escribió El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino) — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino) " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Colleen McCullough El Pajaro Canta Hasta Morir el Pajaro Espino Título - photo 1

Colleen McCullough

El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)

Título original: THE THORN BIRDS

Traducción de J. Ferrer Aleu

A la hermana mayor Jean Easthope Hay una leyenda sobre un pájaro que canta - photo 2

A la 'hermana mayor» Jean Easthope

Hay una leyenda sobre un pájaro que canta sólo una vez en su vida, y lo hace más dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la tierra. Desde el momento en que abandona el nido, busca un árbol espinoso y no descansa hasta encontrarlo. Entonces, cantando entre las crueles ramas, se clava él mismo en la espina más larga y afilada. Y, al morir, envuelve su agonía en un canto más bello que el de la alondra y el del ruiseñor. Un canto superlativo, al precio de la existencia. Pero todo el mundo enmudece para escuchar, y Dios sonríe en el cielo. Pues lo mejor sólo se compra con grandes dolores… Al menos, así lo dice la leyenda.

UNO

1915-1919

MEGGIE

1

El 8 de diciembre de 1915, Meggie Cleary cumplió cuatro años. Su madre, cuando hubo retirado los platos del desayuno, puso en sus brazos un paquete envuelto en papel de embalar y le dijo que saliese fuera. Y Meggie se acurrucó detras de una aulaga próxima a la puerta de entrada y empezó a tirar del papel con impaciencia. Sus dedos eran torpes, y el envoltorio, resistente. Olía un poco a los grandes almacenes de Wahine, y esto le reveló que, fuera cual fuese el contenido del paquete, había sido milagrosamente comprado, no regalado o confeccionado en casa.

Algo fino y de un color dorado opaco empezó a asomar por uno de los ángulos; en vista de lo cual, rasgó más de prisa el papel, arrancándolo en largas e irregulares tiras.

– ¡Agnes! ¡Oh, Agnes! -dijo, conmovida, pestañeando ante la muñeca que yacía en su destrozado envoltorio.

Aquello era un verdadero milagro. Sólo una vez en su vida había estado Meggie en Wahine; la habían llevado allí en mayo, por haberse portado bien. Sentada en el calesín, al lado de su madre, muy modosita, estaba demasiado emocionada para ver o recordar gran cosa. Sólo la imagen de Agnes había quedado grabada en su mente; la hermosa muñeca sentada en el mostrador de la tienda, con su falda hueca de satén color rosa y toda llena de adornos de encaje claro. Allí mismo y en el acto, la había bautizado mentalmente: Agnes; el único nombre, entre los que conocía, lo bastante distinguido para aquella preciosa criatura. Sin embargo, en -los meses que siguieron, su deseo de que Agnes le perteneciera había estado desprovisto de esperanza; Meggie no poseía ninguna muñeca y no tenía la menor idea de que las niñas y las muñecas van siempre juntas. Jugaba muy contenta con los silbatos, los tiradores de goma y los soldados rotos que tiraban sus hermanos, y se ensuciaba las manos y se llenaba las botas de barro.

Ni siquiera se le había ocurrido pensar que Agnes fuese para jugar con ella. Alisó los brillantes pliegues del vestido rosa, más lujoso que cualquiera que hubiese visto llevar a una mujer, y levantó cariñosamente a Agnes. La muñeca tenía los brazos y las piernas articulados, de manera que podían moverse en todas direcciones; incluso el cuello y la delicada cintura tenían articulaciones. Los cabellos dorados los tenía esmeradamente peinados al estilo Pompadour y adornados con perlas, y el pálido pecho asomaba sobre una rizada pañoleta de blonda de color crema, sujeta con un alfiler que tenía una perla de bisutería. La cara de porcelana, delicadamente pintada, era muy hermosa, y no le habían dado brillo para que la piel pareciese natural. Unos ojos azules, asombrosamente vivos brillaban entre unas pestañas de pelo natural, y las pupilas eran moteadas y estaban rodeadas por un círculo de un azul más oscuro. Meggie descubrió que, si echaba a Agnes hacia atrás, la muñeca cerraba los ojos. Sobre una mejilla ligeramente arrebolada, tenía una peca negra, y su boca oscura aparecía entreabierta, mostrando unos diminutos dientes blancos. Meggie reclinó suavemente la muñeca en su falda, cruzó los pies para estar más cómoda, y se la quedó mirando.

Todavía estaba sentada detrás de la aulaga, cuando Jack y Hughie llegaron deslizándose entre las altas hierbas que, por estar demasiado cerca de la valla, no eran alcanzadas por la guadaña. Los cabellos de Meggie tenían el brillo típico de los Cleary, pues todos los niños de la familia, excepto Frank, sufrían el martirio de unos cabellos tirando a rojos. Jack dio un codazo a su hermano y le indicó algo jubilosamente. Se separaron, sonriéndose, y simularon que eran soldados persiguiendo a un renegado maorí. De todos modos, Meggie no les habría oído, tan absorta estaba en Agnes, mientras canturreaba entre dientes.

