Seduciendo a Emma.
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Es una obra de ficción, los nombres, personajes, y sucesos descritos son productos de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, sin el permiso del autor.
Capítulo 1
Solitario, así me gustaba ser, un hombre sin ataduras, sin más responsabilidad que mantener el imperio que había heredado de mis padres, un edificio comercial en el centro de Manhattan, con cien oficinas repartidas en las quince plantas, alquiladas a diferentes empresas y en el que en la planta superior estaba mi hogar, un apartamento gigante en el que dejaba a mis pies la ciudad, esa que podía ver desde las inmensas cristaleras que tenía a lo largo de todo el loft, además de tener mi espacio donde gestionar todo el trabajo.
Hijo único, con apenas veintiséis años me quedé sin padres, murieron en un accidente de tráfico, dejándome en tal shock que me cambio el carácter y la vida, cómo no…
Era mi cumpleaños, treinta y seis años, había preparado una fiesta en un restaurante al aire libre, invitando a mis contactos de más confianza, importantes empresarios y personas influyentes, no tenía amigos, eran todos conocidos, pero con un trato muy cercano, aunque realmente solo confiaba en Brian, mi mano derecha, tanto en mi vida personal como laboral.
En el amor me consideré una persona fría desde el fallecimiento de mis padres, pernotando alguna que otra noche con alguna chica que en esos momentos me gustara, pero ninguna nada tan importante como para permanecer en mi vida.
Traje negro ajustado, camisa blanca abierta y listo para ir al evento que había organizado para mi cumpleaños.
─ Buenas tardes, Enzo, le tengo el coche preparado – dijo Brian desde el portero automático.
─ Bajo…
Llegaba el momento de volver a hacer el papel de mi vida, brillar ante los ojos de las personas más codiciadas de todo el panorama empresarial, esos que pagaban pastizales por poder tener sus oficinas en uno de los edificios de más prestigio del centro de la ciudad.
Aguantaría también a los oportunistas que irían con sus hijas con la intención, como cada año, de intentar que yo le echase el ojo a alguna y dar el pelotazo tan ansiado por sus padres, pero no, las conocía a todas y eran una más, unas más bonitas que otras pero ninguna con la capacidad de enganchar a este corazón tan frio e indomable, todo lo contrario, mi vida sentimental tiraba más hacia el vicio y el poder de una noche que a algo duradero.
Bajé en el ascensor, mirando en el espejo cada detalle de mi pelo, un poco entrelargo, engominado para atrás, cuerpo atlético que me encargaba de curtir diariamente por la mañana, dos horas de ejercicio y por las noches salía a correr.
Me gustaba, físicamente estaba contento con la genética que tenía, mi mandíbula perfectamente marcada, dientes blancos y perfectamente alineados, que siempre cuidé con mucho afán, una de mis obsesiones.
─ Buenas tardes, Brian – lo saludé a la vez que me sentaba en el asiento del copiloto.
─ ¿Nervioso?
─ ¿Desde cuándo me pongo nervioso? – sonreí.
─ Bueno, uno no cumple todos los días años y da una fiesta de tal envergadura…
─ Ya, pero yo lo suelo hacer siempre, aunque sea de año en año, esto es algo meramente comercial para mantener la cercanía de los empresarios que hacen agrandar mi fortuna, un acto un poco de agradecimiento de cara a la galería.
─ Sí, vaya pregunta la mía, conociéndote, pocas cosas hay que te pongan nervioso – negó con la cabeza mientras sonreía.
Llegamos al lugar, todo estaba punta en blanco, los invitados ya tenían su copa de recibimiento en las manos y los platos de entremeses ya volaban por el jardín de mano de los camareros.
Saludé a todos, uno por uno, de forma rápida pero cercana, amable y manteniendo la sonrisa, a pesar de que, en algún momento, tocaba fingir, personal que me caían mal pero que me aportaban mucho económicamente, así que tocaba volver hacer el papel de mi vida.
Di la típica charla de agradecimiento y bienvenida, donde todos aplaudían con una sonrisa de oreja a oreja, como si hablara el mismísimo presidente del gobierno ante sus fieles seguidores, algo que, cómo no, formaba parte del papel que todos teníamos asumidos para interpretar en nuestras vidas.
Terminé, bajé del atril improvisado para la charla y de repente, ante mi asombro, apareció ella, una preciosa camarera de piel tostada y pelo castaño largo, recogido con una coleta.
─ ¿Qué desea tomar el señor?
Me acerqué a su oído.
─ ¿Cómo te llamas?
─ Me llamo Emma, señor.
─ Vale, Emma, quiero que me traigas una copa de vino “Chateau Petrus”, reserva – le guiñé el ojo.
─ Ahora mismo, señor.
Sonreí, me había sacado una sonrisa, Emma, se llamaba Emma, precioso nombre para una mujer tan sensual y bonita, me gustaba, tenía que investigar más sobre ella.
─ Le has puesto el ojo – irrumpió Brian sonriendo.
─ ¿La has visto? – me mordí el labio mientras la observaba de lejos.
─ Pobre chica, no sabe que acaba de ser la diana del hombre más frio del planeta, al menos en la parte sentimental.
─ ¿Quién habló de sentimientos? - sonreí.
─ Ah vale, que en los polvos eres cariñoso, ¡perdona!
─ Brian, un día te enterarás de mis secretos más ocultos – fruncí el entrecejo.
─ Mejor no, siempre es bueno no saber todo de alguien - soltó una carcajada.
─ Su copa, señor, ¿necesitan algo más?
─ Nada más, por ahora – le guiñé el ojo y vi cómo se ruborizaba.
─ Pues con vuestro permiso – casi me hace una reverencia –, me retiro y cualquier cosa que necesiten, háganmelo saber.
─ Por supuesto – hice como si no me saliera –. Ah, Emma – sonreí –, le haré saber cuándo necesite algo – le volví a guiñar el ojo. – Por cierto, haces muy bien tu trabajo, te felicito y eso que se te ve muy joven – usé mi táctica para averiguar su edad –, no debes de tener más de treinta, ¿verdad?
─ Señor, tengo veinticinco años.
─ Eres muy jovencita, sabes estar en tu lugar, vas a llegar muy lejos – improvisé.
Noté cómo su color de piel pasó de ser tostado oscuro a tostado quemado.
─ Gracias. ¿Algo más?
─ No, por ahora…
─ Con permiso – volvió a hacer como una reverencia y se fue del tono del marisco.
─ La has matado – rio Brian.
─ Yo no he matado a nadie, solo la estoy preparando – moví la copa de vino mientras la observaba de lejos –. Es preciosa, mírala, veinticinco años, un bombón de criatura, es preciosa, pero porque es natural, toda su belleza no está disfrazada como la mayoría de aquí, mira a todas, parecen que van a un concurso de maquillaje, sin embargo, Emma es natural…
─ Te la vas a tirar, ¿verdad?
─ Digamos que le haré pasar una noche entre mis sábanas…
─ ¿¿¿Hoy???
─ No me da la impresión de que vaya a ser fácil, no es imposible, quizás hoy no sea, pero en un corto periodo de tiempo seguro que sí – di un gran trago, hacía tiempo que no me llamaba la atención tanto alguien.
─ Pobre chica – respondió poniendo cara de circunstancias.
─ Tranquilo, se lo pasará genial – seguía mirándola de forma depredadora.
Pasamos a las mesas de la cena, nos sentamos en la principal junto a los directivos más veteranos de las empresas del edificio. Emma y otro chico, estaban encargados de mi mesa, se la veía nerviosa al acercarse a servir los platos, aproveché el momento en que se agachó para poner el mío.