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Block Lawrence - El Hombre Peligroso

Aquí puedes leer online Block Lawrence - El Hombre Peligroso texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2016, Editor: LB Productions, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Block Lawrence El Hombre Peligroso

El Hombre Peligroso: resumen, descripción y anotación

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«Este libro es como una bofetada entre los ojos. ¡Es magnífico!»

Publishers Weekly

«Te atraviesa como una dosis de sales volátiles y te arde como yodo.»

Kirkus Reviews

Índice

El hombre peligroso

Lawrence Block

Novela

Traducida del inglés por Ana Carrington y Enriqueta Carrington

Título original: SUCH MEN ARE DANGEROUS

SUCH MEN ARE DANGEROUS

Copyright © 1969, Lawrence Block

Traducción al español, El Hombre peligroso © Ana Carrington & Enriqueta Carrington 2016

Todos los derechos reservados.

Producción: QA Productions

A Lawrence Block Production UNO Los hombres que trabajan en los escritorios - photo 1

A Lawrence Block Production

UNO


Los hombres que trabajan en los escritorios de la Agencia son todos del mismo tipo. Todos son un poquito más altos que el promedio. Usan trajes oscuros, camisas blancas, corbatas a rayas. Beben whisky escocés con agua o bourbon con agua o, durante el verano, vodka collins. Hacen ejercicio en el gimnasio una vez por semana, generalmente balonmano o squash. Sonríen mucho, pero no tanto como para ponerte de nervios. Nunca los tomarías por gerentes de ventas o agentes de compras, pero es posible confundirlos con gente del departamento de personal, lo cual, bien pensado, es parecido. Si has pasado mucho tiempo con ellos, los reconoces de inmediato. Esto no es una desventaja para ellos, como podría suponerse; no operan bajo encubierta, casi nunca salen de Washington, así que no les importa mucho que se sepa quiénes son.

Este, en particular, no se alejaba del estándar por más de un punto de porcentaje, o cuando mucho dos. Era algo más huesudo que la mayoría, y yo adivinaría que su ejercicio semanal consistía en correr a campo traviesa. Me dio un firme apretón de manos, me miró derecho a los ojos al hablar, y su voz resonaba de sinceridad y definición de propósito. Esto nunca jamás tiene significado.

–Siento que hayamos tardado tanto en procesarlo a usted, Sr. Kavanagh –dijo–. Ya sabe cómo son las cosas, los molinos de Dios y las ruedas de la burocracia.

–No hay problema.

Y no lo había. Me tenían hospedado en el Doulton y pagaban la cuenta allí; no me había sido difícil soportar tres semanas de buena comida y entorno de súper lujo. No me molesta esperar; la paciencia es tan parte de la vida como la acción.

–¿Está gozando de Washington, espero?

–Seguro.

–¿Y lo tienen cómodo aquí?

–No me quejo.

–Bien.

Esperé a que él dijera algo, y me tardé un minuto en darme cuenta que no lo iba a hacer. Se me ocurrió quedarme mirándolo hasta que él bajara la vista. Pero para qué; la habitación del hotel era mía, pero la ciudad era de él, jugaríamos según sus reglas. Me estaba esperando, lo cual quería decir que tenía una respuesta para mí, lo cual quería decir que yo debía hacer una pregunta.

Sonreí con toda la amabilidad que se merecía, e hice tres–: Bueno, ¿adónde voy y a quién veo y cuándo empiezo?

Su rostro se ensombreció luego luego.

–Buena pregunta –dijo–. La cosa, Paul, es que no tenemos nada disponible en este momento, nada adecuado para usted, por el momento no. Como están las cosas hoy en día...

–Espere un minuto.

Se detuvo, me miró.

–Empecemos otra vez desde el principio –dije–. Yo no vine trotando a Washington con un signo de interrogación pintado sobre la frente. Ustedes fueron los que me llamaron, ¿se acuerda? Ustedes me preguntaron si quería sumarme al equipo. Yo dije que no tenía nada mejor que hacer, y que me sonaba bien, y vine para acá, y pasé por la rutina de la entrevista, y tomé las pruebas, y no hice olas, y desaparecieron tres semanas, y ahora...

–Se le pagará su tiempo.

–Oh, al demonio con eso. Si mi tiempo no vale nada, no me importa si me lo pagan o no.