– ¿Qué tienes ahí, Meggie? -gritó Jack, plantándose a su lado-. ¡Enséñanoslo!

– Sí, ¡muéstranoslo! -rió Hughie, situándose al otro lado.

La niña apretó la muñeca sobre su pecho y meneó la cabeza.

– ¡No! ¡Es mía! ¡Es mi regalo de cumpleaños!

– Vamos, enséñanosla. Sólo queremos echarle un vistazo.

Meggie se dejó vencer por el gozo y el orgullo. Levantó la muñeca para que sus hermanos la viesen.

– Miradla. ¿No es hermosa? Se llama Agnes.

– ¿Agnes? ¿Agnes? -replicó Jack, en tono burlón-. ¡Qué nombre más tonto! ¿Por qué no la llamas Margaret o Betty?

– ¡Porque es Agnes!

Hughie advirtió la articulación en la muñeca de Agnes y silbó.

– ¡Eh! ¡Mira, Jack! ¡Puede mover la mano!

– ¿Cómo? Vamos a verlo.

– ¡No! -Meggie volvió a estrechar la muñeca contra sí, a punto de llorar-. No. ¡La romperíais! ¡Oh! No la cojas, Jack…, ¡la romperás!

– ¡Uf! -Las sucias manos morenas del chico se cerraron sobre las muñecas de la niña y apretaron con fuerza-. ¿Quieres sufrir un tormento chino? Y no seas llorona, o se lo diré a Bob. -Estiró la piel de su hermana en opuestas direcciones, hasta que se puso blanca, mientras Hughie tiraba de la falda de Agnes-. ¡Suelta, o te haré daño de veras!

– ¡No! No, Jack, ¡por favor! La romperéis, ¡sé que la romperéis! ¡Oh, dejadla en paz! ¡No os la llevéis, por favor!

Y, a pesar del cruel agarrón de las manos de Jack, se aferró a la muñeca, llorando y pataleando.

– ¡Ya la tengo! -gritó Hughie, al deslizarse la muñeca entre los antebrazos cruzados de Meggie.

Jack y Hughie la encontraron tan fascinante como Meggie, y le quitaron el vestido, las enaguas y el largo pantalón almidonado. Agnes yació desnuda, mientras los chicos la empujaban y tiraban de ella, pasándole un pie por detrás del cogote, haciéndole mirar a la espina dorsal y obligándola a realizar todas las contorsiones que eran capaces de imaginar. No se fijaron en Meggie, que se levantó llorando; pero la niña no pensó siquiera en pedir ayuda, pues, en la familia Cleary, no solía auxiliarse al que era incapaz de defenderse) y esto valía también para las niñas.

Los dorados cabellos de la muñeca se soltaron y las perlas cayeron y desaparecieron entre las altas hierbas. Una bota polvorienta pisó por descuido el vestido abandonado, embadurnando el satén con grasa de la fragua. Meggie se hincó de rodillas, tratando frenéticamente de recoger aquella ropa diminuta antes de que sufriese mayores daños, y después, empezó a buscar entre las hierbas, donde pensaba que habían caído las perlas. Las lágrimas la cegaban y su dolor era profundo y nuevo, pues nunca, hasta ahora, había tenido nada que valiese la pena de llorar por ello.

Frank sumergió la herradura al rojo en agua fría y luego enderezó la espalda; estos días no le dolía, por lo que pensó que quizá se estaba acostumbrando a su trabajo. Ya era hora al cabo de seis meses, habría dicho su padre. Pero Frank sabía muy bien el tiempo que había pasado desde que empezó a trabajar en la fragua; había contado los días con resentimiento y odio. Arrojando el martillo en su caja, con mano temblorosa se apartó los negros y lacios cabellos de la frente, y luego se desprendió del cuello el viejo delantal de cuero. Tenía la camisa sobre un montón de paja en un rincón; se dirigió allí y estuvo un momento mirando la astillada pared del henil como si no existiese, muy abiertos y fijos sus ojos negros.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)»

Mira libros similares a El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino). Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


No cover
No cover
Colleen McCullough
No cover
No cover
Colleen McCullough
No cover
No cover
Colleen Mccullough
No cover
No cover
Colleen McCullough
No cover
No cover
Colleen McCullough
No cover
No cover
Colleen McCullough
No cover
No cover
Colleen McCullough
No cover
No cover
Colleen McCullough
No cover
No cover
Colleen McCullough
Anthony de Mello - El canto del pájaro
El canto del pájaro
Anthony de Mello
Reseñas sobre «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)»

Discusión, reseñas del libro El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino) y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.