pues no se puede engañar a la naturaleza.
RICHARD P. FEYNMAN (1918-1988)
INTRODUCCIÓN
Veo la física como una materia maravillosa. Sabemos tanto de ella y después lo resumimos en tan pocas ecuaciones que podemos decir que sabemos muy poco.
RICHARD FEYNMAN , 1947
A menudo resulta difícil separar la realidad de la imaginación en los recuerdos de la infancia, pero yo guardo un nítido recuerdo de la primera vez que pensé que ser físico podía ser realmente apasionante. De niño me había fascinado la ciencia, pero la ciencia que había estudiado me trasladaba al menos a medio siglo antes, así que para mí era algo muy parecido a la historia. El hecho de que todavía no se hubieran resuelto todos los misterios de la naturaleza no era una idea muy clara en mi mente.
La iluminación me vino cuando en el bachillerato asistí a un curso de verano sobre ciencia. No sé si yo daba la impresión de estar aburrido o no, pero mi profesor, al acabar la lección, me dio un libro titulado El carácter de la ley física , de Richard Feynman, y me dijo que leyera el capítulo acerca de la distinción entre pasado y futuro. Fue mi primer contacto con la noción de entropía y desorden, y, como a muchos otros antes que a mí, entre ellos los grandes físicos Ludwig Boltzmann y Paul Ehrenfest, que se suicidaron tras dedicar gran parte de sus carreras a desarrollar este tema, me dejó atónito y frustrado. La manera en que cambia el mundo cuando se pasa de considerar sistemas simples de dos objetos, como la Tierra y la Luna, a un sistema de muchas partículas, como las moléculas de gas de una habitación, es algo a la vez sutil y profundo; sin duda demasiado sutil y profundo para que yo lo apreciara entonces.
Pero al día siguiente mi profesor me preguntó si sabía algo sobre la antimateria, y luego me comentó que ese mismo individuo, Feynman, había ganado hacía poco el Premio Nobel por explicar cómo una antipartícula podía ser considerada como una partícula que viaja hacia atrás en el tiempo. Eso realmente me fascinó, aunque no entendí nada (y al recordarlo me doy cuenta de que mi profesor tampoco). Pero la idea de que este tipo de descubrimientos estaban ocurriendo estando yo vivo me llevó a pensar que había un montón de cosas todavía por explorar. (En realidad, aunque mi conclusión era cierta, la información que me llevó a ella no lo era. Feynman había publicado el trabajo en electrodinámica cuántica que le valió el Premio Nobel casi una década antes de que yo naciera, y la idea secundaria de que las antipartículas podían considerarse como partículas que viajan hacia atrás en el tiempo ni siquiera era suya. Lamentablemente, cuando las ideas llegan filtradas a los profesores y los textos de bachillerato, la física descrita es normalmente de veinticinco o treinta años antes y, a veces, no es del todo correcta.)
Cuando empecé a estudiar física, Feynman se convirtió en un héroe legendario para mí, así como para toda una generación. Compré sus Feynman Lectures on Physics nada más entrar en la universidad, como hicieron la mayoría de los jóvenes aspirantes a físicos, aunque realmente nunca me matriculé en ninguna asignatura en la que se utilizaran estos libros. Pero, también como la mayoría de mis colegas, continué recurriendo a ellos mucho después de haber pasado el llamado «curso introductorio de física» en el que se habían basado. Fue al leerlos cuando descubrí cómo mi experiencia veraniega me recordaba curiosamente a una experiencia parecida que Feynman había tenido en el bachillerato. Luego hablaré más acerca de esto. Por ahora me limitaré a decir que ojalá en mi caso los resultados hubiesen sido tan significativos como en el suyo.
No fue hasta los estudios de posgrado cuando empecé a entender de verdad las ramificaciones de lo que había tratado de relatarme el profesor de ciencias, pero mi fascinación acerca del mundo de las partículas fundamentales, y del mundo de ese tipo interesante llamado Feynman, que escribió sobre ello, empezó esa mañana estival en el instituto. Y, en gran parte, nunca ha cesado. Al escribir esto, he recordado que escogí como tema de mi tesina las integrales de camino, el tema en el que Feynman había sido pionero.
Por una casualidad de la vida, siendo yo todavía un estudiante de grado, tuve la suerte de conocer a Richard Feynman y pasar algún tiempo con él. Por aquel entonces yo formaba parte de una organización llamada Canadian Undergraduate Physics Association (Asociación Canadiense de Estudiantes Pregraduados de Física), cuyo único propósito era organizar una reunión a nivel nacional en la que físicos distinguidos impartían conferencias y los estudiantes presentaban los resultados de sus proyectos de investigación estival. Creo que fue en 1974 cuando Feynman había sido inducido (o seducido, no lo sé y no debería hacer ninguna suposición al respecto) por la muy atractiva presidenta de la organización a ser el conferenciante estrella de la reunión de ese año en Vancouver. En el encuentro tuve la osadía de hacerle una pregunta tras su conferencia, y un fotógrafo de una revista de difusión nacional sacó una foto del instante y la publicó. Pero lo más importante fue que mi novia había venido conmigo y Feynman pasó gran parte del fin de semana visitando algunos bares locales con nosotros.
Más tarde, cuando estaba haciendo un curso de posgrado en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), escuché varias conferencias de Feynman. Años después de recibir mi título de doctor y de haberme trasladado a Harvard, presenté un coloquio en Caltech (Instituto Tecnológico de California), y Feynman, que estaba algo nervioso y apareció después para seguir con la discusión, se hallaba entre el público. Tuve la sensación de que no recordaba nuestro encuentro en Vancouver, y siempre he lamentado no habérselo recordado: mientras él esperaba pacientemente a hablar conmigo, un insistente y bastante fastidioso joven profesor ayudante monopolizó la discusión hasta que al final Feynman se marchó. Nunca más volví a verlo, pues murió unos años después.
Richard Feynman fue una leyenda para toda una generación de físicos mucho antes de que la gente supiese quién era. Obtener el Premio Nobel puede que lo pusiera en la primera página de los periódicos de todo el mundo, pero al día siguiente hay nuevos titulares, y el reconocimiento de cualquier nombre popular dura normalmente más o menos lo que el periódico del día. La popularidad de Feynman no surgió, por tanto, de sus descubrimientos científicos, sino que empezó a través de una serie de libros que contaban sus recuerdos personales. Feynman el narrador era en todo tan creativo y fascinante como Feynman el físico. Todos aquellos que tenían contacto personal con él se sentían impresionados por su enorme carisma. Sus penetrantes ojos, su traviesa sonrisa y su acento neoyorquino se combinaban para producir la verdadera antítesis del estereotipo de un científico, y su fascinación por cosas como los tambores bongo y los bares de striptease no hacía más que aumentar su aura.
Sin embargo, como sucede con frecuencia, el auténtico catalizador que convirtió a Feynman en una figura pública surgió por accidente; en este caso, un accidente trágico: la explosión poco después de su despegue del transbordador espacial Challenger , que transportaba al primer civil, un maestro de una escuela pública que iba a impartir unas clases desde el espacio. Durante las investigaciones ulteriores, se le pidió a Feynman que se uniera al panel de investigación de la NASA, y cosa rara en él (pues evitaba constantemente los comités y cualquier otra cosa que le mantuviera lejos de su trabajo), aceptó.