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Nicholas Sparks - Tal como somos

Aquí puedes leer online Nicholas Sparks - Tal como somos texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2016, Editor: Roca Editorial de Libros, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Nicholas Sparks Tal como somos

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Tal como somos

Nicholas Sparks

Traducción de

Iolanda Rabascall

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TAL COMO SOMOS

Nicholas Sparks

Colin Hancock está decidido a no dejar escapar la segunda oportunidad que le brinda la vida. Con un historial manchado de violencia y malas decisiones, más la asfixiante amenaza de dar con los huesos en la cárcel, ha tomado la firme determinación de ir por el buen camino.

María Sánchez, una trabajadora hija de inmigrantes mexicanos, es la viva imagen del éxito más convencional: una verdadera belleza con una llamativa melena negra, licenciada por la facultad de Derecho de la Universidad de Duke, con un empleo en una prestigiosa empresa de Wilmington y una carrera profesional intachable.

Un encuentro fortuito en una carretera mojada y resbaladiza por la lluvia alterará el curso de las vidas de Colin y María, desafiando la imagen preconcebida que tenían el uno del otro, e incluso la imagen que tienen de sí mismos. El amor nacerá entre ellos, y poco a poco se atreverán a soñar tímidamente con un futuro juntos, hasta que los ominosos recuerdos del pasado de María vuelvan a aparecer.

ACERCA DEL AUTOR

Nicholas Sparks fnació en Estados Unidos en la Nochevieja de 1965. Su primer éxito fue El cuaderno de Noah al que siguió Mensaje en una botella , que han sido llevados al cine, al igual que otros de sus éxitos como Noches de tormenta , Querido John y El viaje más largo .

ACERCA DE LA OBRA

«Nicholas Sparks lleva a los lectores a un viaje por una montaña rusa de emociones, desde el tono suave de una historia de amor a la adrenalina de un thriller .»

S ALT L AKE T RIBUNE

Índice

A Jeannie Armentrout

Prólogo

L e había bastado un solo día en Wilmington para constatar que no podría quedarse a vivir para siempre en aquella ciudad. Era demasiado turística, y parecía haber crecido sin ton ni son, sin planificación urbanística alguna. Aunque el casco antiguo estaba salpicado de las típicas casas que ya esperaba encontrar, con el porche en la fachada principal, con sus columnas y revestimientos ornamentados, y unos espléndidos magnolios en los jardines, aquellos barrios tan agradables daban paso de forma gradual a un área con centros comerciales, tiendas abiertas las veinticuatro horas, cadenas de restaurantes y concesionarios de automóviles. Un tráfico interminable serpenteaba por todo el distrito, una circulación que en verano se volvía aún más infernal.

Pero la Universidad de Wilmington había sido una grata sorpresa. Se había imaginado un campus recargado, con la arquitectura antiestética de los años sesenta y setenta. Había algunos edificios de ese estilo, sobre todo en las lindes de la universidad, pero las plazas centrales eran verdaderos oasis (con veredas a la sombra y parterres cuidados hasta el más mínimo detalle). Las columnas georgianas y las fachadas de obra vista de los edificios Hoggard y Kenan resplandecían bajo los últimos rayos de sol del atardecer.

Admiró las zonas verdes. Había una torre del reloj, y la primera vez que estuvo allí, había contemplado la imagen reflejada en el estanque situado justo detrás, con la hora ilegible a simple vista. Mientras tuviera un libro abierto sobre el regazo, podría permanecer sentado y observar la actividad, casi invisible a los ojos de los estudiantes que pasaban por allí absortos en sus propios trances.

Hacía calor para finales de septiembre. Las chicas lucían pantalones cortos y tops, mostrando su anatomía de forma generosa. Se preguntó si irían a clase vestidas de ese mismo modo. Al igual que ellas, él estaba en el campus para aprender. Había ido tres veces durante tres días seguidos, pero todavía había demasiada gente por allí; demasiadas personas que podrían identificarlo, y no quería que lo identificaran. Se debatió entre quedarse o ir a otra área, pero al final decidió que no había motivos para hacerlo. Por lo que veía, nadie se fijaba en él.