Me levanté de la cómoda silla y di unos pasos sobre el profundo tapete hacia la ventana con su abrumadora vista sobre el Capitolio de nuestra nación. Atravesé la mitad de la distancia y me di la vuelta.

–Mire, usted no quiere decir que no hay un empleo disponible. Siempre hay un empleo disponible. Lo que implica es que alguien que quería emplear a Paul Kavanagh ha cambiado de opinión durante estas tres semanas. Lo que quiero saber es por qué.

–Paul...

–Quiero saberlo, y quiero que usted me lo diga. Tal vez quiera ir a otro lado, porque sus gentes han escondido micrófonos espías en este cuarto. Eso está bien, pero...

–No sea tonto. No pusimos micrófonos en el cuarto.

–Entonces todos estamos en un lío, porque en el enchufe de la lámpara ha habido un micrófono de guijarro desde que yo llegué, y...

Se puso de pie, diciendo–: Es nuestro.

–Pues claro. Mire, Dattner...

–George.

–George. George, yo conozco el juego. La neta verdad es que lo conozco. Lo he jugado y sé cómo va. ¿Comprende?

–Está bien.

–Así que no le pido que lo piense de nuevo, porque en primer lugar usted no tomó la decisión y en seguido lugar estas decisiones no se cambian. Todo eso ya lo sé, ¿está bien? –Asintió con la cabeza –. Todo lo que quiero es una explicación. En algún momento durante estas tres semanas alguien cambió de parecer. Quiero saber por qué. Conozco mi expediente durante los últimos diez años. Laos, Vietnam, Camboya... me saqué buenas notas en todo, y lo sé, y no ha podido surgir recientemente nada que no estuviera en mi página desde siempre. ¿Correcto?

–Prosiga.

–Bueno, ¿qué más hay? ¿mi expediente civil? No lo tengo. ¿Familia? Puros republicanos de por vida, excepto un tío díscolo que votó por Truman en 1948. De todas maneras, ya se murieron todos. ¿La universidad? Jamás firmé una petición ni formé parte de un grupo político. Jugué fútbol americano y en las calificaciones mantuve un promedio de siete punto cinco. Una vez me pidieron que fuera candidato al consejo estudiantil, pero yo no tenía tiempo. Ni ganas. Después de graduarme hice una prueba para el equipo de los Steelers. No pesaba bastante para jugador profesional. En agosto murió mi padre y en septiembre me enrolé en el ejército. En el entrenamiento básico llegué a sargento, y me metí a la aviación militar porque le tenía miedo a las alturas y no quería admitirlo. La mitad de los tipos que conocí estaban allí por la misma razón. Los demás buscaban que los mataran, y algunos lo lograron. Luego estuve diez años allá, y ustedes ya saben todo lo que tiene que ver con eso. Pude haberme quedado otros diez años, pero todo el mundo se cansa de las selvas, tarde o temprano. Yo me cansé y regresé, y aquí estoy, y...

Le volví la espalda, cortando en medio de una oración, y caminé a la ventana. Estaba irritado contra mí mismo. La ocasión no era para esa clase de oratoria. Me estaba dejando llevar por la ira. Hay veces que vale la pena hacerlo, veces en que una sobrecarga emocional auto-inducida te ayuda a funcionar mejor, pero este momento no era de esos.

Miré a Washington hasta que se disipó la tensión, luego giré para mirar a Dattner. George. Preguntó si había por aquí algo de beber. Yo tenía en el estante una botella de whisky escocés más o menos bueno. Le dije que no, pero que podía llamar al servicio de habitación si gustaba. Me dijo que no me molestara.

Regresé y me senté de nuevo. El seguía de pie.

–Es su turno –dije.

–Perdón, ¿cómo dijo?

–Le toca, es su turno. Yo hablé, y ahora puede hablar usted. He estado cuatro meses fuera del uniforme y es inconcebible que en ese lapso haya hecho algo sospechoso. No me he juntado con comunistas ni agentes extranjeros. No me he juntado con nadie, yo... Al demonio con eso. Le toca a usted, amigo. O soy un riesgo de seguridad o soy un incompetente. Me va a decir cuál de esas cosas soy, y cómo me descubrieron ustedes...

Me lanzó una mirada larga y escrutadora y luego dejó que sus ojos se posaron un momento sobre la lámpara del techo donde habían plantado su juguetito. Creo que lo hizo a propósito.

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