Esto no es un manual. Ni un diccionario. Ni tan siquiera una guía. Básicamente, porque no está ordenado. Como la vida, que viene siempre como le da la gana. Después de un polvo, un asterisco en la analítica; antes de cualquier cumpleaños, un funeral. Esto se parece más a un puñado de cuándos protagonizado por algunos quiénes que se empeñan en encontrarle a todo un porqué.
Cuando empiezas a leer este libro.
Este puñado de frases en forma de libro pretende ser algo más que lectura recreativa.
Vale, igual jamás lo consigue, pero dicen que lo que cuenta siempre es la intención.
Por eso te pido, mi amada leyente, que tú vayas mucho más allá de la función del lector.
Te pido que las mimes.
Que las toleres.
Que las consientas.
Que las dejes pasar por debajo de tu ceja y hasta detrás del prejuicio sobre el autor.
Que las quieras no por lo que fueron, sino por lo que hoy son.
Porque puede que con el tiempo se me hayan puesto feas.
Que se me hayan quedado marchitas.
Obsoletas.
Del montón.
Da igual.
Tú dales aún más azúcar si te lo piden.
O sal, si alguna de pronto me ha quedado muy sosa.
Eso sí. Los huevos los pongo yo.
Porque si están así escritas es porque así fueron vividas.
Porque si son así es porque así me hicieron.
Recuerda cambiarles el agua de tanto en tanto y procurar que siempre les dé algo de luz.
Unas frases serán más acertadas, otras simplemente sean fogonazos de vida.
La vida de alguien que no importa demasiado.
Pero la vida de alguien a quien todo le importó.
Frases cuyas redecillas atrapan algunos recuerdos, algunos reales, otros tampoco.
Frases que acaban puestas, muchas de ellas, en vertical.
Cuando las coloque de esa manera, no será porque pretenda hacer poesía.
Las iré colocando una encima de otra sólo para ver si se sostienen.
A ver si, con suerte, agarran y trepan.
O quizás para encontrarles a cada una su punto de gravedad.
Aunque al final, como verás, la inmensa mayoría,
se cae.
Cuando te dé lecciones.
Aviso importante. Disclaimer , que lo llaman ahora.
Cuando te dé lecciones, por favor, ignóralas.
Para empezar, porque he pasado suficiente tiempo trabajando en la tele como para no ser ejemplo de ningún tipo.
Pero es que, además, tampoco soy nadie para darlas, y lo que es peor, aun sabiéndolo, no paro de intentar repartirlas.
Supongo que no puedo evitarlo.
Una lección es como un moco, una vez sabes que existe, tienes que sacártela sí o sí.
Y la forma de sacarse las lecciones, normalmente, es abusando del pañuelo del otro.
Es entonces cuando lo llamamos consejo, que no son más que lecciones take away .
O sea, que llegan siempre frías.
Así que tú pásalas por encima. Sáltatelas. Esquívalas. Que seguro que por aquí hay unas cuantas.
Son lecciones que me ha dado la vida a mí, y que no necesariamente sean útiles para ti.
Seguramente sea tan estúpido como explicarte un catarro y así pensar que no lo vas a pillar.
De hecho, no estoy ni siquiera seguro de que haya extraído la moraleja correcta.
Me suele pasar. Miro hacia el lado incorrecto demasiado a menudo.
Lo que sí sé es que esas lecciones se han quedado conmigo para siempre.
Son mosquitos muertos en mi parabrisas. No sirven ya ni para joderte una noche.
De ahí que te insista, rehúye toda moralina que intente mejorar tu vida.
En este libro y en todos los demás.
Esos triunfadores que te dicen que si ellos pudieron, tú puedes, mentira.
Esos pseudoterapeutas que te dicen que si quieres, puedes, mentira.
Esos analistas de la nada que te dicen que han descubierto un método para mejorar tu vida, mentira.
Nadie quiere mejorar tu vida.
Tu vida es mucho más rentable para los demás cuanto peor está.
De ahí sacan pasta psicoanalistas, abogados, médicos, asesores y publicistas.
Si quieres mejorar tu vida, no leas un libro.
Enamórate de alguien que te haga ser mejor persona.
Todo el resto son patrañas para vender más.
Las mías, las primeras.
Cuando casi casi medio siglo.
Me aproximo a los 50 como quien se aproxima a un peaje.
Reduciendo la marcha.
Bajando la velocidad.
Preparándome para pagar lo que se debe.
Saldar así casi todas mis deudas.
Y dispuesto a pasarlo,
superarlo
y acelerar.
Cuando parece que todo te ha pasado ya por
primera vez.
Cuando parece que todo te ha pasado ya por primera vez.
Cuando parece que ya todo te suena demasiado.
Cuando reconoces esos finales que han vuelto a empezar.
Una sorpresa es siempre una mala noticia y una novedad, un contratiempo.
La vida es un spoiler en sí misma.
Y la muerte son teléfonos que sabes que nunca más comunicarán.
Las expectativas las carga el diablo y dios se va pareciendo cada vez más a un proxeneta.
Tú sigues sin saber lo que quieres.