Ya faltaba poco, tan poco… De momento, sin embargo, lo importante era tener paciencia. Aspiró despacio y contuvo la respiración unos segundos antes de soltar el aire. En las veredas vio a un par de estudiantes que se dirigían a clase, con las mochilas colgadas al hombro, pero a esa hora del día los superaban con creces los jóvenes dispuestos a adelantar el inicio del fin de semana.

Por todas partes se podían ver grupitos de tres o cuatro estudiantes, departiendo y dando sorbos a botellas de agua que sospechaba que estaban llenas de alcohol. Un par de chicos que parecían modelos de Abercrombie se pasaban un Frisbee mientras sus novias charlaban animadamente. Se fijó en un chico y en una chica que discutían de forma acalorada; la chica tenía el rostro encendido. Vio que propinaba un empujón a su novio para crear un espacio entre ellos. Sonrió ante la escena, entendiendo la furia de la chica y el hecho de que, a diferencia de él, ella no se veía obligada a ocultar lo que sentía. Un poco más lejos, otro grupo de estudiantes se pasaba un balón con la absoluta parsimonia de los que no tienen ninguna responsabilidad seria en la vida.

Suponía que muchos de los estudiantes que veía estaban planeando salir aquella noche y la siguiente. Fiestas en fraternidades de estudiantes y hermandades de alumnas. Bares. Discotecas. Para muchos de ellos, el fin de semana empezaba aquella misma noche, ya que los viernes no había muchas clases. Le había sorprendido esa medida. Con lo caras que eran las carreras universitarias, habría esperado que los estudiantes exigieran a sus profesores más horas lectivas, y que los fines de semana no duraran tres días. Con todo, pensó que esos horarios debían ser convenientes tanto para el alumnado como para el profesorado. ¿Acaso la gente no quería que todo fuera más sencillo? ¿La ley del mínimo esfuerzo, de tomar un atajo en lugar del camino más largo?

Seguro que sí; eso era exactamente lo que los alumnos aprendían allí: que no era necesario optar por decisiones difíciles, que adoptar la opción correcta no era importante, sobre todo si exigía un trabajo extra. ¿Para qué estudiar o intentar cambiar el mundo un viernes por la tarde, cuando uno podía estar disfrutando del sol?

Miró a un lado, luego al otro, y se preguntó cuántos de aquellos alumnos se paraban a pensar en qué les depararía el futuro. Recordó que Cassie sí que solía hacerlo. Ella pensaba en el mañana todo el tiempo. Tenía planes. A los diecisiete años ya había planeado su futuro, aunque él recordó la sensación de provisionalidad que destilaban sus palabras; tenía la impresión de que ella no creía totalmente en sí misma ni en la imagen que proyectaba al mundo. ¿Cómo si no habría tomado las decisiones que tomó?

Había intentado ayudarla. Había hecho lo correcto; había acatado la ley, había rellenado denuncias en la policía, incluso había hablado con la ayudante del fiscal del distrito. Y hasta ese momento, había creído en las reglas que regían la sociedad. Había sostenido la ingenua visión de que el bien triunfaría sobre el mal, de que se podía acorralar el peligro, de que se podían controlar los acontecimientos. Las normas mantendrían a una persona libre de cualquier peligro. Cassie creía lo mismo; después de todo, ¿no era eso lo que se les enseñaba a los chiquillos? ¿Por qué si no los padres dirían las cosas que dicen? Antes de cruzar la calle has de mirar a ambos lados. Nunca te metas en el vehículo de un desconocido. Cepíllate los dientes. Acábate la verdura del plato. Abróchate el cinturón. La lista era interminable; normas para protegernos y salvarnos.

Pero había aprendido que las reglas podían ser peligrosas también. Las reglas se fundamentaban en promedios, no en datos específicos, y, dado que la gente estaba condicionada desde la infancia a aceptar normas, era fácil seguirlas a ciegas. Confiar en el sistema. Era más fácil no preocuparse por el azar. Significaba que la gente no tenía que pensar en las consecuencias posibles, y cuando el sol brillaba los viernes por la tarde, podían dedicarse a jugar con un Frisbee sin que nada les importara un comino.

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