Siglo XXI / Biblioteca Eduardo Galeano
Eduardo Galeano
Mujeres
«No hay tradición cultural que no justifique el monopolio masculino de las armas y de la palabra, ni hay tradición popular que no perpetúe el desprestigio de la mujer o que no la denuncie como peligro.»
Eduardo Galeano
Galeano ha hecho de la mujer un eje vertebrador de su creación, para defender, en ella y en su reivindicación, la dignidad, siempre precaria, del ser humano.
En esta antología, cuenta la intensidad de personajes femeninos atravesados por el peso de una causa, como Juana de Arco, Rosa Luxemburgo o Rigoberta Menchú; por su propia hermosura o talento, como Marilyn Monroe o Rita Hayworth, Frida Kahlo o Marie Curie, Camille Claudel o Josephine Baker. Pero también cuenta las hazañas colectivas de mujeres anónimas: las que lucharon en la Comuna de París, las guerreras de la revolución mexicana, las que –en un prostíbulo de la Patagonia argentina– se negaron a atender a los soldados que habían reprimido a los obreros.
Como el personaje que abre el libro, la Sherezade de
Las mil y una noches que le cuenta historias al rey para que no la mate, Galeano entrega en cada relato su maestría de narrador oral y de artesano del lenguaje, para conjurar el olvido, pero también para celebrar la experiencia de las que nunca se resignan.
Eduardo Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de l940, aunque, desde principios de 1973, el exilio le llevó primero a Argentina y posteriormente a la costa catalana de España. A principios de 1985 regresó a Montevideo, donde vivió hasta su muerte el 13 de abril de 2015.
Autor de varios libros, traducidos a numerosas lenguas, en ellos llevó a cabo, sin remordimientos, una violación de las fronteras que separan los géneros literarios. A lo largo de una obra donde confluyen la narración y el ensayo, la poesía y la crónica, sus textos siempre trataron de recoger las voces del alma y de la calle, ofreciendo una síntesis de la realidad y su memoria.
En dos ocasiones fue premiado por la Casa de las Américas de Cuba y por el Ministerio de Cultura del Uruguay. Recibió el American Book Award de la Universidad de Washington, los premios italianos Mare Nostrum, Pellegrino Artusi y Grinzane Cavour, el premio Dagerman, en Suecia, y la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Fue elegido primer Ciudadano Ilustre de los países del Mercosur y fue también el primer galardonado con el premio Aloa, de los editores de Dinamarca, el Cultural Freedom Prize, otorgado de la Fundación Lannan, y el Premio a la Comunicación Solidaria, de la ciudad española de Córdoba.
Diseño de portada
RAG
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© Eduardo Galeano, 2015
© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2015
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Leolo, el personaje de la bellísima película de Jean-Claude Lauzon, asediado por la locura y el horror, se repetía:
Porque sueño, no estoy loco,
porque sueño, no lo estoy...
Galeano nos narra un mundo loco, pero lleno de dignidad y sueños.
Esta selección debía hacerse, pues, a través del sueño y de la poesía.
Cada mujer representa a todas las mujeres. Todas ellas nos salvan de la locura.
Porque Galeano escribe, yo sueño,
porque sueño, no lo estoy.
Sherezade
Por vengarse de una, que lo había traicionado, el rey degollaba a todas.
En el crepúsculo se casaba y al amanecer enviudaba.
Una tras otra, las vírgenes perdían la virginidad y la cabeza.
Sherezade fue la única que sobrevivió a la primera noche, y después siguió cambiando un cuento por cada nuevo día de vida.
Esas historias, por ella escuchadas, leídas o imaginadas, la salvaban de la decapitación. Las decía en voz baja, en la penumbra del dormitorio, sin más luz que la luna. Diciéndolas sentía placer, y lo daba, pero tenía mucho cuidado. A veces, en pleno relato, sentía que el rey le estaba estudiando el pescuezo.
Si el rey se aburría, estaba perdida.
Del miedo de morir nació la maestría de narrar.
Fundación de la novela moderna
Hace mil años, dos mujeres japonesas escribieron como si fuera ahora.
Según Jorge Luis Borges y Marguerite Yourcenar, nadie nunca ha escrito una novela mejor que la Historia de Genji, de Murasaki Shikibu, magistral recreación de aventuras masculinas y humillaciones femeninas.
Otra japonesa, Sei Shônagon, compartió con Murasaki el raro honor de ser elogiada un milenio después. Su Libro de la almohada dio nacimiento al género zuihitsu, que literalmente significa al correr del pincel. Era un mosaico multicolor, hecho de breves relatos, apuntes, reflexiones, noticias, poemas: esos fragmentos, que parecen dispersos pero son diversos, nos invitan a penetrar en aquel lugar y en aquel tiempo.
La pasión de decir (1)
Marcela estuvo en las nieves del Norte. En Oslo, una noche, conoció a una mujer que canta y cuenta. Entre canción y canción, esa mujer cuenta buenas historias, y las cuenta vichando papelitos, como quien lee la suerte de soslayo.
Esa mujer de Oslo viste una falda inmensa, toda llena de bolsillos. De los bolsillos va sacando papelitos, uno por uno, y en cada papelito hay una buena historia para contar, una historia de fundación y fundamento, y en cada historia hay gente que quiere volver a vivir por arte de brujería. Y así ella va resucitando a los olvidados y a los muertos; y de las profundidades de esa falda van brotando los andares y los amares del bicho humano, que viviendo, que diciendo va. Tituba
En América del sur había sido cazada, allá en la infancia, y había sido vendida una vez y otra y otra, y de dueño en dueño había ido a parar a la villa de Salem, en América del norte.
Allí, en ese santuario puritano, la esclava Tituba servía en la casa del reverendo Samuel Parris.
Las hijas del reverendo la adoraban. Ellas soñaban despiertas cuando Tituba les contaba cuentos de aparecidos o les leía el futuro en una clara de huevo. Y en el invierno de 1692, cuando las niñas fueron poseídas por Satán y se revolcaron y chillaron, sólo Tituba pudo calmarlas, y las acarició y les susurró cuentos hasta que las durmió en su regazo.
Eso la condenó: era ella quien había metido el infierno en el virtuoso reino de los elegidos de Dios.
Y la maga cuentacuentos fue atada al cadalso, en la plaza pública, y confesó.
La acusaron de cocinar pasteles con recetas diabólicas y la azotaron hasta que dijo que sí.
La acusaron de bailar desnuda en los aquelarres y la azotaron hasta que dijo que sí.
La acusaron de dormir con Satán y la azotaron hasta que dijo que sí.